publicado el 26 de octubre de 2010
Marta Torres / Luis Rueda | Esta es la lista de películas que pudimos ver en la 43 edición del festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. No están todos los títulos pero sí una selección de los más interesantes, agrupados por secciones.
Secció Oficial Fantàstic Competició
El último exorcismo (The last exorcism)
(2010) Daniel Stamm (Estados Unidos)
Convincente y chispeante en la memoria por sus méritos resultó The last exorcism de Daniel Stamm. La premisa de un falso exorcismo acaba mutando hacia uno de los filmes más inquietantes del presente festival. Recursos de espontaneidad mal desarrollados en filmes como Paranormal activity o La leyenda de la Bruja de Blair, para la ocasión, hallan un encaje sorprendente sobre la partitura de un buen guión, de posibilidades ilimitadas, así como una eficaz sensación de ligereza en la apuesta por meter tijera en lo intrascendente gracias a un montaje que relativiza esa esencia de falso documental que algunos venden para eternizar secuencias vacias. El falso documental y del manejo de la cámara al hombro no son en este caso una excusa para conformar a través de una promoción viral un fast food indigesto. The last exorcism es un título inteligente, de profusa ambigüedad y una planificación extraordinaria. Acaso no acatamos la impertinencia de un giro final dudoso, pero en conjunto Daniel Stamm nos da la razón a aquellos que defendíamos en su día que la forma nunca debe camuflar la naturaleza de una buena historia, más bien debe complementarla. The last exorcism es el ejemplo de que el falso documental no tiene por que ser un sainete confeccionado con retales de cine amateur, en sus proporciones, texturas e inmediatez también hay cabida para una historia realmente
perturbadora. Se ha retrasado su estreno en España.
Uncle Boome Who Can Recall his Past Lives
(2010) Apichatpong Weerasethakul (Tailandia)
En mi opinión, tres han sido las indiscutibles obras maestras de Sitges 2010: The Ward, de John Carpenter, I Saw the Devil de Kim Ji-woon y Uncle Boome Who Can Recall his Past Lives de Apichatpong Weerasethakul. La primera supone una magna obra de síntesis de la carrera del director estadounidense que combina el clasicismo formal con un juguetón e innovador tratamiento del tema de la identidad como motivo cinematográfico (sin vehemencias ni alardes vacuos, al igual que hizo Martin Scorsese en Shutter Island). Por su parte, el filme de Kim (inabarcable por su densidad, hermoso y atroz a la vez) supone la película definitiva sobre el tema de la venganza en el reciente cine asiático (superando a Takeshi Kitano o Park Chan-wook). Es un filme de tortuoso recorrido que prácticamente sella cualquier intento de poder decir algo más sobre la relatividad de los conceptos del mal y la piedad en este género. Y por último, la obra que está llamada a ser uno de los mejores filmes de la década, Uncle Boome Who Can Recall his Past Lives, la mejor película de su director y una de las mejores obras de cierta tendencia antropológica del cine fantástico.
