publicado el 10 de marzo de 2010
El Profesor nunca se cansa de repetir que la exhibición de sangre y vísceras, y con ella la visualización de las torturas más salvajes y de los asesinatos más repugnantes, nada tiene que ver con el horror –y siendo estrictos, tampoco con el cine–, menos aún si se contempla como un fin en sí misma. Existen, sin embargo, multitud de producciones que apelan a las más bajas pasiones / pulsiones del espectador, a esa nunca del todo reconocida predisposición morbosa hacia la muerte y la violencia inherente a la naturaleza humana. Este subgénero o tendencia desgraciadamente parece que gana adeptos día a día y tiene uno de sus máximos exponentes en la execrable saga japonesa Guinea pig / Za Ginipiggu (1985-1990).
Pau Roig | El humor negro, la ironía, también la torpeza de las primeras películas gore (llamadas así por sus dos principales “inventores”: Herschell Gordon Lewis y David F. Friedman) daban perfecta cuenta en un principio del nacimiento de un subgénero tan escandaloso como, en el fondo, inofensivo, divertido incluso, como ejemplifican obras de culto del cine thrash como Blood feast (1963) o 2000 maníacos (2000 maniacs, 1964). Todo lo contrario que ocurre con muchas variaciones e imitaciones de estas películas en las que se aprecia una creciente influenciada del temible subgénero mondo, cuyo nacimiento es ligeramente anterior al del gore: Este perro mundo (Mondo cane, Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, 1962) es el título fundacional de esta modalidad (pseudo)documental, al que seguirían entre muchos otros Adiós África (Africa addio, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, 1966), Shocking Asia (Rolf Olsen, 1976) y la larga serie iniciada con Rostros de muerte (Faces of death, John Alan Schwartz, 1978). De estas efectistas y tramposas producciones de origen teóricamente antropológico se pasó al terror caníbal después del enorme éxito de la controvertida Holocausto caníbal (Holocausto cannibale, Ruggero Deodato, 1979), que llegó a ser publicitada incluso como un documental, y en un último salto mortal a la existencia (o no) de las llamadas snuff movies, filmaciones que mostrarían escenas de tortura y asesinatos reales. El matrimonio formado por Michael y Roberta Findlay fue el primero en explotar el filón de las supuestas “muertes reales” en un filme tan torpe que no merecería ni un breve comentario: tomaron material de archivo de una producción anterior sobre motoristas violentos y tráfico de drogas, The slaughter (1971), y le añadieron un final que mostraba el asesinato de una de las actrices como si hubiera ocurrido de verdad: el título del engendro –Snuff (1976)– ya lo dice todo. Algunos de los rasgos definitorios del gore (básicamente la profusión de efectos especiales y de maquillaje) lenta pero inexorablemente penetrarían en la gran industria de Hollywood –véase la profusión de vómitos verdes de El exorcista (The exorcist, William Peter Blatty, 1973), impensable pocos años antes–, si bien el subgénero entendido tal y como lo entendían Lewis y Friedman no tendría continuidad más allá de algunos títulos aislados como Re-Animator (Id., Stuart Gordon, 1985) o Braindead, tu madre se ha comido a mi perro (Braindead, Peter Jackson, 1992). El gore pronto perdió su particular idiosincrasia para convertirse en una excusa, en el reclamo exclusivo para un público ávido de sensaciones fuertes: los paralelismos con el cine porno son, en este sentido, más que evidentes, sustituyendo el primer plano de un coito por el primer plano de un desmembramiento.
