publicado el 16 de noviembre de 2009
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Emblema de Shaw Brothers |
El cine de terror y fantasía de Hong Kong era prácticamente desconocido en Occidente antes de la eclosión internacional de Geung si sin sang / Mr. Vampire (Ricky Lau, 1985) y de Una historia china de fantasmas (Sien nui yau wan, Ching Siu-Tung, 1987). Ambos filmes, junto con el fundacional Encuentros en el más allá (Gui da gui, Sammo Hung, 1980) combinaban el horror más gráfico y la fantasía más inocente con delirantes dosis de humor grueso y espectaculares escenas de acción y artes marciales, dando una idea digamos lúdico-festiva del cine de género hongkonés. Esta visión, sin embargo, no se ajustaba del todo a un pasado en el que el horror se había tratado cinematográficamente de manera más oscura y siniestra, aunque igualmente desquiciada. Un pasado, no muy lejano y quizá no demasiado ilustre –aunque largamente reivindicado por el Profesor– en el que brujos negros y magos blancos convivían con fetos diabólicos y cuerpos en descomposición repletos de gusanos.
1. En un principio fue la Hammer Film: los orígenes
Fundada en Hong Kong en 1958 por los hermanos Run Run Shaw (1907-2008), Runme Shaw (1901-85), Runde Shaw (1899-1973) y Runje Shaw (1896-1975), la compañía Shaw Brothers fue una de las más importantes de Asia durante las décadas de 1960 y 1970 y la primera que explotó a nivel mundial el cine de artes marciales (contaba entre sus filas con directores de la talla de Chang Cheh, King Hu y Liu Chia Liang, y con estrellas como Wang Yu, Ti Lung, David Chiang, Chih Szu o Fu Sheng). El nacimiento en 1970 de otra gran compañía de producción, Golden Harvest, les obligó a adoptar nuevas estrategias de producción: el inesperado éxito comercial de La revolución de las ratas (Willard, Daniel Mann, 1971) y especialmente el boom mundial de El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973) no pasaron desapercibido a los hermanos Shaw, que decidieron a dar su primer paso en el género de la mano de la productora británica Hammer Film, sumida en una grave crisis económica desde principios de 1970. El veterano Roy Ward Baker dirigió las escenas dramáticas y terroríficas, con un destacado papel de Peter Cushing, mientras Chang Cheh se ocupó de las escenas de acción, pero aún así Kung Fu contra los siete vampiros de oro (The legend of the seven golden vampires, 1974), se saldó con un sonoro fracaso artístico y comercial. Sea como sea, lo cierto es que ese mismo año la Shaw Brothers iniciaba su aventura en solitario en el género con Gui yan / Ghost eyes, dirigida por Chih-Hung Kuei, a la que seguirían She sha shou / The killer snakes (1975), también firmada por Kuei, Jiang tou / Black magic (1975), Gou hun jiang tou / Black magic 2 (1976) y You gui zi / Oily maniac (1976), dirigidas por Meng Hua Ho. Estos filmes, realizados con una holgura de medios tan sorprendente o más que su falta de prejuicios, mantenían un equilibrio difícil, frágil, entre los tics y recursos más representativos y comerciales del terror occidental y la concepción oriental del más allá y de lo sobrenatural, muy influenciada por la religión budista y, como tal, contemplada como algo plausible, natural. No debería extrañar a nadie, así, la progresiva tendencia de estas producciones hacia la más cruenta explotación de todo tipo de efectismos gore: el terror oriental rara vez articulará sus propuestas alrededor del miedo a la muerte inherente a la (nuestra) cultura occidental, lo hará alrededor al horror de la putrefacción / descomposición del cuerpo.
Con anterioridad, la compañía Shaw no había mostrado especial interés en esta visión mágica, por llamarla de alguna manera, de lo fantástico, que había encontrado reflejo en dos producciones hoy prácticamente olvidadas: la primera es Ching nu yu hun / Enchanting shadow (Li Han Hsiang, 1960), considerado el debut de la productora en el género y un indiscutible precursor de Una historia china de fantasmas (su argumento es muy similar, quizá demasiado). La segunda es Lian suo / Lady Jade Locket (Yen Chun, 1967), la historia de un hombre que se enamorará perdidamente del espíritu de una mujer muerta tiempo atrás al tratar de vengar el asesinato de su padre. Ambos títulos comparten numerosos elementos, desde una visión romántico-dramática del amor más allá / después de la muerte a un tono y una atmósfera decididamente irreal, aunque no demasiado inquietante. La sutileza y la mesura son dos de las principales virtudes de los dos filmes, muy lejos de la escatología y el mal gusto que se apoderarán del horror Shaw, especialmente a partir de 1980, en un intento desesperado (o no) por ampliar su mercado potencial de espectadores.