De Peter Weir a Fabrice du Welz, o de Michelangelo Antonioni al primer Werner Herzog (no el de los tontos falsos documentales de los últimos años), existe una infinidad de autores que han tratado la naturaleza como una entidad orgánica y espiritual a la vez. En sus filmes, la realidad circundante se transforma en un ser que nos aturde, nos persigue, nos espía y nos acecha. Es una entidad independiente de ignotas razones y estímulos. Asimismo, el elemento fantástico de las obras de estos autores radica no tanto en cómo el hombre interpreta la naturaleza sino en cómo ésta nos interpreta a
nosotros. De esta manera, el entorno natural acaba convirtiéndose en el personaje principal y nosotros somos sus piezas de juego. Con su último filme, Weerasethakul toma el relevo de estos autores, elimina parte de los errores de Tropical Malady y potencia sus aciertos para crear una obra cumbre sobre el espacio que nos rodea, un mundo natural que tanto recoge nuestros impulsos, sueños, miedos y fantasmas como los suyos propios. En Uncle Boome Who Can Recall his Past Lives la naturaleza es
un símbolo que recoge toda la proyección humana, tanto la natural como la sobrenatural. De hecho, su vertiente sobrenatural es tan elevada que se puede decir claramente que nunca ha estado el cine tan cerca de filmar un limbo (espiritual, fantasmagórico pero también material) como en este filme. Porque, en definitiva, de lo que trata Uncle Boome Who Can Recall his Past Lives es del limbo, de un espacio intermedio donde las reglas han dejado de existir, donde ya no hay certezas de nada y donde la noción de realidad se ha evaporado: muertos y vivos, pasado y presente, animales y hombres, sueños y premoniciones, todo acaba conjugándose entre las hirientes y plácidas imágenes de la naturaleza atávica que lo reúne todo para acabar siendo la única realidad posible. En definitiva, una obra inolvidable y estremecedora que nos invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de lo que nos rodea. (Juan Carlos Matilla)
Thirteen Assassins (Jusan Nin no Shikaku)
(2010) Takashi Miike (Japón)
Extraordinario filme de samurais que combina tradición, clasicismo y una suerte de hiperbólico desarrollo que el realizador japonés eleva al arte de la provocación. Es esta una cinta sólida, con aromas a western añejo y con hechuras de gran espectáculo, que mereció algo más que un premio a su arrolladora concepción visual -vestuario, diseño de producción-. Este remake de The Thirteen Assassins (1963, Eiichi Kudo), más radical e igualmente sobrio, nos recupera a un Takashi Miike plenamente consciente de sus virtudes como realizador. Cabe precisar que en la presente edición del festival también presentaba Zebraman: Attack of the Zebra City, variante del cine de superhéroes pasdo por un tamiz pop irreverente. Miike vive atrapado en una indefinición estética casi metafísica que se alimenta de una vitalidad y prolijidad inéditas en el panorama audiovisual, es capaz de automutilarse con un par de filmes decadentes cada año y ofrecer también en ese plazo una o dos obras maestras, la última de ellas
Thirteen Assassins. Prácticamente perfecta.
The Perfect Host
(2010) de Nick Tomnay (Estados Unidos)
Una propuesta con aromas a La huella (1972) que coquetea abiertamente con la comedia negra. Hasta ahí todo parece tentador pero lo cierto es que si The Perfect Host adolece de algo es de empaque, de negrura y de mala baba. Todo un inconveniente para un filme impredecible en su desarrollo, bien orquestado y que cuenta con la excelencia de los actores David Hyde Pyerce y Clayne Crawford, especialmente de David Hyde Pyerce que borda su papel de amanerado snob con trastorno de
personalidad La premisa es clara, un ladrón de bancos se oculta en la casa de un solitario gentleman que acaba por devenir un psicópata en potencia. Realmente los juegos de apariencias en el filme están bien resueltos pero no tanto la subtama o un desenlace que recuerda en demasía a Atrapa un ladrón de Steven Spielberg. De cualquier modo la primera hora del filme resulta desternillante gracias a lo grotesco de la situación pero a medida que la cinta avanza uno cae en cierta sensación de repetición, de zozobra. Meritorio el aprovechamiento de un único set el apartamento y el manejo de dos únicos personajes en la práctica totalidad del filme, pero lo dicho, si a Nick Tonay se le hubiera ido un poco más la mano con el sadismo de ciertas situaciones la cosa hubiera ganado enteros. Un filme en la órbita de Los Asesinatos de Mamá (1994) de John Waters o Secuestrando a la Srta. Tingle (1999) de Kevin Williamson.
