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publicado el 14 de mayo de 2020

D'A Festival 2020. El año en que Lesoto viajó a nuestros televisores



A pesar de las condiciones y contra todo pronóstico, todo el mundo ha resumido la edición del D'A 2020 como un enorme éxito con 215.000 visionados, viente veces más que el público habitual. Recordemos el actual contexto de pandemia que ha obligado a la organización a apostar por la plataforma Filmin para desplegar su programación con garantías. Cine de autor en casa, y como decía el propio eslogan muy acertadamente, «una ventana abierta. Aire fresco desde casa». Más allá del modelo adoptado y su buena acogida disparando la marca D'A más allá de Barcelona, el festival nos ha dejado un buen puñado de filmes. Creo que no es el cometido de este artículo redundar especialmente en las propuestas galardonadas, que también, aunque que en cierto modo se podían intuir, si no más bien en la mirada que desde Judex (Editorial Hermenaute), un proyecto web y hoy también revista monográfica centrados en el fantástico, hemos tenido siempre sobre este Festival capaz de programar piezas fundamentales que en muchos casos pasan por alto otros certámenes de género: desde Peter Strickland a Guy Maddin, Kiyoshi Kurosawa, Apichatpong Weerasethakul o Naomi Kawase. Toda suerte de realizadores y realizadoras con una particular conexión con el fantástico han pasado durante años por su ecléctica programación. Con esa mirada nada condicionada y sin la presión de acentuar sobre modas o fiebres más o menos experimentales, creo que es nuestro cometido escarbar en las piezas desacomplejadas y transversales de la programación para extraer aquellas que, a nuestro criterio, sobresalen por su particular tratamiento, puesta en escena y singularidad.

Lluís Rueda | Por ello nos permitimos hacer una breve lista de nuestras seis películas de ficción preferidas y un apunte sobre los mejores documentales del presente festival. Un certamen con no pocas propuestas interesantes, ni menores, ni poco celebradas por el gran público. Transitar por las mil y una experiencias sensoriales que nos ha regalado uno de los eventos con más solera, clase e identidad de Barcelona como el D'A, un año más, ha sido grato y enriquecedor.

Nuestro top 6 Judex de este D'A 2020

This is not a Burial, It's a Resurrection de Lemohang Jeremiah Mosese

La cinematografía de un país como Lesoto es para nosotros un misterio y todo indica que residual, pero en general, en muchos países africanos aparecen talentos espontáneos. Lo que convierte en interesante a Lemohang Jeremiah Mosese (Mother, I Am Suffocating. This Is My Last Film About ), realizador afincado en Berlín, es su capacidad para huir de cierta mirada condescendiente occidental que generalmente orienta su discurso a una crítica historico-social, a una sublimación excesivamente estética del africanismo y sus diferentes culturas tribales. Este joven director no esconde sus referentes, un cóctel de estilos que transitan entre Bergman y Dreyer o el expresionismo pictórico sin dejar a un lado la fuerza del arte tribal e incluso algunas mecánicas narrativas de sugestivos tintes orientales, como ciertos toques fantastique que parecen inspirados en el cine de Kaneto Shindo. En lo formal This is not a Burial, It's a Resurrection, es un filme de exquisitas texturas y sencillo despliegue, pero lo que realmente lo hace interesante es el tratamiento de una comunidad aislada cuya existencia está amenazada por la construcción de una presa (un argumento que indisimuladamente nos remite a Río Salvaje (Wild River, 1960) de Elia Kazan, a través de los ojos de una anciana que ha perdido a sus seres queridos. Lejos de articular un remedo de cine social y esencialmente en contra del progreso neoliberal, el realizador se centra en un discurso sobre la fe, la esperanza y la capacidad de sacrificio claramente animista. Una reflexión detallista, siniestra y fantasmagórica sobre la muerte como idea y lo muerto como paisaje. En mi opinión, This is not a Burial, It's a Resurrection es la pieza más exquisita y el descubrimiento más valioso de esta presente edición del D'A. Su fotografía es excepcional y su banda sonora una experiencia sensorial muy acertada, quizá remitiendo a los directores de la década de los 70 tan centrados en la experiencia mística de los aborígenes australianos como Peter Weir o el británico Nicolas Roeg.


