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publicado el 30 de junio de 2011

Luces y sombras de Casa Asia Film Week

El nuevo festival que Casa Asia ha organizado en Barcelona a principios de junio se puso por montera dos objetivos muy serios: ocupar el espacio que dejó libre el BAFF, el festival asiático que puso Barcelona en el mapa durante una década y convertirse en una de las referencias europeas del cine oriental. Para ello contaban con la ayuda de la plana mayor del Festival de Sitges, Àngel Sala y Mike Hostench, que se encargaron de la programación y que actuaron como señuelo dejándose ver en las proyecciones.

Marta Torres Y Alberto Romo | No hace falta decir que el CAFW no tenía demasiados puntos a favor para lograrlo. Casa Asia Film Week se ha montado en tiempo récord y con apenas 45.000 euros de presupuesto, mucho menos dinero del que disponen los festivales con los que se quiere comparar. Por este motivo, se han centrado en la programación y solamente han invitado a la realizadora Ann Hui, a quien rindieron homenaje con una retrospectiva.

Sobre el primer punto, los organizadores ya matizaron que el CAFW tendría un perfil propio, más eclético, variado y comercial que el BAFF, que siempre estuvo orientado a un público minoritario. Algunos de los filmes proyectados podrían calificarse como de “autor”, pero en general se ha optado por películas con posibles recorridos en la taquilla de nuestro país, no en vano, el festival apostó ante todo por convertirse en un atajo entre las producciones asiáticas y las salas de cine españolas.

Es el caso de la película ganadora, Buddha Mountain, de la realizadora china Li Yu. Se trata de un drama emocionante sobre la vida de tres jóvenes perdidos en la China actual, con el vacío (generacional, vital y cultural) de fondo. Taquillazo en China y carne de festivales.

El filme inaugural, Reign of Assassins, de Chao-Bin Su (y John Woo como codirector) jugaba las mismas bazas: un wuxia esperado y taquillero que prometía luchas espectaculares, lujo y aventuras entre históricas y fantasiosas. Si bien la cinta se distribuirá en España gracias a Fortissimo, la copia que inauguró el festival respondía al montaje original chino y no a la copia que se venderá internacionalmente. Por desgracia, Reign of Assassins no cumple con las expectativas que genera. Se trata de un filme flojo, tedioso, sobretodo en una primera parte demasiado alargada (quizá lo solventen con el remontaje) y en general sin demasiado interés. La película navega entre el cine de aventuras serio (Las aventuras de Tigre y Dragón, por ejemplo) y un wuxia algo más liberado, de raíces hongkonesas, pero se queda en un quiero y no puedo que tiene bastante que ver con el puritanismo de la China continental. Reign of Assassins explica la lucha de un grupo de asesinos para conseguir una reliquia sagrada que otorga a quien la posee el arte y la ciencia del kung-fu, un guión peregrino que daba pie a una película mucho más delirante y libre, empeñada en malograr hasta los apuntes más sardónicamente deliciosos de la película. A pesar de todo, cuenta con buenas interpretaciones y la presencia de la gran Michelle Yeoh y de Woo-sung Jung, al que pudimos ver en la, esta sí, grandísima película El bueno, el malo y el raro de Kim Ji-Won proyectada en Sitges en 2008.

De la cuota japonesa destacan Confessions, (Kokuhaku, 2010) de Tetsuya Nakashima y la película de ciencia ficción Space Battleship Yamoto. De la primera hay que decir que provoca una sensación ambivalente, tanto por la buscada demagogia de su contenido como por el uso de una estética preciosista y un abuso sospechoso de los ralentís al servicio de un filme que más parece una soflama ideológica que un honesto “poner el dedo en la llaga”, y me explico. Confessions incide en el mito de los niños “malvados” pero se encuentra muy lejos de la mirada perturbadora de La cinta Blanca o El pueblo de los malditos. La película está estructurada en tres confesiones. La primera es la de una profesora resentida por la muerte a sangre fría de su hija a manos de dos estudiantes del colegio donde trabaja, mientras que las siguientes corresponden a esos estudiantes. La obra de Nakashima es un intrincado puzzle formal, admirablemente construido, que repele y fascina por su condición de artilugio cruel, de artículo de moda tan hermoso a la vista como forzosamente superficial. Atrapa de principio a final y deja un regusto a placer culpable.

