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clásicos modernos

publicado el 5 de febrero de 2013

Viaje por la Italia esotérica

L'arcano incantatore poco o nada tiene que ver con el horror italiano o europeo, ya sea clásico o contemporáneo, no mantiene la menor relación con la obra de cineastas consagrados al género como Mario Bava, Dario Argento o Lucio Fulci y rechaza de forma radical cualquier concesión a las modas imperantes. Impecable prolongación / sublimación de las anteriores incursiones en el género de su realizador –todas ellas escrupulosamente inéditas en España–, constituye una de las más fascinantes aproximaciones al folklore tardomedieval vistas en una pantalla de cine y, más allá, uno de los ejercicios más estimulantes sobre el horror, entendido más como un sentimiento atávico e indisociable del alma humana que como una sensación o creación mental, del último tercio del siglo XX.

Pau Roig |

Nacido en Bolonia en 1938 y responsable de más de cuarenta producciones entre películas, telefilmes y episodios de series de televisión, Avati sigue siendo un perfecto desconocido en España fuera del circuito de los festivales (más o menos) especializados. Sólo ha visto estrenados cuatro filmes en nuestro país –Burdella (Bordella, 1976), Una historia de chicos y chicas (Storia di ragazzi e di ragazze, 1989), El testigo del esposo (Il testimone dello sposo, 1997) y La segunda noche de bodas (La seconda notte di nozze, 2005)–, a los que habría que añadir El corazón ausente (Il cuore altrove, 2003), editado en dvd, sin que ninguno de ellos mantenga la menor relación con el género que nos interesa. El terror nunca ha atraído especialmente al realizador italiano, aunque ha contribuido a él con títulos decisivos; dejando de lado sus dos primeras realizaciones, Balsamus, l’uomo di Satana (1968), una irritante locura psicodélica centrada en las oscuras peripecias de un enano dotado de extraños poderes en un siglo XVIII imaginario, y Thomas e gli endemoniati (1969), sobre las vivencias de un miserable grupo de actores, sus posteriores incursiones en un género en el que nunca ha querido ser encasillado pronto adquirirían el estatus de culto: La casa dalle finestre che ridono (1976), ganadora del Festival de Cine Fantástico de París, La strelle nel fosso (1979) y Zeder (1983), con una trama que guarda sospechosos puntos en común con la novela de Stephen King Cementerio de animales (publicada ese mismo año), dan cuenta, así, de un cineasta rabiosamente personal, único, ajeno a las principales tendencias del cine de género producido en Italia e interesado sobretodo en el folklore y en las tradiciones legendarias y mágicas de su país. "La fábula campesina italiana constituye un tesoro inestimable que merecía su espacio en nuestro cine. Se ha hecho muy poco para conservarla y yo procuré proponerla en dos de mis filmes: Le strelle nel fosso y L’arcano incantatore. Nuestros cuentos no tienen ningún fin moralista, no tienen nada que enseñar y nada dejan, aparte de una sensación sutil de malestar que a mí me gusta traducir como miedo" [1]. Avati siempre ha renegado de la tendencia efectista / grosera de las más populares producciones de terror italianas, de las que nunca ha querido formar parte y con las que, más allá de colaboraciones anecdóticas, no mantiene ningún vínculo [2]. Es el suyo un cine de texturas, de atmósferas, de silencios y pequeños detalles que esconden secretos innombrables perdidos en un pasado oscuro. Un cine construido a base de sutilezas y con una voluntad decididamente antropológica, en el que la poesía y la belleza no ocultan, sino que bien magnifican o subliman un horror a la vez abstracto y terriblemente real; sus fantasías, a la vez serenas y asfixiantes, se insertan en "las tradiciones inmemoriales y las consejas de ancianas enlutadas, las leyendas susurradas al amor de la lumbre; resumiendo, los valores mágicos y los atributos esotéricos del más recóndito mundo rural, soberbiamente impermeables al avance urbano-tecnológico-científico" [3].