2. Los ojos del mal: Gui yan / Ghost eyes
Primera incursión en el género de Chih Hung Kuei (1937–1999), Gui yan / Ghost eyes sitúa una tradicional historia de fantasmas y vampirismo en un contexto moderno, poniendo de manifiesto la dualidad que se erigirá en marca de fábrica de la mayoría de las posteriores incursiones en el terror de la productora y distribuidora: el mundo rural es contemplado por lo general como algo ominoso y hasta cierto punto fantasmagórico, cuna del mal y la magia negra, mientras que el mundo urbano es mucho más diáfano y luminoso, aunque corrompido a menudo por el egoísmo, la vanidad y las bajas pasiones. Estéticamente, la producción anticipa elementos luego explotados en títulos futuros, ofreciendo una visión cosmopolita e incluso psicodélica del Hong Kong de la época que se sitúa en el polo opuesto de la rancia postal turística propuesta en Kung Fu contra los siete vampiros de oro (aquí los títulos de crédito van sobreimpresionados sobre la imagen de una calavera fosforito con los ojos encendidos sobre un fondo rosado). Sin renunciar a su propia idiosincrasia, los hermanos Shaw buscaban dar en el clavo del éxito con productos hasta cierto punto híbridos, más pensados para el mercado internacional que no para el de su propio país. Esta voluntad internacional podría explicar también la inclusión, a veces forzada y chirriante y casi siempre inesperada, de notas de humor cercanas a la parodia y, yendo más allá, la tendencia más o menos acusada de las producciones no tanto hacia la heterogeneidad como hacia al pastiche.
El argumento de Gui yan / Ghost eyes se sitúa en un curioso punto intermedio entre el terror occidental y la tradición fantástica oriental; ahora bien, la historia de una trabajadora de un salón de belleza (Szu Chia Chen) que a petición de un nuevo y misterioso cliente (Wei Szu) accederá a cambiar sus gafas de pasta por unas revolucionarias lentillas, es servida por el director Chih Hung Kuei con la sobriedad y el ritmo endiablado característico de cualquier buena cinta de acción de la compañía. Tras su visita nocturna a la óptica, la desdichada protagonista constatará con horror que el hombre misterioso murió tiempo atrás y que su cuerpo está poseído por un vampiro, que pretende utilizarla para conseguir nuevas víctimas con las que saciar su sed de sangre. Kuei consigue momentos brillantes con la utilización de los mínimos elementos imprescindibles (véase el brutal e inesperado asesinato del monje requerido por la protagonista para que ponga fin a la maldición); al mismo tiempo, aprovecha con aparente facilidad las ideas más interesantes del guión, caso de la alegre melodía que silba el no-muerto y que alerta de su presencia antes de su llegada, o del método empleado para revelar la naturaleza monstruosa de cualquier criatura de la noche: reflejándola en dos espejos a la vez. El nivel de inquietud y el poder de sugerencia de las mejores escenas del filme se estrellan en ocasiones contra concesiones humorísticas que funcionan mejor o peor sólo en función de su nivel de delirio: “Es igual que cuando estás en el cine”, proclamará el monje taoísta acerca de los fenómenos sobrenaturales instantes antes de morir, “Nunca puedes estar completamente seguro que la persona que hay sentada detrás de ti es humana”. El momento más celebrado por el Profesor tiene lugar poco después: la muerte del ridículo –e inoperante– novio de la protagonista, incapaz de evitar que el vampiro se vaya a la cama con su chica cada vez que le apetezca (no sin antes haberla hipnotizado). El personaje interpretado por Wei Szu lo lanzará al agua desde un transbordador en el momento en el que llega al puerto, con tan mala (o buena) fortuna que el barco lo aplastará contra el muelle.