En este contexto, la aparición en principio prácticamente clandestina de una oscura serie de producciones japonesas realizadas directamente en vídeo pronto llamó la atención no sólo de los aficionados más pervertidos, sino también del FBI, que llegó a investigar los dos primeros títulos de la saga por su inaudito nivel de realismo. Los seis títulos que integran Guinea pig / Za Ginipiggu son considerados, en efecto, como una de las más abominables representaciones de la violencia y el sufrimiento, el dolor y la muerte nunca realizadas: puede que así analizados, estos mediometrajes (ninguno de ellos llega a la hora de duración) puedan tener algún tipo de valor sociológico, incluso antropológico, pero la absurda aureola de culto que rodea a la serie se desmorona antes de llegar a los treinta segundos de metraje. A excepción de las dos primeras entregas, Devil’s experiment (Za Ginipiggu: Akuma no jikken, Satoru Ogura, 1985) y Flowers of flesh & blood (Za Ginipiggu 2: Chiniku no hana, Hideshi Hino, 1985), He never dies (Za Ginipiggu: Senritsul shinanai otoko, Masayuki Kusumi, 1986), Mermaid in a manhole (Za Ginipiggu: Manhoru no naka no ningyo, Hideshi Hino, 1988), Android of Notre Dame (Za Ginipiggu: Notorudamu no andoroido, Kazuhito Kuramoto, 1988), Devil woman doctor (Za Ginipiggu: Peter no akuma no joi-san, Hajime Tabe, 1990) proponen historias de ficción rayanas en la parodia imposibles de analizar desde cualquier perspectiva llamémosla cinematográfica, por no decir que su espantosa mediocridad las sitúa en el terreno de la más zafia tomadura de pelo. Rodadas directamente en vídeo con actores y directores prácticamente desconocidos entre 1985 y 1990 bajo los auspicios del productor Satoru Ogura y en un principio también del dibujante de cómics, guionista y director Hideshi Hino, la saga explota sin ningún tipo de rubor y con una denunciable falta de escrúpulos algunas de las principales características de otras producciones independientes nipones de tercera fila centradas en los subgéneros más comerciales (del cine pornográfico al cine de terror más sangriento y delirante). En un país en el que Holocausto caníbal recaudó más dinero que, por ejemplo, E.T., el extraterrestre (E.T., Steven Spielberg, 1982), no resulta nada extraño que la edición en vídeo de la serie se acabara convirtiendo en todo un acontecimiento. Devil’s experiment y Flowers of flesh & blood, distribuidos por la compañía Orange Video House, a la vez principal impulsora del proyecto (vendido poco después a otra compañía, JHV Entertainment, que produciría las cuatro entregas restantes), fueron durante cerca de un mes dos de los títulos más vendidos del país. Mitos y leyendas aparte, las breves reseñas que presentamos a continuación dan perfecta cuenta de de unas propuestas inscritas en la explotación comercial de más baja estofa, en la recreación grosera del peor mal gusto, dignas antes de un análisis psiquiátrico que audiovisual.
1. Devil’s experiment
El primer título de la serie fue rodado prácticamente al mismo tiempo que Flowers of flesh & blood y se estrenó directamente en vídeo. Sin créditos técnicos y artísticos de ninguna clase, comienza con un texto en primera persona: “Hace algunos años, obtuve una cinta de vídeo privada con el título Guinea Pig. Su comentario decía que se trataba del reportaje de un experimento sobre los límites del dolor y la corrosión de los sentidos, pero era, en realidad, una terrible exhibición de crueldad en la que tres hombres abusan salvajemente de una mujer”. Poco más hay que añadir: lo que sigue a continuación es, efectivamente, una exhibición de sadismo y crueldad sin precedentes y 43 minutos de duración. El vídeo muestra a tres hombres con los rostros oportunamente ocultos y vestidos de negro que torturan salvajemente a una mujer. Está dividido en diez partes o capítulos diferentes con su correspondiente título, sobreimpresionado en letras blancas sobre un fondo negro: Hit (la mujer, atada a una silla, es abofeteada hasta la desesperación), Kick (los hombres la tiran al suelo y la patean), Claw (le estiran la piel de las manos y de la cara con unas tenazas), Unconscious (la mujer está dentro de una especie de saco de red colgado de un árbol en medio del bosque que da vueltas cada vez más rápido), A sound (la mujer es obligada a escuchar sonidos desagradables al máximo volumen), Skin (le arrancan una uña con unas tenazas), Burn (los hombres le tiran aceite hirviendo en las manos y en la cara), Worm (le lanzan gusanos vivos a la mujer, atada ahora a una especie de cama), Guts (la mujer está inconsciente y los hombres empiezan a tirarle vísceras hasta que vuelve en sí gritando); y Needle (unos de los hombres mantiene uno de los ojos de la mujer abierto y otro le clava una larga aguja a través de la piel hasta penetrar el iris). De manera irregular aparecen sobreimpresionados el número de golpes y bofetadas que ha recibido la mujer, los grados del aceite hirviendo que le han tirando o las horas que ha pasado soportando una determinada tortura. Pura basura.
