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la dvdteca del profesor legendre

publicado el 17 de mayo de 2010

After Dark Horrorfest 2007

La segunda edición del "After Dark Horrorfest " tuvo lugar entre el 9 y el 18 de noviembre de 2007 en cerca de 350 cines de Estados Unidos y supuso la exhibición de ocho nuevas producciones independientes de terror y ciencia ficción con un balance notablemente inferior al de la primera edición. El profesor no sabría recomendar ninguno de los títulos, que van de estériles vueltas de tuerca a ideas y elementos mil veces vistos –Borderland (Id., Zev Berman), Lake dead (George Bessudo), La mirada del diablo (Nightmare man, Rolfe Kanefsky), Tooth and nail (Mark Young), Desenterrados (Unearthed, Matthew Leutwyler)– hasta experimentos más o menos postmodernos sin nada relevante que aportar al género, caso de Crazy eights (James K. Jones), The deaths of Ian Stone (Dario Piana) y Mulberry street (Jim Mickle).

1. Estudiantes descerebrados, traficantes sádicos y un poco de magia negra

Borderland viene a ser una variación, no especialmente torpe pero tampoco distinguida, de anteriores producciones centradas en la supervivencia (o no) de uno o varios personajes atrapados en una situación límite que los supera por completo. El director Zev Berman trata de sacar partido de una localización en principio ideal para la realización de un ejercicio de estilo seco y sucio –inspirada lejanamente en el caso real de Adolfo de Jesús Constanzo, líder de una secta que practicaba sacrificios humanos, la trama se ambienta en la frontera de México con Estados Unidos–, pero no puede evitar que una creciente sensación de deja-vù se apodere rápidamente del conjunto. El conjunto se sitúa en un imposible medio camino entre Perdita Durango (Álex de la Iglesia, 1997) y Hostel (Id., Eli Roth, 2005) para narrar la historia de tres amigos del instituto que deciden celebrar su graduación pasando un fin de semana de alcohol, sexo y drogas en México: las cosas no saldrán ni mucho menos como habían previsto y pronto se verán perseguidos por un sanguinario grupo de narcotraficantes que practican la santería y que contemplan incluso la realización de sacrificios humanos como medida de protección para sus envíos de droga. Borderland prescinde de coartadas humorísticas, no de efectos especiales más o menos sangrientos, aunque en determinados momentos y salvando las distancias parece una entrega alargada –bueno, y más truculenta– de las andanzas del expeditivo ranger tejano que interpretaba Chuck Norris en una serie de la que el Profesor no quiere acordarse.

2. Cuenta conmigo… Cuando estés muerto

Ligeramente superior, por bien que sin la menor trascendencia, Crazy eights narra la historia de seis amigos –entre los que destaca la exactriz porno Traci Lords– que se reúnen en el entierro de un amigo de la infancia después de haber estado más de veinte años separados. Deciden buscar entonces un baúl que enterraron tiempo atrás en prueba de su amistad, pero descubrirán en su interior el esqueleto de una niña. Debut en la dirección de James K. Jones, la producción mezcla elementos e ideas de diversa procedencia (empezando por un argumento muy similar al de la novela Cuenta conmigo de Stephen King, publicada en 1982 y llevada al cine por Rob Reiner) para explicar la historia de una previsible venganza sobrenatural: aunque no pueden recordarlo, cuando eran muy pequeños los protagonistas se conocieron y convivieron en un hospital en el que se realizaban misteriosas pruebas y experimentos y del que no todos los pacientes consiguieron salir con vida. Con cierta voluntad de estilo pero con un ritmo demasiado lánguido y un desarrollo efectista (aunque coherente con la suerte de todos los personajes, pronto atrapados en el interior del antiguo hospital abandonado), el realizador orquesta un refrito que se ve tan rápido como se olvida y recrea con desigual fortuna momentos truculentos ya vistos en producciones anteriores del género: las apariciones del fantasma vengativo que se esconde en las instalaciones remiten a cualquier producción de terror oriental contemporáneo, si bien la sucesión de muertes que pronto empiezan a sucederse está tratada con una ambigüedad que desemboca en el aburrimiento (el Profesor se pasó los últimos veinte minutos durmiendo plácidamente).

