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festivales

publicado el 4 de noviembre de 2007

Postales exóticas

The Fall (Tarsem Singh, 2006)
Oficial Fantàstic

Sin duda, uno de las males endémicos de la cinematografía actual es la tendencia cada vez más masiva a cultivar un cine vacuo de contenidos pero revestido por una irritante fotogenia, característica esta última que pretende encubrir la intrascendencia del contenido que engalanan, ya sea éste presa de una épica desmedida o de una inane introspección lírica. Del estruendo pasado de vueltas de engendros grandilocuentes como 300 o Death Proof a la levedad de nimiedades como Maria Antonieta o La ciencia del sueño, todos estos filmes esconden su incapacidad para aportar un mirada personal que posea algo de interés mediante el despliegue de toda una batería de efectos visuales de dudosa capacidad evocadora y metafórica. Pues bien, a esta ignominiosa lista podemos sumar ahora la melindrosa The Fall, segunda obra del preciosista director de video clips indio, Tarsem Singh.

The Fall podría haber sido una gran película sobre el poder de la imaginación y la necesidad vital de los seres humanos de acompañar sus vidas de fantasía y literatura, un requisito que no debería verse como una manera de escapismo sino como una forma más de conocimiento y de formación individual. De hecho, la película se podría ver como una prolongación de lo expuesto por Tim Burton en Big Fish o como el reverso luminoso de obras como Tideland de Terry Gilliam, obras recientes que han sabido tratar de forma más adecuada la relación entre lo fabuloso y lo real en la infancia, y su proyección en el mundo adulto. El problema es que Singh ha preferido regodearse en su estilo ampuloso y excesivo en lugar de reflexionar sobre el alcance filosófico de su mensaje. Así, The Fall acaba languideciendo por su carga autocomplaciente, esteticista y manierista, aspectos que perjudican al correcto desarrollo dramático del filme y hastían hasta el más circunspecto espectador. Ante tal desaguisado formal e irritante concepción visual, uno no puede más que sorprenderse con la decisión del jurado de premiar este despropósito con el galardón a la mejor película del festival. En un año en el que la sección oficial presentaba genuinas joyas de género terrorífico como REC, A l’intérieur o Halloween, la decisión de premiar un producto tan melifluo y retórico se me antoja absolutamente recriminable. Sería de agradecer que el próximo año los miembros del jurado se mostrasen más acertados. Juan Carlos Matilla

Petit holocausto

Frontière(s) (Xavier Gens, 2007)
Oficial Fantàstic

Hace algunos años el cine de horror francés nos dejó boquiabierto con dos operas primas como Haute Tension y Calvaire, por aquellas fechas ya vaticinábamos que algo muy potente se estaba gestando en el país galo y, en cierto modo, desde Judex apuntábamos que el fenómeno podía llegar a ser comparable con el renacimiento del horror que la cinematografía italiana tuvo en la década de 1960. Filmes como A l´intèrieur, visto en la presente edición refuerzan esta idea, pero también obras fallidas, pese a su descaro y arrojo, como Frontière(s) de Xavier Gens.

Frontière(s) busca un equilibrio imposible, entre la denuncia al totalitarismo de corte fascista y los postulados de La última casa a la izquierda o La matanza de Texas. Esa provocadora, pero insustancial, lectura política en clave de género nos sitúa en el terreno del exploit con coartada localista, extremo algo forzado que acaba por llevarnos a un ridículo planteamiento. La cinta de Xavier Gens es un cúmulo de provocadores alicientes, hay en su metraje algo de cine soft, mucho de gore, un tanto de canibalismo, de amenaza disfuncional –a la manera de Las colinas tienen ojos- y una presencia de la simbología nazi como origen de todo mal que, francamente, no parece oportuna en ese contexto. Por lo demás nadie puede poner un pero a la visceralidad y a la mala uva de una cinta que hace del feísmo su santo y seña. Frontière(s) es un 'grand guingyol que sabe sustraer desde la radicalidad de su planteamiento la carcajada cómplice del respetable, y por tanto, es un filme muy apetecible para el gran público. Por otro lado, mal haríamos en compararla con la opera prima de Alexandre Aja, Haute Tension, un 'slasher' crudo y arrebatador que huye de coartadas cómicas y de cualquier intento de 'slapstic' maniaco-homicida.

Si Xavier Gens se hubiera ahorrado la primera media hora de su filme, aquella que alude al abuso del poder policial y las revueltas callejeras, todo ese carnaval grotesco e infernal que genera esa familia caníbal hubiera resultado más ingenioso. El antecedente de crítica al sistema procura que la gratuita utilización de ciertos iconos del mal pierda toda su poderosa simbología. Acaso optar por la total frivolización hubiera sido lo más oportuno; tal y como indica la historia del cine 'trash', la asunción de la esvástica y la estética SS siempre es un buen punto de partida para febriles fantasías de dominio. Por otro lado, hay simbologías que cinematográficamente casan mejor con un tipo de crueldad más aséptica y con una idea del horror más global. Acaso ‘Auswitz’ no merezca un homenaje a modo de ‘petit’ divirtimento, al menos no en los términos que propone Xavier Gens, puestos a ser sinceros mejor pecar por exceso que buscar coartadas a modo de denuncia político-social. Hasta el subgénero más ninguneado tiene sus códigos. L.R