2. Flowers of flesh & blood
Segundo título de la serie, escrito y dirigido por Hideshi Hino, Flowers of flesh & blood tampoco cuenta con créditos artísticos ni técnicos y se abre con un largo texto introductorio: “Fue en abril de 1985 cuando el dibujante Hideshi Hibino recibió un horrible paquete de una persona sin identificar que se declaró fan entusiasta de su obra. El paquete contenía un filme de 8mm., 54 fotografías y una carta de 19 páginas. La carta demostraba presuntamente que su remitente, presa de una paranoia estética, había cometido un brutal crimen en algún lugar secreto. La película de 8mm. fue considerada real y auténtica, y mostraba a un hombre sin identificar descuartizando el cuerpo de una mujer e incorporando los trozos de su cadáver en su colección. Desgraciadamente, la película no pudo ser mostrada a otra gente. Hideshi Hibino creó el vídeo de nuevo como un semidocumental basado en la película de 8mm., las fotografías y la carta”. El vídeo empieza con la persecución de una mujer en lo que parecen los suburbios de una ciudad: un hombre que cubre su rostro con una máscara sale corriendo de un coche en marcha y la secuestra. La siguiente escena nos muestra a la mujer atada a una cama y con la boca tapada. Junto a ella, un hombre de mediana edad disfrazado de samurai de rebajas, afila un cuchillo para, a continuación, coger una gallina y cortarle la cabeza. Seguidamente, inyecta una droga a la mujer mientras exclama “Te voy a enseñar lo que es la belleza ideal”. Lo que sigue a continuación, igual que en el título precedente, es una exhibición de atrocidades sin parangón en la que el hombre irá descuartizando a la mujer utilizando los más variados instrumentos e iluminando la tétrica estancia en la que transcurre la carnicería con focos de distintos colores, al mismo tiempo que declama frases absurdas y rimbombantes, la mayoría de las veces mirando directamente a cámara. A modo de epílogo y tras un fundido a negro, el samurai aparece sentado en la cama fumando un cigarro junto al cuerpo descuartizado de la mujer: “Finalmente, de la carne y de la sangre florecen flores perfectas” son sus últimas palabras. Seguidamente, se levanta y enseña a los espectadores su preciada colección, situada en una estancia contigua y formada por fragmentos podridos de diferentes cadáveres, colgados en las paredes, dentro de urnas y de pesceras, e incluso plantados en tiestos, llenos de gusanos. El último plano de la película es una nueva persecución en coche de una mujer, que será la siguiente víctima del asesino.
3. He never dies
He never dies es la primera entrega de la serie que cuenta con un argumento de ficción, meramente anecdótico pero argumento al fin y al cabo, al mismo tiempo que presenta generosas dosis de humor grueso. Narra la historia de Hideshi (Masahiro Satô), gris trabajador de una oficina cualquiera que vive en un pequeño apartamento, solo y deprimido. Una mañana, decide no ir al trabajo y pasa días encerrado en su piso hasta que decide cortarse las venas, descubriendo que no pierde sangre y no siente ningún dolor: por más que lo intente (y lo intenta de las más diversas y variadas maneras) parece que no puede morir. Después de llamar a un hospital sin que le hagan ningún caso, decide avisar a un compañero del trabajo, Nakamura (Shinsuke Araki), para que acuda en su ayuda. Hideshi le recibe como si se hubiera convertido en un zombie, haciendo broma, y ante la desesperación de Nakamura empieza a sacarse los intestinos y las vísceras hasta que su cuerpo queda completamente vacío. Nakamura se desmaya y poco después hace acto de presencia su novia, Kyoko (Yumiko Kumashiro), que le estaba esperando en el coche. Cuando entra en el apartamento, la cabeza de Hideshi está sobre la mesa, sonriendo, y Kyoko lo regaña por haber dejado la casa hecha una verdadera porquería. La película cuenta con títulos de crédito finales y con un presentador, que responde al nombre de Rick Steinberg, que introduce la historia y va comentando algunos de sus momentos más relevantes con disquisiciones estúpidas que hablan de la inmortalidad y de los extraños sucesos que pueden llegar a tener lugar en la más estricta normalidad. De la recreación torpe y pretenciosa de asesinatos reales hemos pasado, pues, a la comedia de brocha gorda del más denigrante nivel.