3. Morir cada día

The deaths of Ian Stone parecía, a priori, una de las propuestas más estimulantes de esta segunda edición del festival, y decimos a priori porque los resultados finales, sin ser en absoluto mediocres, están bastante por debajo de las posibilidades de un punto de partida original y sugerente. Su protagonista, Ian Stone (Mike Vogel), está atrapado en un ciclo sin final en el que cada día despierta siendo una persona distinta y muere de manera terrible. En una de sus cortísimas vidas un hombre misterioso le informará de su verdadera naturaleza (y también de la los responsables de su situación, que lo persiguen sin tregua): es un “cosechador”, un ser monstruoso procedente de otra dimensión que se alimenta del miedo atroz de las personas que están a punto de morir de una muerte violenta. Pasada la sorpresa inicial, y más allá de algunas escenas resueltas con nervio por el director italiano Dario Piana, el argumento empieza a enredarse sobre sí mismo en una especie de variación / pastiche que no consigue disimular sus dos principales influencias, El efecto mariposa (The butterfly effect, Eric Bress y J. Mackye Gruber, 2004) y, en menor medida, The matrix (Id., Larry y Andy Wachowski, 1999). La estimulante presencia de la televisiva Jaime Murray en la piel de villana de turno, tan sexy como sádica, junto con el buen acabado técnico y formal y una duración ajustada a las posibilidades de la historia impiden hablar, en todo caso, de una realización fallida del todo.

4. La matanza de los garrulos

No puede decirse lo mismo de Lake dead, probablemente el peor título de todos los exhibidos en el 2007. Y no tanto por su mediocre puesta en escena y absurdo desarrollo argumental, sino por la desfachatez y poca vergüenza de sus máximos responsables a la hora de copiar, ni siquiera de recrear, los estilemas y recursos más gastados y previsibles del terror rural puesto de moda hace ya más de tres décadas atrás por La matanza de Texas (The Texas chainsaw massacre, Tobe Hooper, 1974). El director George Bessudo y el guionista Daniel P. Coughlin especulan con la existencia de una familia de psicópatas fruto del incesto y la endogamia que regenta un cochambroso hotel situado cerca de un lago: la matriarca, una abuela aparentemente afable y simpática (Pat McNeely), pretende utilizar a las tres atractivas protagonistas –herederas no saben cómo ni por qué del hotel en cuestión– para continuar con la estirpe maldita de la familia Lake (el doble sentido del título tampoco tiene desperdicio). No cuenta con que el heroico novio de una de ellas (Alex Quinn) se encargará de restaurar el orden con métodos tan contundentes o más que los utilizados por los dos hijos retrasados fruto de la unión de la madre con su hijo, caracterizado como el sheriff de la comunidad en una copia chapucera y demasiado descarada del citado filme de Hooper.

5. Nueva York bajo el terror de los hombres rata

Curioso precedente de [Rec] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), aunque a años luz de su mala leche e intensidad terrorífica, Mulberry street viene avalada por numerosos premios en los festivales especializados de Amsterdam, Montréal y Toronto. Se trata de una modesta producción independiente que saca, a trompicones, cierto partido de sus limitadísimos recursos de producción y de su anecdótica trama, centrada en la imparable expansión por el centro de Manhattan de una enfermedad infecciosa similar a la rabia que convierte a quienes la padecen en una suerte de ratas humanas hambrientas de carne humana. Jim Mickle se ocupa de la práctica totalidad de las facetas técnicas (además de director, editor y guionista también es el responsable de los efectos especiales y del diseño de sonido) y adopta una estética postmoderna influenciada tanto por los documentales televisivos como por el mundo de la publicidad. Una dispersión estilística, en menor medida también argumental y narrativa, que acaba por restar tensión e inquietud a la propuesta: a través de la televisión y la radio los protagonistas saben en (casi) todo momento lo que está ocurriendo en Nueva York y la trama pronto se reduce a sus intentos desesperados para conseguir escapar con vida del edificio en el que viven y en el que han quedado atrapados.