Rare Exports: A Christmas Tale
(2010) Jalmari Helander (Finlandia, Suecia, Alemania, Francia)
Pocos articulistas tuvimos la intuición de acudir a la sesión de este filme extraño, poético y sarcástico, que relata la odisea de unos redneks finlandeses que se proponen secuestrar a un Santa Claus. Helander nos sitúa en un marco desolado como Laponia una aventura con tintes lovecraftianos en la que el mito de 'Papá Noel' se convierte en una pesadilla psicotrónica con demonio gigantesco, ancianos asesinos y una familia de códigos particulares empecinada en sacar rentas de los tópicos navideños. Un buen filme, muy original, sin duda, ¿pero el mejor del festival? Aquí es donde nos asaltan las dudas. Galardonar a Rare Exports: A Christmas Tale parece el acto de impostura de un jurado poco contento con los filmes a competición... Por otro lado, el fallo es bien consecuente con cierta tradición de dar a conocer cinematografías (espontáneas o no) desconocidas para el afín al fantástico. De Rare Exports: A Christmas Tale se han dicho incongruencias como que es muy spilbergiana (y en
tono peyorativo desgraciadamente), lo cierto es que su combinación de sorprendente poética visual, humor descerebrado y thriller a contracorriente la convierten en inclasificable, un rara triunfadora. Es muy posible que se estrene en nuestro país.
La Casa Muda
(2010) Gustavo Hernández (Uruguay)
La cinta uruguaya La casa muda es un relato gótico al uso, y eso ya la convierte en una propuesta estimable que se jacta de ser rodada con una cámara de fotos en un único plano secuencia. En ese extremo el filme resulta impecable y formalmente sorprendente amén de que su utilización del fuera de campo es totalmente meritoria, pero, por el contrario, su contenido deviene tópico, previsible y en ocasiones cómico. La escasez de medios, el entusiasmo y la determinación de que hace gala el filme provoca nuestra complicidad, sin duda, pero más allá de la simpatía que nos trasmite el 'exotismo' de la propuesta no podemos perder de vista la retahíla de lugares comunes mil veces revisitados que acumula la cinta. Su desarrollo es torpe y dubitativo, sus pretensiones escasas y por ende lo que a priori podría resultarnos honesto oculta un trasfondo de conformismo alarmante. Sería impropio citar aquí a Jaume Balagueró, pero no del todo descabellado, Gustavo Hernández ha estudiado muy bien los golpes de
efecto de REC (2007) y ha procurado eleborar un producto excesivamente naturalista que naufraga en intensidad e inmediatez, justo aquello que se le pide. Aún no se conocen fechas de estreno.
Somos lo que hay (We are what we are)
(2010) de Jorge Michel Grau (México)
Prometía mucho la primera película Jorge Michel Gran, que nos presentaba nada menos que un thriller centrado en una familia de caníbales que acecha en los barrios marginales de México DF. El resultado satisface a medias. Es interesante el punto de partida: la descomposición de una familia de costumbres cercanas a la licantropía ante la falta súbita del liderazgo familiar, el retrato opresivo de su hogar (sórdido a más no poder, repleto de símbolos de los que no conocemos el sentido) y su lucha agónica por el alimento. Se pierde en cambio en detalles esperpénticos (la pareja de policías que los persigue y el thriller que construye a su alrededor) o tontamente maniqueos (las prostitutas y su venganza, etc). En todo caso, un soplo de aire fresco en el viciado ambiente de las películas de terror y de género.