L’arcano incantatore supone una especie de prolongación de La strelle nel fosso, filme de visión prácticamente imposible en la actualidad (en su momento fue un notable fracaso comercial en su país de origen) y que se erige, en palabras de su propio autor, "un cuento sobre la vida y la muerte, los sueños y el amor". Lejos, muy lejos del materialista mundo contemporáneo y de las tortuosas y muchas veces groseras intrigas del giallo, Avati introduce al espectador en un siglo XVIII rural y desconocido, en un mundo en el que la realidad, la espiritualidad y la imaginación aún no habían sido separadas por la luz de la razón, en la que la cotidianeidad podía ser alterada por manifestaciones inexplicables e incluso fantásticas. Toda la película se articula a partir de la contraposición entre dos hombres / mundos muy distintos aunque con numerosos elementos en común, hasta cierto punto indisociables: un joven seminarista que ha sido denunciado por un tribunal eclesiástico tras dejar embarazada a una mujer y obligarla a abortar (Giacomo Vigetti), y un sacerdote repudiado y desterrado a las montañas por sus investigaciones esotéricas, Achille Ropa Sanuti (Carlo Cecchi). Solo en compañía de una biblioteca interminable de libros prohibidos, Achille perteneció a una cofradía de practicantes de rituales de iniciación –en la que era conocida como “El arcano encantador”– y ha pasado más de diez años encerrado en un castillo de su propiedad sin que nadie haya podido ver nunca su rostro so pena de excomunión. Tras conseguir huir de la ciudad gracias a la propuesta, nada desinteresada, de una misteriosa anciana / bruja que lo ha obligado a realizar un pacto de sangre utilizando el cordón de espinas e hilo de seda que su madre utilizaba para castigarse por sus pecados, Stefano Dionisi viajará hasta la residencia del sacerdote maldito para trabajar como secretario, hasta una tierra prácticamente virgen y dominada por las leyendas y la superstición: la misteriosa muerte del anterior ayudante de Achille, Nerio, al que se verá obligado a enterrar en tierra sin consagrar nada más llegar, es el segundo de una serie de hechos extraños que pondrán en juego su razón y su fe, cada vez más debilitada; su primer encuentro con lo desconocido ha tenido lugar poco antes, durante el viaje en diligencia que lo alejaba para siempre de Bolonia. En el transcurso del precipitado trayecto, una niña milagrosamente (o diabólicamente) recuperada de una terrible enfermedad que es aún visible en la extrema palidez de su rostro le ha advertido del peligro que lo acecha, haciéndole una pequeña marca en la herida de la mano que sella su juramento con la misteriosa dama. "Estas señales misteriosas que parecían proceder del Más Allá me anunciaban que estaba entrando en una pesadilla sin fin de la que ya no podría escapar", relata el protagonista mientras se adentra en un paisaje tan bello como enigmático. L'arcano incantatore, pese a todo, en ningún momento se articula a partir del choque o la lucha entre contrarios: lenta pero inexorablemente, lo desconocido irá difuminando, descomponiendo una realidad mucho menos confortable y segura de lo que parece a primera vista, y lo hará a partir de pequeños indicios, de nimios detalles, de visiones que podrían ser fruto de la mente cansada de Stefano. "El Maligno es incapaz de hacer obras de poesía" le dirá Achille tras relatar sus experiencias casi místicas a través del poder magnético de la mente, a las que sólo puede llegar sumergiendo su cuerpo en un trance cercano a la muerte que debilita cada vez más su frágil estado físico: el sacerdote obliga a su secretario a realizar un profundo corte en su brazo, dejando que su sangre se escuele hacia un recipiente situado al lado de su cama para alimentar la sed de un murciélago que bien podría ser la materialización del mismísimo Diablo.