6. Vade retro, Rolfe Kanekfsy

Según el buen criterio del Profesor, Rolfe Kanefsky ocupa, detrás de Uli Lommel y David DeCoteau (y de Jim Wynorski, Fred Olen Ray o Uwe Boll: se trata de una lista orientativa) un lugar de honor entre los peores realizadores más o menos especializados en el cine de terror. La mirada del diablo, en todo caso, supone una ligera mejoría respecto a una de sus pocas realizaciones que había llegado hasta nosotros, Corpses (Cuerpos) (Corpses, 2004), título que provocó la deserción en masa de alumnos de primer curso de nuestra academia. Rodado en vídeo digital y con actores desconocidos (a excepción de Tiffany Shepis, camino de convertirse en la scream queen por excelencia de la serie Z terrorífica actual), centra su interés en las más que improbables evoluciones de una mujer (Blythe Metz será víctima de terribles visiones y pesadillas en las que es perseguida por un hombre cubierto con una máscara de una diosa africana de la fertilidad. Durante más de la mitad del metraje la propuesta constituye una pobre actualización de slasher de la década de 1980: intentando escapar del hombre pesadilla del título original, la protagonista irá a parar a una casa solitaria perdida en medio del bosque en la que dos parejas festejan el futuro matrimonio de una de ellas; todos sin excepción (no podía ser de otra manera en una producción tan poco sutil) empezarán a morir salvajemente asesinados. Mal introducidas notas de ambigüedad y diversos giros argumentales acaban convirtiendo la parte final del metraje en una ridícula copia de Posesión infernal (Evil dead, Sam Raimi, 1982).


7. Caníbales mutantes de la serie Z

Tooth and nail, por su parte, es otra producción que se queda en tierra de nadie, que no va a ningún lado, más que nada porque propone una enésima fábula futurista (o no) en la que los supervivientes de un mundo post-apocalíptico luchan entre ellos por la supervivencia. En este contexto, provocado por el agotamiento del petróleo, un grupo reducido de personajes aislados en un lugar cerrado –un hospital abandonado– deberán hacer frente a un grupo de tarados que a falta de otra cosa que echarse a la boca se han convertido en caníbales (y encima se autoproclaman “Rovers”). Con ecos lejanos de Mad Max, salvajes de la autopista (Mad Max, George Miller, 1979), la publicidad del filme presenta a Michael Madsen, Vinnie Jones y Robert Carradine como tres de los protagonistas cuando sus personajes no tienen el menor peso en el desarrollo de la acción. Tooth and nail no funciona en ninguna de sus vertientes / posibilidades, ya que todo en ella huele a refrito, a ya visto, a aburrido.


8. A vueltas con las monster movies

Si en las producciones comentadas hasta aquí la voluntad inicial que originó el nacimiento del After Dark Horrofest –la apuesta por subversión / renovación del horror cinematográfico– brilla por su ausencia, aún lo hace más en la última de las producciones incluidas en el certamen. Desenterrados es una voluntariosa pero pobretona mezcla de terror y ciencia ficción de serie B que destaca por su falta de riesgo y originalidad: el desarrollo de la trama es, a grandes rasgos, una mezcla entre Temblores (Tremors, Ron Underwood, 1990) y Species (Especie mortal) (Species, Roger Donaldson, 1995), mientras que el diseño de la criatura aparentemente extraterrestre a la que hace referencia el título remite mucho, demasiado, a la de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979). Prescindiendo de notas de humor, el director del filme de culto Dead and breakfast (2004) se muestra consecuente con la (mala) suerte de los personajes y trata de otorgar cierta profundidad a la principal protagonista (la sheriff alcohólica que incorpora Emmanuelle Vaugier, traumatizada porque tiempo atrás no pudo impedir el asesinato de un niño que había sido secuestrado), aunque no sabe, no puede o no quiere ir más allá de los tópicos habituales de la serie B norteamericana. Por destacar alguna cosa, las superficiales referencias mitológicas (la misteriosa desaparición de la tribu de los Anasazi parece inspirada en el fin de la civilización azteca) y alguna que otra reflexión crítica sobre la triste situación que viven los indios estadounidenses en las reservas de Nuevo México.


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