Monsters
(2010) Gareth Edwards (Estados Unidos)
El filme de invasiones extraterrestres Monsters resultó una broma pesada para el público de Sitges. “Un timo”, dijeron algunos. Y es que Monsters es un ejercicio maniqueo de cine de autor que traslada la filosofía indie de las películas de Sofia Coppola o Michael Winterbotton (véase Lost in Traslation o Código 46) al territorio del fantástico sin demasiado respeto por la tradición sci-fi. La iniciación de una pareja por un territorio infectado en la frontera de Estados Unidos con México es poco menos que una odisea espiritual con una coreografía de calamares gigantes y agresivos al fondo. Quizás Sitges no es el marco ideal para una propuesta tan alternativas y experimental... La coartada sci-fi para el caso es... ciertamente, un timo, pero cabe defender el filme en su conjunto como un viaje interior, en ocasiones estimulante, a través de un paisaje en plena decadencia y descomposición. Impactantes resultan los edificos abandonados en medio de la selva, los buques oxidados en los lindes del río, etc... Pero la Apocalipsis, contada en voz baja parece menos Apocalipsis,
al menos para un público acostumbrado a que le enseñen hasta el sarro de los alienígenas. Con todo es un filme a recuperar y a enjuiciar con otros parámetros, no apto para aquellos que consideran que ante una hecatombe extraterrestre se puede hacer algo más que ir de turismo y reflexionar sobre nuestra existencia. Pura zen-Sci-Fi.
Rubber
(2010) Quentin Dupieux (Francia)
Uno de los platos fuertes de Sitges 2010 fue, sin duda, Rubber, de Quentin Dupieux, la historia del neumático asesino que dejó descolocados a los asistentes del pasado Festival de Cannes. Un divertido filme que, a pesar de su apariencia inocente y simplona, invita a reflexionar sobre ciertas tendencias del cine contemporáneo.
En mi opinión, existen dos maneras extremas de encarar una propuesta tan extravagante e inaudita como Rubber. Parafraseando a Umberto Eco, una podría ser apocalíptica y la otra integrada. La primera señalaría la obra de Quentin Dupieux como la culminación de cierta tendencia del audiovisual contemporáneo (sobre todo el publicitario y el televisivo) que ha enterrado la narrativa y la dramática clásica para quedarse con la forma pura. Esto es, reducir el cine a su última expresión, como si fuera
una abstracción de la puesta en escena, como si la forma de contar de un filme fuera más importante que lo que se cuenta. Sin duda, algo que conllevaría la nulidad del arte cinematográfico entendido como un medio para narrar y reflexionar. Por otro lado, la integrada celebraría en parte este triunfo de la forma ya que evidencia la incorporación en nuestro ideario personal de la puesta en escena de una manera tan íntima que podemos inflar de dramatismo un filme que sólo se sostiene por cómo está narrado. Por tanto, casi podría verse como un triunfo del cine como lenguaje que lo absorbe todo,
hasta el propio significado. La sintaxis por encima de la semántica (axioma que también se podría aplicar a otro de los mejores filmes del festival, la magnífica y ninguneada Red Nights de Julien Carbon y Laurent Courtiaud).
No obstante, supongo que la mejor manera de enjuiciar Rubber sería un término medio: la reeafirmación del cine como lenguaje universal que muta continuamente hasta lograr nuevas metas. Ni muerte ni celebración, mas bien evolución. Así, Rubber es un hito más del cine reciente que parte de la forma cinematográfica para seducir, intrigar e invitar al espectador a que reflexiones sobre cómo la puesta en escena puede dotar de fuerza a un filme (que no es poco). Y si además lo hace con sentido del humor, pericia técnica y originalidad, pues mucho mejor. De hecho, no deja de ser sorprendente que la película que se suponía iba a ser la parida del certamen haya acabado siendo uno de los ejercicios de metalenguaje más densos que este cronista ha visto en años. (J.C.M).