3. Serpientes en los bajos fondos: She sha shou / The killer snakes
La segunda incursión en el género de la Shaw Brothers, de nuevo escrita por Kuang Ni y dirigida por Chih Hung Kuei, es la que más denota la influencia de un filme anterior de producción occidental, La revolución de las ratas. She sha shou / The killer snakes cambia las ratas del filme estadounidense por serpientes, y renuncia al mismo tiempo a cualquier implicación emocional y dramática con su desdichado protagonista. Keto (Kwok-Leung Gan) es un joven introvertido y solitario que malvive en un barrio marginal dominado por prostitutas y delincuentes sin escrúpulos y movido sólo por el dinero; sus únicas válvulas de escape son sus fantasías eróticas sadomasoquistas, fruto de los maltratos que sufrió de niño a manos de los clientes de su madre (una prostituta de baja estofa), así como el amor no correspondido que siente hacia una vendedora de un mercado cercano a su casa, Xiujuan (Lin Lin Li). Desengañado e humillado, Keto utilizará una serpiente que ha salvado de una muerte segura –su cochambroso apartamento está situado al lado de una tienda de reptiles– para vengarse de sus enemigos y tratar de proteger a Xiujuan. A la primera serpiente, bautizada por Keto como Xiaobio y trasunto de la rata Ben del filme de Daniel Mann, se añadirán muchas más hasta formar un ejército tan silencioso como letal que no tendrá piedad ni siquiera de su propio amo cuando éste, acosado por la policía, trate de desembarazarse de todas ellas. Kuei firma con un estilo seco y cortante el filme de terror más urbano de la productora, marcado de principio a fin por una atmósfera de terrible sordidez y misoginia y por el sangrante y despiadado retrato de los bajos fondos de Hong Kong, de una virulencia que trasciende incluso los límites de la pantalla. Para muestra, un botón: obligada a ejercer la prostitución tras la muerte de su padre, Xiujuan será drogada y violada por uno de los clientes del prostíbulo de mala muerte al que ha ido a parar; Keto pondrá fin poco después a su vida en la misma cama dónde la muchacha ha sido deshonrada mientras pronuncia una terrible sentencia: “Si todo el que tenga dinero pueda tocarte es mejor que estés muerta”.
4. Los peligros de la magia negra
Jiang tou / Black magic y Gou hun jiang tou / Black magic 2 son seguramente las dos producciones terroríficas más populares de los hermanos Shaw de mediados de la década de 1970. Ambos títulos, firmados por el veterano y prolífico realizador Meng Hua Ho (1923–2009), se sitúan en un desconcertante punto intermedio entre el estilo de las producciones góticas de la Hammer Film y el horror estadounidense más gráfico, aunque con el ritmo propio de una película de artes marciales. Al mismo tiempo, presentan con sorprendente coherencia los principales recursos argumentales y estéticos del terror que a partir de entonces hará furor (más o menos) en Hong Kong en los años siguientes, a saber: la combinación de sexo, acción y efectos especiales sangrientos y una estructura focalizada en el enfrentamiento entre la magia negra y la magia blanca. En Jiang tou / Black magic, Shan Jianmi (Ku Feng), un siniestro brujo que vive en una cabaña aislada en medio de la selva y que cobra desorbitadas sumas de dinero para realizar conjuros de amor y muerte, representa a la primera: la rica heredera Luo Yin (Ni Tien) contratará sus servicios para conquistar a un ingeniero de arquitectura (Lung Ti) que está a punto de casarse con su prometida, Quming (Lily Li). Pero Shan Jianmi se acabará encaprichando de Luo Yin y tras eliminar a su principal pretendiente (Lieh Lo) utilizará sus malas artes para conquistarla. Los familiares de Quming, mientras tanto, recorrerán a un poderoso mago blanco, el maestro Furong (Wen Chung Ku), para poner fin a las atrocidades del brujo negro; ambos se enfrentarán en un delirante clímax final ambientado en lo más alto del edificio en construcción en el que trabaja el protagonista.
