publicado el 23 de julio de 2007
Lluís Rueda | LA LITERATURA DE FANTASÍA de evasión o épica –también conociba como de espada y brujería-, poblada de mundos imaginarios, héroes en formación, criaturas espeluznantes y la siempre pertinente lucha entre el bien y el mal atrae a miles de lectores y hace que cada año se publiquen decenas de manuscritos –futuras trilogías o tetralogías-, en su mayoría bastante deudoras del legado de Tolkien.
Bien sea tras la estela de Robert E. Howard (creador de Conán el Bárbaro) o con las expectativas puestas en la notable literatura de Ursula K. Leguin, cada año decenas de jóvenes escritores deciden erigirse en modernos trovadores de historias llenas de magia, estética medievalista y crónicas del acero. Pero acaso, la enorme rentabilidad editorial que generan estas fantasías que algunos consideran de baja estofa debería también plantearse algunas premisas, el lector más heterodoxo tiene siempre la sensación de que esos manuscritos con cubiertas barrocas y deudoras del cómic (al más puro estilo del ilustrador Luis Royo), esconden un discurso simplista cuando no una ideología más que dudosa; y en algunos casos no les falta razón, aunque siempre se dan salvedades, una de ellas la hallamos en la trilogía ideada por la astrofísica italiana Lidia Troisi: Crónicas del mundo emergido.
Desde luego, los tres libros que conforman Crónicas del mundo emergido: Nidal de la Tierra del Viento, La Missión de Senna y El Talismán del Poder, no engañan a nadie, prometen justamente aquello que se espera de sus fabulosas portadas, una lectura evasiva, sin complicaciones y un lenguaje llano que conecta con el adolescente medio y procura al adulto una suerte de regresión saludable que le remite a las terapéuticas lecturas pulp del pasado. Lo encomiable de estos libros sin embargo, lo hallamos en sus convicciones morales; desde Nihal de la Tierra del Viento, su protagonista, una medio Elfa que desea ser soldado, logra que el lector más joven tome conciencia del diferente y haga trizas ciertos tópicos manidos acerca de la condición de futura esposa que en ocasiones las jóvenes asumen prematuramente, con particularidad desde que se instalan en esa caja de resonancias que desdibuja la realidad llamada prepubertad.
La italiana Licia Troisi, que desde luego no porfía a su escritos una convicción explícita de la sexualidad de su protagonista (aunque en mi opinión debería), no se tuerce ni un renglón y utiliza los mecanismos del subgénero, asume sus tópicos y tiene claro a quien va dirigida su narración, pero sin embargo, la odisea de Niha, esa guerrera que parece un mozalbete y el joven mago Sennar, suerte de amigo diferente, harán pasar al lector general toda una serie de aventuras, batallas y calamidades propias del exiliado en propia tierra. En sus pasajes hallarán un Tirano de armas tomar, brujas, ejércitos del más allá, razas subacuáticas y dragones voladores, una misión para salvar 'El mundo emergido' y todos aquellos elementos que el aficionado a este tipo de literatura aguarda encontrar. Sin embargo, me permitirán un último juicio de valor: lo más estimable de este conjunto de libros que se han traducido a diversos idiomas y han cosechado un notable éxito, se da en la ambigüedad de algunos de sus protagonistas y el provecho que Troisi saca de ello para construir una fábula a favor de los derechos de las minorías, acaso por que esta joven autora tras sus gafas de astrofísica sa buen seguro tuvo muy en cuenta una serie de culto como 'Xenna, la princesa guerrera' a la hora de dar cuerpo a su obra.
Con El Talismán del poder, la trilogía cierra sus puertas y concluye mediante una resolución amable, como no podría ser de otro modo, que a buen seguro satisfará a los más afines. A propósito de toda esta iconografía, un último apunte: algunos cronistas y analistas deberían cuestionarse el último sentido de estas historias inflamadas de épica y la voluntad expresa de sus autores por codificar algunas de las problemáticas que nos sobrevienen a lo largo de nuestras vidas como individuos. La espada en manos de la niña Niha nos permite una asociación de ideas para nada peregrina, acerca de la gestación de el bárbaro Conan corre mucha rumorología y, sin deseo de entrar en el territorio de lo frívolo, presumo que la gestación de alguna de estas alegorías del acero esconde otras intenciones. Saludable sería exponerlas con o sin coartadas genéricas.