Black Death
(2010) de Christopher Smith (Alemania)
Interesante filme alemán ambientado en el medievo con el trasfondo de la peste y la confrontación entre paganismo y religión. Interesante en su planteamiento inicial puramente fantastique, cuando un grupo (muy carpenteriano) de caballeros e individuos orquestados desde altas estancias de la Iglesia Católica se aventuran en plena epidemia de peste en busca de un pueblo de misteriosos supervivientes en una zona prohibida, pero algo decepcionante cuando la premisa sobrenatural queda relativizada. En el fondo Black Death es un fresco decadente sobre la ambigüedad de la religión y su peso en la determinación de los hombres sacudidos por el miedo a la muerte. Lo que en su inicio se nos presentaba como una cruzada contra el diablo acaba por precipitar en una gratuita exposición de la tortura y la sinrazón para la que druidas y cristianos ejemplifican la batalla por la fe pedida. Con todo, la cinta tiene destellos precisos que nos tren ecos de aquella maravillosa y dura película que era Witchfinder
General (1968) de Michael Reeves, pero ecos lejanos y diluidos en un afán racional por atar cabos que desnuda la propuesta definitivamente de su fascinante premisa. Hay filmes que deberían desistir de cierto afán aleccionador (incluso didáctico) y bien hicieran en dejarse contaminar por una mayor inercia pulp. Aquí echamos en falta, diablos, fantasmas y más espada y brujería.
Legend of the fist: The Return of Chen Zhen (Jing Mo Fung Wan: Chen Zhen)
(2010) Andrew Lau. (Hong Kong, China)
La premisa de ver un un folletín de héroes enmascarados en el Shanghai en los años 20 se antojaba irresistible, teniendo en cuenta que se trataba de un gran producción con el especialista Andrew Law (director de segunda unidad de la imprescindible Infernal Affairs) detrás de la cámara y con la estrella Donnie Yen como actor principal y coreógrafo de las peleas. Chen Zen, el héroe enmascarado de la resistencia que tuviera años ha la silueta de Bruce Lee, se antoja un personaje irresistiblemente pop que por desgracia transita por un film que nunca acaba por convencernos en su mezcla de panfleto patriótico lastrado or una mlesta desmesura orquestal. A salvedad de una escena de acción inicial extraordinaria, la presencia de la actriz Shu Qui como más que probable vamp con aires a Matahari y la presencia del esforzado Donnie Yen, Legend of the fist: The Return of Chen Zhen acaba por parecer una imposible mezcla de Cotton Club (1984) de Francis Ford Coppola e I P Man (2008) de Wilson Yip.
Lamentablemente Andrew Law desbarata las escenas de acción conviertiéndolas en un secante estético para el desarrollo de las coreografías del espectacular Donnie Yen, y tampoco acierta a la hora de retratar el juego de espionaje y de las falsas apariencias perdiéndose, lamentablemente, en un discurso pueril de epopeya nacional. Lo peor de un filme de estas características es que resulte anodino, poco trepidante y aburrido.
Bedevilled (Kimboknam Salinsageonui Jeonmal)
(2010) Jang Cheol-so (Corea del Sur)
Hermosa opera prima del director coreano Jang Cheol-so, hasta hace poco ayudante de Kim Ki Duk. Bedevilled es una mezcla entre un slasher y un melodrama abiertamente excesivo, casi operístico, sobre los maltratos que sufre una pobre muchacha en una comunidad pequeña y cerrada asentada en una isla. El filme se sumerge sin contemplaciones en este infierno rural, cargando las tintas en la descripción de un personaje a veces patético y vulnerable, a veces poético. Más que un slasher al
uso, Bedevilled tiene mucho de opera, por su carga melodramática, y de drama griego, en el que el pathos, el dolor, lleva sin remedio al derramamiento de sangre. La isla de la película se torna el escenario de un mito, de una representación primitiva que sólo puede darse en los pueblos pequeños y aislados.
La película fue todo un descubrimiento en Cannes y ha pasado algo desapercibida en el festival de Sitges. Vale la pena recuperarla.
