¿Cómo será el cine que vendrá? ¿Habrá un sello Trump o anti-Trump en las producciones audiovisuales? La época Obama se ha saldado con una reivindicación del papel de los afroamericanos en la historia de Estados Unidos; sirva de ejemplo la película Figuras ocultas que resume bastante bien esta corriente y que consiste en reivindicar el papel central de tres mujeres afroamericanas en uno de los acontecimientos clave del país: la llegada del hombre (¿o mujer?) a la Luna. ¿Pasará lo mismo con Trump? Si atendemos a la ideología que propugna, un inconcreto “América primero” que ya promulgaba Richard Nixon en 1968, quizá nos esperen filmes populares o patrióticos: continentes vacíos donde volcar frustraciones. Sin embargo, es más probable que la reacción sea más bien la contraria y se instaure definitivamente el buenismo cinematográfico en forma de filmes sociales de suave crítica política (un ejemplo claro es Moonlight, la gandora del Oscar a mejor película de este año) o, ¿porque no?, que reivindiquen a los latinos, los grandes olvidados por ahora en la escena del cine estadounidense. En este aspecto, quizá sea interesante esperar a la próxima película de Steven Spielberg, un director con un olfato muy fino para detectar las angustias de su público, que supo captar las sutilidades de la guerra preventiva en Minority Report o del terrorismo internacional en Munich.
'No respires' dibuja Detroit como una zona muerta.
Más allá de Spielberg, quizá los filmes que mejor recogen la profunda división que afecta a Estados Unidos sean los que son capaces de retratar los peligros de una personalidad escindida, sea esta del taxista inestable de Taxi Driver o del asesino de American Psycho. Filmes en los que una aparente y superficial normalidad ocultan apenas la locura. Ambas películas abordan además la crisis del modelo masculino y sus ideales; ya sea desde el punto de vista del hombre fracasado y expulsado del sistema, como es el caso del excombatiente de Vietnam de Taxi Driver; ya sea desde el punto de vista de Patrick Bateman, el yuppie exitoso y fan acérrimo, atención, de Donald Trump, de American Psycho. Arquetipos ambos del hombre hecho o deshecho a sí mismo y del fracaso de un sistema que cree en los héroes solitarios en una época de grandes urbes y multitudes anónimas. Tanto Travis Bickle y Patrick Bateman como ahora el mismo Trump adolecen de los mismos síntomas: un narcisismo sobredimensionado y un infantilismo atroz, incluso por encima de la media en uno de los países más narcisistas, infantiles y conspiranoicos del Planeta.
Artículo escrito en base a la mesa redonda “El cine norteamericano que nos avanzó la era Trump” en la que participaron el cineasta y productor Javier Rueda, el ensayista cinematográfico Llorenç Esteve y el editor y crítico de cine Lluis Rueda.