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publicado el 15 de junio de 2007

Pau Roig | Brillante teórico de la literatura fantástica [1] y tiempo atrás ácido cronista de la sociedad contemporánea desde las páginas de opinión de la revista Quimera –las añoradas Meditaciones de un arponero–, David Roas (Barcelona, 1965) publica por fin una selección de cuentos y microrrelatos que tienen en lo absurdo y lo grotesco su principal denominador común.

Más irónicas que divertidas, pero de una ironía tan negra que muchas veces deviene cinismo, las historias de Horrores cotidianos nos muestran una realidad esperpéntica y surrealista, que de tan exagerada y hasta ridícula se acerca mucho, muchísimo a la nuestra, y se agrupan en dos partes claramente diferenciadas precedidas por un título esclarecedor, “Rituales” y “Sacrificios”, de entre las cuáles, por elegir una, nos quedamos sin dudarlo con la primera. De diferentes maneras, pero con contundencia y con un estilo sencillo y depurado, los relatos de ambas partes inciden en una visión desastabilizadora de una realidad que siempre nos desborda, nos muestran la cara más enloquecida, por decirlo de alguna manera, de un mundo que es mucho más absurdo y estúpido de lo que podríamos llegar a pensar. Y lo hacen utilizando variados modos narrativos, del falso ensayo (“El hipocrondrio”, “Necrológica”) al microrrelato más contundente (“Horrores cotidianos”, homenaje al gran Augusto Monterroso), de la narrativa más o menos tradicional (los cuentos más extensos denotan una rendida admiración a Borges y Cortázar, caso de “Tránsito” o “La conmoción de la máquina”) a la experimentación formal y narrativa (“Alabama”, dedicado no por nada a William Faulkner, “Mecánica y psicoanálisis”, “¿Cuánto cuesta un kilo de carne?”).

Roas exorciza demonios personales y también, por decirlo de alguna manera y con perdón por la expresión, demonios laborales –es doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y se nota–, ofreciendo una demoledora visión de nuestra sociedad contemporánea e incluso se permite el lujo, en el buen sentido de la palabra, de incluir una especie de autocrítica que es también, al mismo tiempo, una metáfora brillante –e inquietante– de la condición de escritor (“Palabras”, el espléndido cuento que cierra el libro). De la filosofía a la religión, de la lingüística a la psicología, Roas no deja títere con cabeza: nadie está libre de culpa y aún menos libre de la influencia de la idiotez generalizada, del lastre insalvable de las ideas preconcebidas y de las tradiciones (imposiciones) sociales. Más seguro quizá en las distancias cortas, incluso muy cortas, que en las más largas pero siempre con inteligencia y un sentido del humor perverso y a prueba de bombas, Horrores cotidianos nos enfrenta a nuestros demonios, nos muestra facetas de nosotros mismos y situaciones que no por improbables son imposibles, y demuestra con total convencimiento el poder de la imaginación y del humor para escapar, aunque sólo sea momentáneamente, de una realidad gris y cada día más idiotizada. Mención aparte merece “La agonía del salmón”, el relato que abre el libro, una de las más salvajes y convencidas visualizaciones del horror, el auténtico horror que representa el hecho de ser padres y madres en el mundo en el qué nos ha tocado vivir.

  • (1) Teorías de lo fantástico (Madrid: Arco Libros, 2001) es una de las aproximaciones más completas y rigurosas publicadas sobre este (macro)género literario, e incluye textos imprescindibles de Tzvetan Todorov, Susanna Reisz y Jaime Alazraki, entre muchos otros.

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