4. Mermaid in a manhole
Quizá el título más conocido y representativo no de la serie pero sí del dibujante Hideshi Hino. A diferencia de la entrega anterior, Hino propone una historia de ficción sin ningún atisbo de humor que se pretende una dolorosa metáfora sobre la pérdida de la identidad, la soledad y la descomposición (algunos insensatos incluso se han atrevido a definirlo como una especie de macabro cuento de hadas), pero que en ninguna ocasión va más allá de la curiosa anécdota argumental, delectándose de manera excesiva y aburrida en sus aspectos más morbosos y gráficos con un afán de trascendencia del todo inaceptable. Mermaid in a manhole es la historia de un pintor viudo y solitario (Shigeru Saiki) que tras la pérdida de su mujer sale cada día a pasear y se introduce en una oscura alcantarilla abandonada, llena de objetos perdidos y putrefactos: “Éste es mi lugar secreto. Todos mis tesoros perdidos están aquí. Todos las cosas bonitas que una vez perdí, están aquí. Todo el tiempo que he perdido está aquí”. En una de sus excursiones, encontrará a una preciosa sirena malherida (Mari Somei), a la que ya había conocido años antes cuando en la misma zona había un río y campos verdes, y se la llevará a casa para intentar curar sus heridas. La alimentará a base de pescado y dedicará el tiempo a intentar pintar su belleza. La infección de la sirena, sin embargo, se irá extendiendo rápidamente por todo su cuerpo; siguiendo sus peticiones, el pintor cortará con un cuchillo algunas llagas y pústulas del cuerpo, aprovechando el líquido que emana de ellas para llenar potes de pintura de distintos y preciosos colores. Del cuerpo de la sirena, ya visiblemente descompuesto, comenzarán pronto a brotar multitud de gusanos cada vez más grandes, que en espasmos de dolor llegará incluso a escupir por la boca. Terminado el cuadro y haciendo caso a sus súplicas desesperadas, el pintor decidirá matarla para acabar con su sufrimiento. Poco después, una mancha de sangre en el techo alertará a los dos jóvenes vecinos del pintor que algo extraño está sucediendo en su casa: allí encontrarán el cuerpo brutalmente mutilado de una mujer con un cáncer de estómago (presuntamente la mujer del pintor) junto al cadáver de un recién nacido. El pintor es detenido por la policía poco después; la investigación concluirá que el hombre padece esquizofrenia y que por este motivo asesinó a su mujer embarazada y enferma. El único elemento extraño de la trama es una misteriosa escama, encontrada en el lugar del brutal crimen, pero que ningún laboratorio ha conseguido identificar.
5. Android of Notre Dame
Penúltima entrega de la serie, Android of Notre Dame se sitúa a medio camino entre el humor idiota de He never dies y la inaceptable gravedad y ansia de trascendencia de Mermaid in a manhole. La cinta empieza con un prólogo absurdo, con un hombre de muy avanzada edad sentado en una especie de estancia gótica: “Estoy en un sueño, del cual no puedo escapar. El tiempo vuela. Silencio eterno. La luz eterna revolotea en mi corazón. El cuerpo deviene un sin sentido. El mundo está muy lejos. El silencio se convierte en oscuridad y lo cubre todo”. La historia se resume en los descerebrados experimentos con electricidad que realiza una suerte de enano para curar la enfermedad mortal que padece su atractiva hermana. Ambos viven en una gran casa aislada y tranquila, lejos del mundo. En este contexto irrumpirá el misterioso Kate, un hombre sin escrúpulos que conoce la naturaleza de los experimentos hasta el más mínimo detalle e intentará hacerles chantaje. Ni corto ni perezoso, el enano lo asesinará brutalmente para resucitar luego su cabeza y utilizar su voz para atraer hasta la casa a su amante, Keiko, cuyo corazón servirá al final para rescucitar a su hermana, ya fallecida. Lo más curioso y bochornoso del caso es que al final ésta le recriminará que le haya devuelto a la vida porque finalmente había encontrado la paz que buscaba. El último plano confirma que el viejo del principio es el mismo científico, que afirma que aún puede oir las campanas por la muerte de su hermana.
6. Devil woman doctor
Considerada en ocasiones la cuarta entrega de la serie, Devil woman doctor es en realidad la sexta y última, y la más abiertamente humorística; también es, junto con Android of Notre Dame, la más espantosa y peor realizada de todas, que no es poco. Veamos el principio: una mujer (en todo momento, incluso por la voz, parece que se trata de un hombre disfrazado) con un sugerente vestido de cuero negro corta por la mitad una muñeca con un bisturí, operación que se salda con una exagerada explosión de sangre. Seguidamente mira directamente a la cámara mientras se lava las manos: “Soy una doctora, sin licencia. Una cirujana de los bajos fondos. Mi trabajo consiste en examinar enfermedades hereditarias a las que la medicina tradicional no puede hacer frente”. Sigue a continuación, otra vez, una penosa sucesión de escenas sin conexión entre sí que van desde la muerte violenta de algunos de los pacientes de la doctora hasta casos presuntamente sorprendentes y fuera de lo común (el hombre cuya mano pretende asesinarlo y que le clava cuchillos y tenedores en el cuerpo, una mujer que vive con un muerto viviente cada día más descompuesto, otra mujer perseguida por un gigantesco órgano humano abandonado...). Aún peor resulta la escena final: tres hombres sentados en una especie de terraza discuten sobre quién es el que tiene la enfermedad más espantosa, con una colección de sandeces que es mejor pasar por alto pero entre las que vale la pena destacar una mierda dotada de vida propia y con dientes y todo.