To the Ends of the Earth de Kiyoshi Kurosawa

Kurosawa es el maestro de maestros a la hora de escarbar en lo extraño de nuestra naturaleza y en nuestra percepción única e inocente de un mundo peligroso, de una realidad aciaga. En To the Ends of the Earth, una joven reportera japonesa tendrá que probar su encaje e integridad en un país extranjero, Uzbekistán, para grabar el último episodio de su serie de viajes alrededor del mundo. Contra todo pronóstico, a priori por la idea del material propuesto, Kurosawa despliega una bella, sutil y perdurable película que fluctúa entre el drama y la comedia con una naturalidad y elegancia que se aloja precisamenete en su talento para construir universos a partir de lo mínimo, de lo invisible. En el lugar de la incomunicación y de la barrera cultural, el filme lleva en volandas a su protagonista por un itinerario surreal y grotesco que la conduce a superar sus miedos. Pero a mi entender, lo más importante del filme es, de nuevo, la reflexión sobre el lenguaje --en Before We Vanish (2015) también presente--, en este caso como elemento peligroso que puede conducir a distorsionar la realidad. Véase que cuando nuestra protagonista se bloquea a causa del lenguaje desconocido siente pavor ante la incógnita y las posibilidades del significado oculto, totalmente descontextualizado y ficticio. Sus contados instantes musicales son de una delicadeza abrumadora y encajan como un guante. Un Kiyoshi Kurosawa nada menor.

Little Joe de Jessica Hausner



La propuesta más indisimuladamente de género del presente D'A, una sofisticada película de terror de Jessica Hausner. Alice (Emily Beecham) es una madre soltera que desarrolla nuevas especies de plantas en una empresa. Su último diseño garantiza a quien lo cuida sentir algo parecido a la felicidad. La película se ha avanzado a un futuro sin contacto emocional causado, precisamente, por un virus invisible. De enorme actualidad en su planteamiento, este filme elegante y frío como una obra del más entomólogo David Cronenberg, se sitúa indisimuladamente en la parcela de propuestas como La invasión de los ultracuerpos de Philip Kaufman. Sus bazas principales son su ambiguo despliegue de la amenaza, que recuerda y mucho a El Incidente 2008) de M. Night Shyamalan, su pictórica naif cuajada en tonos pasteles y una interpretación magistral de Emily Beecham, premio a Mejor actriz en el Festival de Cannes 2019. Una de las ideas más brillantes del filme es el hecho de que la planta sobre la que gira todo el argumento ha sido creada como un elemento de naturaleza estéril que busca influir sobre los humanos a niveles insospechados para reproducirse. Sobre Jessica Hausner decir que el festival puso a disposición del público una retrospectiva interesantísima con cuatro títulos más, entre los que destacan Hotel (2004), filme que me descubrió a la directora en el SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, o la interesantísima Lourdes (2009).

Atlantis de Valentyn Vasyanovych
Hay algo que subyace en el cine ucraniano, casi de una melancolía y derrotismo medular, que me atrae irremisiblemente; y eso viene dado, con toda seguridad, por sus recientes conflictos bélicos con Rusia, la herida social derivada y algo complejo que tiene que ver con el carácter empecinado de sus gentes. Atlantis nos ofrece esa visión ucraniana, sutilmente antirrusa, del mismo modo que la para mí mucho menor Homeward de Nariman Aliev se posiciona de manera indisimulada y con un tono errático en la fracción prorrusa. Esta distopía minimalista, amparada en el encuadre estático y en los tableux vivants de la muerte y un país en ruinas, sigue la pista de un soldado con síndrome postraumático que se une a los "Tulipanes Negros", un grupo dedicado a exhumar los cadáveres que la guerra ha dejado tras de sí. Un filme de deliciosa plástica mortuoria, bello e incómodo, que sin embargo porfía toda la quietud, esos planos fijos dilatados, y el silencio de su metraje a un final catártico, hermoso y carnal de los que quedan grabados en la memoria. Valentyn Vasyanovych realizador, guionista y director de fotografía es sencillamente un gran creador que se revela excepcional en lo esencial. A mi entender tanto Atlantis como This is not a Burial, It's a Resurrection son lo más destacado del presente festival, por ello sorprende que no apareciesen en el palmarés.