Más que una continuación en un sentido estricto, Gou hun jiang tou / Black magic 2 es una extensión / derivación del primer filme: director y guionista son los mismos y repiten algunos de los actores y actrices, pero el único nexo entre ambos títulos es el destacado papel que juega en ellos la magia negra (y su enfrentamiento con la magia blanca). Meng Hua Ho y Kuang Ni acentúan casi hasta el paroxismo los principales elementos y recursos propuestos en el filme anterior hasta conseguir un cóctel demencial que conjuga terror sobrenatural, efectismos gore y sexo con una encomiable falta de prejuicios, aunque casi siempre con un pie en el mal gusto, incluso en la escatología. Véanse, en este sentido, los cada vez más grotescos ingredientes de los conjuros de amor y muerte, que contemplan además de muñecos vudú, cabellos y gotas de sangre leche humana, ciempiés vivos y espesas papillas procedentes de cadáveres en descomposición. Este segundo título sigue las andanzas de un poderoso brujo (Lieh Lo) que se alimenta de leche humana para mantenerse joven –“La leche humana es el elixir de la vida”, llegará a proclamar– y que dispone de un ejército de muertos vivientes que obedecen sus órdenes en una especie de morgue situada debajo de su lujosa mansión. Sus siniestras actividades pronto despertarán las sospechas de dos médicos jóvenes que investigan una misteriosa epidemia de enfermedades que no pueden explicarse a la luz de la medicina (Ti Lung y Lin Wei Tu). Más allá de su cuidado estilo visual y de su ritmo desternillante (al que no es ajeno una pegadiza banda sonora de música funky), el principal problema del filme es que se toma demasiado en serio a sí mismo. La lista de barbaridades / atrocidades que pronto se adueña de la pantalla, en todo caso, anticipa elementos de las posteriores Mo jie / Hell has no boundary (1982) y Zhong gui / Seeding of a ghost (1983), dirigidas por Chuan Yang, y Mo / The boxer’s omen (Chih Hung Kuei, 1983): las pústulas supurantes con formas de rostros humanos de los pacientes del hospital, el feto monstruoso que dará a luz la mujer de uno de los médicos (Lily Li) tras haberse acostado con el brujo, los larguísimos clavos utilizados para revivir los cadáveres, la especie de secta de monjes momificados encargada de su custodia… Para detener a los zombies, uno de los médicos protagonistas deberá arrancarles los clavos en plena lucha con la ayuda de unas tenazas.
5. El vengador tóxico: You gui zi / Oily maniac
Rodada en Malasia casi al mismo tiempo que Gou hun jiang tou / Black magic 2, la siguiente incursión de Meng Hua Ho en el género va un poco más allá del nivel grotesco-escatológico de su anterior realización, proponiendo una desquiciada perversión del esquema tradicional de las historias de superhéroes estadounidenses (y al mismo tiempo, una terrible historia de amor no correspondido). El protagonista, Chen Yuan (Danny Lee), obligado a andar con muletas desde que padeciera la polio de pequeño, decidirá recurrir a la magia –en este caso no necesariamente negra– para impedir que una familia de gángsters sin escrúpulos se apodere del almacén de aceite de coco propiedad de la mujer de la que está secretamente enamorado, Lin Chung Yue (Ping Chen). Siguiendo un antiguo ritual que le reveló un antepasado exorcista, Lee se convertirá en el “Maníaco grasiento”, un monstruo de barro y grasa dotado de una fuerza descomunal y de una incontrolable sed de muerte y destrucción; su poder, sin embargo, sólo puede utilizarse para hacer el bien y combatir las injusticias, un requisito muy poco o nada relevante dado el nivel de corrupción y la amoralidad que campan a sus anchas a lo largo de todo el metraje. Desde el abogado del bufete en el que Chen Yuan trabaja de ayudante hasta el prometido de Chung Yue, todos los hombres que tienen un papel en la trama, por nimio que sea, son capaces de casi cualquier cosa a cambio de dinero; las mujeres ejercen mientras tanto un rol de simple comparsa: inocentes y tontas o malas malísimas, sinónimo casi siempre de putas, con perdón. Más cerca de un filme de acción que de una película de terror propiamente dicha, You gui zi / Oily maniac destaca por el psicotrónico diseño de la criatura a la que hace referencia el título, capaz de saltar desde edificios de varios pisos y de deshacerse a voluntad para convertirse en una mancha oscura que se arrastra por el suelo –incluso por debajo de las puertas– a gran velocidad. Uno de los matones a sueldo de los gángsters morirá aplastado por el maníaco… ¡A golpes de bicicleta!