A lo largo de todo el metraje Avati mezcla ideas, elementos y referencias de la más diversa procedencia (de la literatura medieval y barroca al esoterismo, del vampirismo al satanismo, de la religión a los cultos ancestrales paganos, de las creencias y tradiciones populares a la magia, sin olvidar una marcada influencia pictórica) con una facilidad pasmosa, obviando de manera deliberada cualquier tentación efectista o esteticista; con un ritmo pausado y sereno pero sin concesiones de ningún tipo, L’arcano incantatore se va erigiendo así en una respetuosa y fascinante recreación del folklore italiano tardomedieval y, al mismo tiempo, en un extraordinariamente lúcido ejercicio genérico que dinamita desde dentro sus propias convenciones. Filmado casi a la manera de un estudio antropológico de época, va introduciendo al espectador en un mundo cada vez más oscuro y fantasmagórico, difuminando la dicotomía entre lo real y lo sobrenatural: lo posible y lo ominoso, la Belleza y la Monstruosidad se dan continuamente de la mano para construir una fábula esotérico-religiosa cuyo poder de inquietud y fascinación no deriva tanto de su sencillo argumento como de sus (terribles) implicaciones y de su multiplicidad de lecturas –véanse la inabarcable biblioteca de libros prohibidos que Achille ha ido acumulando a lo largo de los años, mostrada en uno de los planos más sobrecogedores del conjunto, o la inquietante, indescifrable nana que acompaña algunas de las escenas de mayor tensión–. Las cartas cifradas que el sacerdote dicta regularmente al protagonista, a veces hasta altas horas de la madrugada, la leyenda negra que rodea las actividades de su anterior secretario, implicado supuestamente en la desaparición de Anna y Julia, dos muchachas de un convento de monjas laicas cercano, las misteriosas revelaciones de una prostituta que malvive en un lago cercano y, sobretodo, la materialización fantástica de una presencia sobrenatural durante la noche, llevarán a Stefano a creer que las garras del Maligno se ciernen sobre él. Unas sospechas que se verán acrecentadas por la presencia en el convento de un alto representante de la curia y que precipitarán el desarrollo de unos acontecimientos cada vez más extraños y en los que ocupa un lugar primordial el libro prohibido 'Pseudomonarchia daemonum' [Pseudomonarquía de los demonios] escrito por Johann Weyer en 1577. En este texto, apéndice del tratado en brujería 'De Praestigiis Daemonum et Incantationibus C.a. Venificiis' [En las ilusiones de los demonios y en hechizos y venenos, 1563], Weyer enumeró y jerarquizó los nombres de varios demonios así cómo las horas apropiadas y los rituales para conjurarlos [4], y éste es precisamente el libro que Achille utiliza para cifrar sus cartas, supuestamente dirigidas a un influyente miembro del senado. Por este motivo nadie puede descodificar sus mensajes y, llegados a este punto, por ello tampoco nadie podrá llegar a desentrañar su verdadera identidad, e incluso su verdadera naturaleza: ¿Nerio ha conseguido volver de la muerte a través del estudio del libro de Weyer o ha suplantado la identidad de su maestro? ¿Quién es el “arcano incantatore” o, aún peor, quién ha ocupado su lugar? Preguntas terribles, secretos inconfesables que Avati no quiere responder, dejando que el espectador se pierda en las múltiples posibilidades que le ofrece lo imposible. Más allá de la sorprendente opinión del propio cineasta [5], el desenlace del filme es, de hecho, el único posible: atado de por vida por el juramento que hizo sin pensar, incluso sin miedo, Stefano parece ya definitivamente perdido en “el otro lado”, ha traspasado las difusas fronteras que separan la razón de los misterios insondables que se esconden más allá de la realidad. La película, de esta forma, concluye en el mismo sitio en el que había empezado la pesadilla del protagonista: el misterioso palacio boloñés escenario del pacto de sangre: “Muchas señoras han vivido siempre en esta casa” le dirá a Stefano una anciana misteriosa que afirmará no saber nada de la prenda que el joven dejó como garantía de su juramento (el cordón de espinas e hilo de seda). Achille / Nerio aparecerá segundos después detrás de la verja, entre las sombras de la noche, y Stefano levantará su lámpara para contemplar horrorizado el crucifijo que corona la entrada de la casa, la puerta del infierno.

  • [1]. “Pupi Avati”, entrevista de Loris Curci incluida en Del giallo al
    gore: Cine fantástico y de terror italiano
    , Donostia Cultura / Paidós (San Sebastián,
    1997), pág. 120.

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  • [2]. Así, entre sus escasos trabajos como guionista para otros
    realizadores destaca la truculenta ópera prima de Lamberto Bava Macabro (Id.
    , 1980) y la miniserie de televisión de cinco episodios Voci notturne (Fabrizio
    Laurenti, 1995).

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  • [3]. Carlos Aguilar, “La strelle nel fosso”, en Quatermass nº 7, Antología
    del cine fantástico italiano (Granada, 2008), pág. 290.

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  • [4]. Lejos de poder considerarse un verdadero tratado sobre
    demonología, sin embargo, el libro de Meyer constituye la refutación, prácticamente
    punto por punto, de otra obra anterior que se convirtió en el manual indispensable para
    jueces y magistrados de la Inquisición y para sacerdotes tanto católicos como
    protestantes en su lucha contra la brujería en Europa. Hablamos del Malleus
    Maleficarum, escrito por Heinrich Kramer y Jakob Sprenger y publicado por primera vez
    en Alemania en 1486.

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  • [5]. Así, en la entrevista incluida en Quatermass nº 7 Antología del cine
    fantástico italiano, op. Cit. (pág. 122), el director italiano reflexiona sobre el filme:
    “Empieza muy fuerte, con acontecimientos misteriosos en una villa en medio del monte,
    con una biblioteca enigmática. En el centro, tenemos un personaje loco que busca pasar
    de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. La situación y la atmósfera me parecen
    logradísimas, y la historia es válida durante tres cuartos del metraje. Después decae.
    Intenté mejorar el conjunto en el montaje, pero dudo de haberlo conseguido. Rodamos
    la película siendo conscientes de que el final era flojo, confiado en hallar algo mejor
    durante el proceso. No fue así”.

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    FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA:
    Italia, 1996. 94 minutos. Color. Dirección y guión: Pupi Avati Producción: Antonio Avati y
    Aurelio de Laurentiis, para Filmauro / Ducafilm Fotografía: Cesare Bastelli Música: Pino
    Donaggio Dirección artística: Giuseppe Pirrotta Montaje: Amedeo Salfa Intérpretes: Carlo
    Cecchi (Achille Ropa Sanuti), Stefano Dionisi (Giacomo Vigetti), Andrea Scorzoni (Don
    Zanini), Mario Erpichini (Padre Tommaso), Vittorio Duse (Padre Medelana), Patrizia
    Sacchi (Vielma), Consuelo Ferrara (Severina).


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