Un blanco, un blanco día de Hlynur Pálmason



En un tweet tras su visionado comentaba: «¿Detectivesco acerca de las relaciones, la pérdida y la identidad? #UnBlancoBlancoDía es una cinta de factura correcta que invita al espectador a escarbar en algo más oscuro e inquietante de lo que muestra. Desestabiliza con poco. #DA2020». Y es que Un blanco, un blanco día funciona como un thriller riguroso acerca de la pérdida y como una reconstrucción, casi científica, de la monstruosidad de los celos y la obsesión por controlar un orden a través de la posesión, la sumisión y un egoísmo que abarca a todo el estamento familiar. La clave, entiendo, está en la deconstrucción del psicópata que alberga este expolicía viudo que se siente traicionado. Sin ser excepcional, el primer tramo del filme, sosegado y de austera elegancia, contiene lo mejor del filme y del estilo Hlynur Palmason. En los pliegues de esas secuencias intimistas y en la relación del ogro con su nieta, oteamos el real alcance de la violencia latente. En su explosión final, que incluso se inspira en Muerte entre las flores (1990) de Joel Coen, entramos en una película más tópica. En general el premio Talents a la mejor película es un tanto excesivo, no por sus indiscutibles méritos, más bien por las excelencias de algunas de sus directas competidoras. A mi entender el filme no propone nada nuevo dentro del panorama del cine social islandés tampoco de sus ficciones para la pequeña pantalla, ahí está The Valhalla Murders), muy crítico con su conservadurismo, su tiránica idea de la familia como clan y sobretodo con el trato inconcebible de la joventud díscola por parte del poder (en el pasado y en el presente). Tan solo cabe echar un vistazo al documental Out of thin air (2017) de Dylan Howitt, joya que desgrana la errática búsqueda en 1974 de dos hombres desaparecidos: Godmundur Einarsson y Geirfinnur Einarsson y las consecuencias derivadas para una serie de jóvenes problemáticos a modo de falsos culpables. Pues eso, hielo y sombras.

The Twentieth Century de Matthew Rankin



Hablar de este filme del joven director canadiense Matthew Rankin nos obliga a una inmediata reflexión: su conexión con el universo fílmico de Guy Maddin es indudable; es más, The Twentieth Century funciona como una variación sin ínfulas de The Saddest Music in the World (2003), para muchos la obra más extasiante, inimitable y fetichista del realizador de Winnipeg. Esta sátira de la historia y la política de Canadá se centra en la figura del primer ministro canadiense, William Lyon Mackenzie King, mostrando se personalidad patética y rencorosa (equiparándolo con una especie de Edmund Blackadder) y centrándose en sus fetiches y ambición política. Su estética es claramente maddiniana y caligarista, pero Matthew Rankin no intenta abordar la poética extraña y fantástica del cine de Maddin, por contra, incorpora un sentido del humor que remite directamente a Monty Python e incluso a la Compañía de Teatro Ridículo de Charles Ludlam. Un divertido festín de títeres extravagantes, decapitaciones con patines de hielo y concursos de matanzas de focas bebé (sic). Más allá del trazo grueso y el tono absurdo, maravillan sus decorados de cartón piedra, el tratamiento de varietés en las secuencias y los imaginativos homenajes a clásicos del cine como The Lady From Shanghai (1947) de Orson Welles. Una delicia desternillante y luminosa.


Por último, quiero apuntar el buen nivel de documentales que nos ha ofrecido el D'A, en muchos aspectos algunos de estos filmes me han parecido muy superiores a propuestas de ficción interesantes, pero para nada excepcionales, como Algunas bestias de Jorge Riquelme Serrano, Nevia de Nunzia De Stefano o Abou Leila de Amin Sidi-Boumédiène. Sin embargo, cabe decir que estas me parecieron sensiblemente superiores a otras como la letona Oleg de Juris Kursietis o la británica Nocturnal de Nathalie Blancheri, quizá los filmes menos interesantes de la cosecha extranjera. En cuanto a la cosecha de ficción española, puedo entender el atrevimiento y el desparpajo de La reina de los lagartos, pero eso no la exime de ser una película muy poco interesante más allá de sus cosquilleantes fogonazaos de extravagancia, e incluso algo aburrida. Respecto a los documentales, dejando a un lado la para mi gusto sobrevalorada My Mexican Bretzel de Nuria Giménez Lorang, filme en cuyo juego de montaje experimental no acabé de encajar como espectador, me han resultado maravillosas propuestas como Le regard de Charles de Marc di Domenico, excepcional documento de una vida del cantante galoarmenio construida con grabaciones y retazos de memoria íntima; La Mami, documental social rodado en México por Laura Herrero Garvín que hace gala de una buena planificación y ahonda en la naturaleza femenina sin artificios y Nomad: In the Footsteps of Bruce Chadwin de Werner Herzog en la que el realizador alemán sigue los pasos de su amigo fallecido, el viajero Bruce Chatwin, a través de varios continentes. Una bella refexión sobre las canciones y los contadores de historias como pilares en los que se fundamenta la realidad y el paisaje.

Por último, y no menos importante, Andrey Tarkovsky. A cinema prayer de su hijo Andrey A. Tarkovskiy, nos propone una mirada al pensamiento y arte del director ruso. Para A. Tarkowksky: «El arte es un símbolo del infinito» y de ahí que para el cineasta su oficio fuese una manera de trascender, superar el miedo a la muerte y hallar su equilibrio particular con Dios. Entre la mística, el desengaño y la lucha eterna contra el tiempo, la lucha por atraparlo.


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