Space Battleship Yamoto es una propuesta muy diferente. La obra de Takashi Yamazaki es un film de género con un gran presupuesto, que nos sitúa en el año 2199, cinco años después que apareciesen unos misteriosos alienígenas llamados gamilas y empezasen a atacar a la Tierra, dejándola inhabitable. Un grupo de supervivientes se embarcará en una aventura espacial en un crucero galáctico para llegar al lejano planeta Iscandar, donde parece tienen la solución a todos sus problemas. La película está basada en una obra de anime de ciencia ficción de los años 70 creada por los mismos autores que concibieron El capitán Harlock y da lo que promete: acción galáctica, personajes algo estereotipados, efectos especiales y una épica cercana a productos como Galáctica, estrella de combate. La cinta ha sido una de las más taquilleras del año en Japón, con un presupuesto de 20 millones de dólares y una recaudación de 50 millones.

La cuota que todo festival especializado en cine oriental -y que se precie de lucir pluricultural y trendy-, debe conceder al cine de Bollywood, quedó cubierta en esta ocasión con Guzaarish de Sanjay Leela Bhansali, si bien su inclusión en la sección oficial a competición se nos antoja demasiado condescendiente. Trasladar la trama de Mar adentro, protagonizada por un tetraplégico que lucha por morir dignamente, al seno de una industria cinematográfica que fundamenta su idiosincrasia en el dinamismo de los actores, sus elaboradas coreografías, y el optimismo infeccioso, puede parecer una insensatez condenada a la incomprensión (al menos, fuera de las fronteras hindúes). No hubo sorpresas para este cronista: la película, además de insensata, me pareció petulante y ridícula en su afán desmedido por epatar visualmente y buscar la lágrima fácil, a base de esteticismo vacuo y ñoñería edulcorada.

Mucho más interesantes resultaron los diversos thrillers coreanos presentados en el festival. The man from nowhere de Jeong-beom Lee es una tonificante combinación del subgénero típicamente estadounidense de justicieros urbanos (i.e. Death wish), con la reciente ola de oscuros policiacos coreanos (Memories of murder, The chaser...), rociada con generosas dosis de cine de acción hongkonés. Todo un explosivo cóctel, tan trepidante como irresistible, espléndido a todos los niveles (guión, fotografía, música, interpretaciones...). Su hiperbólica plasmación de la violencia, casi operística y con un diseño de asesinatos impecable, alcanza el paroxismo en su frenético tramo final, si bien cabe reprochar un desenlace en forma de happy end, en exceso sentimentalista. Igualmente violenta, pero más cruda y descarnada, resultó Encontré al diablo, la última genialidad de Kim Ji-woon, cuyo desolador nihilismo -presente en cierta medida en otros thrillers coreanos recientes, como la antes comentada The man from nowhere- adquiere aquí resonancias plenamente Nietzschianas. La frase del filósofo alemán “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo”, sintetiza a la perfección las malévolas intenciones de la película, desbordante de humor negro (el tronchante encuentro del psicópata con una tropa del ejército) y escenas antológicas (a retener la del taxi nocturno). Proyectada en una festiva(lera) maratón nocturna de espíritu netamente “sitgetiano”, de hecho, pudo verse en el último festival de Sitges.

A diferencia de los protagonistas de las anteriores, implacables “máquinas de matar”, el de Moss se nos presenta como un desvalido individuo superado por las circunstancias. Sin embargo, a lo largo del dilatado -pero necesario- metraje del film (de casi tres horas), vemos como paulatinamente va ganando confianza en sí mismo, hasta enfrentarse con firmeza a toda una comunidad rural liderada por un enigmático cacique. Como en la excelente Memories of murder, del coreano Joon-ho Bang, el mayor interés de la película consiste en su capacidad para desvelar brillantemente los conflictos latentes entre lo urbano (representado por el protagonista) y lo rural (la comunidad a donde llega), entre la civilización y la naturaleza, el orden y el desorden, la represión y los instintos, el individuo y la colectividad... Para cerrar el capítulo de thrillers coreanos, debe mencionarse A better tomorrow de Song Hae-Sung, un remake de la mítica película homónima de John Woo, alejado del marcado tenebrismo de sus compatriotas, que evidencia la vigencia del denominado heroic bloodshed hongkonés y que la película de clausura, The Stool Pigeon de Dante Lam no hace más que certificar. Con la última película de Lam se pone el cierre a una semana de actividades y proyecciones, capaz de atraer a un público tan numeroso como variopinto. El balance sólo puede ser positivo, a pesar de algunos -entendibles y menores- problemas organizativos, e invita al optimismo de cara a futuras ediciones.


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