Dream Home (Wai Dor Lei Ah Yut Ho)
(2010)Pang Ho-cheung (Corea del Sur)
A la manera de Bedeville, la película hongkonesa Dream Home utiliza los mecanismos del slasher para contarnos algo diferente sin desmerecer por ello ni al género ni, en este caso, a la durísima crítica social y económica que se encuentra en el fondo de la película. El filme está ambientado en la gigantesca ciudad de Hong Kong, una colmena de edificios de hormigón construida a base de especulación, mafias y desalojos. Pero lejos de hacer un retrato de grandes proporciones de la corrupción urbanística, toma el caso concreto de una mujer obsesionada hasta la médula por
conseguir el piso de sus sueños y por el que está dispuesta, literalmente, a hacer cualquier cosa. La película es a la vez un slasher durísimo (e impecablemente filmado), y una vuelta de tuerca a la representación del capitalismo y a los monstruos que crea. Sangre y crítica social a borbotones.
Dream Home, de Pang Ho-cheung, consiguió en Sitges el premio a la mejor actriz, una estupenda Josie Ho, y al mejor maquillaje.
A Woman, A Gun and a Noodle Shop (San Qiang Pai an Jing Qi)
(2010) Zhang Yimou (China, Hong Kong)
Ejercicio de estilo de Zhang Yimou que se sirve de la primera película de los hermanos Coen (Sangre fácil) para firmar un slapstick desenfadado y para nada serio, ambientado en una tienda de noodles durante la época de la China imperial. Destacan dos aspectos de la película, la precisión casi exquisita que pone el director en el mismo ejercicio de narrar la acción (todo se filma con precisión quirúrgica) y la fotografía (colorista y exagerada, aunque muy bella). Al margen de sus logros formales, la película tiene poco más que ofrecer. Que nadie espere reinterpretaciones del filme original, con el que no comparte ni intenciones ni estilo -la película se encuentra más cerca del cine cómico y de la fábula que del thriller-, ni busque al Zhang Yimou lírico de sus inicios, ni siquiera al épico de La casa de las dagas voladoras.
The Housemaid
(2010)de Sang-soo Im (Corea del Sur)
Esta película pone de manifiesto uno de los puntos que los organizadores del festival no han sabido solucionar a lo largo de los años y es su indefinición a la hora de decidir que películas deben entrar en la sección oficial fantàstic a competición. The Housemaid es una buena película, un thriller sofisticado con algo de la perfección matemática de Hitchcock, pero no es un filme que pueda definirse como fantástico o de terror, ni por contenido ni por tono o estilo. Sí lo podría haber sido la película en la que está inspirada (The Housemaid, 1960), al ser un filme que extrae todo el jugo
a los mecanismos tradicionales del género y a algunos más para contarnos una encarnizada lucha por el poder entre una familia y su doncella que no escatima en medios (venenos, sexo, manipulación y violencia). El remake que nos ocupa, dirigido por Sang-soo Im, carga más las tintas en la lucha de clases y el thriller sutilmente erótico de cariz más convencional. Buen tempo y sentido del suspense y factura elegante para una película sutilmente clásica a la que le hubieran venido muy bien algunas salidas de tono que el director sólo insinúa al final de la película.
Red Nights (Nuits rouges du bourreau de jade)
(2010) Julien Carbon / Laurent Courtiaud (Francia)
La oscura caligrafía de la sangre y la estética del dolor se encuentran en cada fotograma de la opera prima de los franceses Julien Carbon y Laurent Courtiaud, críticos de cine y guionistas exiliados a Hong Kong donde trabajaron junto a Johnnie To y Tsui Hark. Red Nights es un delicatessen para amantes del fetichismo cinematográfico, el mismo que dio forma y contenido al giallo italiano, el polar francés y la categoría III hongkonesa. (de la que toma, además, a una de sus actrices: Carrie Ng, la protagonista
de Naked killer). Su estructura de folletín, abiertamente insustancial sobre la lucha por conseguir un antiguo veneno que proporciona experiencias al límite del dolor y el placer, sostiene un tributo al mundo nocturno de las vampiresas armadas con uñas de acero y perversas intenciones (increíble el personaje de la villana protagonista). Sádica, oscura, visualmente brillante, Red Nights es como un licor fuerte: sólo requiere de los sentidos (cinematográficos) para disfrutarse.