El gag más largo jamás filmado

Glory to TheFilmmaker! (Kantoku Banzai!, Takeshi Kitano, 2007)
Oficial fantàstic

El nuevo filme de Kitano refuerza su línea autoparódica y ofrece una vuelta a sus orígenes como cómico televisivo, de tal manera que la cinta cuestiona toda su carrera como realizador y busca una nueva vía discusiva más trasgresora, personal e inconexa que nunca. Los mejores pasajes, sin duda, aquellos que critican la autocomplacencia del autor, pero en general uno tiende a pensar que Kitano está pasando un bache creativo al que intenta sacarle punta a la desesperada. El mismo lo definió coincidiendo con su anterior filme, Takeshi's: "se trata de la destrucción creativa de una carrera".

Para la ocasión, el realizador nipón, propone otra reflexión en clave de comedia acerca de su trayectoria como director, si cabe más caústica, dadaísta y metalingüística. Glory to TheFimemaker! repasa la incursión por una buena diversidad de géneros que han dado cuerpo al grueso de la obra del director e incluso amplía su campo de acción, como el soberbio gag del filme de artes marciales o el de una presunta horror movie que no acaba de funcionar, francamente divertidos. En estos y otros pasajes de corte clásico (véase la magistral introducción al melodrama de los años 50), Kitano muestra su solvencia como director y pone de manifiesto su hastío como autor encumbrado por la crítica; ejercicio ejemplar que paradójicamente es atribuible a un talento lúcido y a un director de potencial asombroso. Con todo, el filme, una constante fuga hacia la negación absoluta del raciocinio narrativo, hacia el, ya me perdonarán, humor más banal y el infantilismo más inmediato, acaba por saturar a un espectador que se halla ante un absoluto puzzle de irrealidad que crece hasta el infinito más insostenible.

Kitano, harto de ser ese maestro reverenciado, sabedor de su capacidad como realizador 'serio' tiene ganas de reírse del cine de, por ejemplo, Kasujiro Ozu; en sus planes de desencanto y madurez se sabe una versión de cartón piedra del mejor Jacques Tatí y entiende que ese es su último referente, su auténtico referente. Algo me inclina a pensar que en el fondo 'Beat' Takeshi intuye que lo más honesto que ha hecho en su vida son programas como Oretachi Hyokinzoku o Fuun! Takeshi jou (aquí conocido como 'Humor amarillo'). ¿Se habrá estado riendo de nosotros durante años? L.R.

Despejar la x

La habitación de Fermat (Luis Piedrahita, Rodrigo Sopeña, 2007)
Oficial Fantàstic

Hay aspectos cinematográficos en La habitación de Fermat nada desdeñables, pero en un filme en el que todo depende en exceso de la mecánica del guión cualquier fisura o incoherencia en el engranaje lleva al traste con el resultado. La habitación de Fermat cae en alguna que otra incoherencia, en precipitaciones, vaya un ejemplo que no revela aspectos argumentales: ¿alguien entiende por qué los mejores matemáticos de la tierra viven todos en España? Piedrahita y Fresán, que vienen del medio televisivo, realizan un encomiable esfuerzo por crear un artefacto fílmico de grata frescura dentro del panorama del cine español y, sin duda, esa habitación que mengua con un conjunto de matemáticos en su interior es toda una incursión en la siempre interesante filosofía de series catódicas como Twilight Zone. La lástima es que la inexperiencia se revela en aspectos como la dirección de actores o la atmósfera general del filme –excesivamente plana-. Por otra parte, cuesta pronunciarse en negativo sobre un material que trasmite honestidad y enormes dosis de ilusión. La habitación de Fermat, ofrece un tour de force final digno, y se intuye como un filme capaz de magnetizar la atención del espectador, pero en su complicado movimiento de piezas impera la teatralidad, la improvisación y el ritmo televisivo. A mi juicio, ante una opera prima de estas características debe imponerse una cierta benevolencia, más por lo que se intuye que por lo que precipita en la pantalla y, desde luego, por que ese poso en el futuro puede dar frutos en su punto exacto de madurez. El filme, que ha contado con intérpretes de peso como Lluís Homar o Federico Lupi, también revela las posibilidades de un actor de enorme proyección, Santi Millán, cuya capacidad autoparódica esconde un intérprete todo terreno que luce hasta en el papel más estereotipado. L.R.

La rabia del payaso

Héros (Bruno Merle, 2007)
Noves Visions

El apartado Noves Visions, a menudo incluye filmes que no dejan indiferente, y tal es el caso de Héros, un enorme carnaval del absurdo y la mala baba que pese a su metraje indigesto y a su veleidosa lógica dadaísta contiene secuencias espléndidas. Pierre Foret (un magnífico Michael Youn) encarna a un animador de plató en crisis que decide secuestrar a una madura estrella del folk por pura diversión. La ópera prima de Bruno Merle construye una fábula poderosa acerca del fracaso, la insatisfacción y la mediocridad que no siempre va acompañada de un buen pulso cinematográfico, pero cabe destacar que en sus líneas de fuga, casi 'scketches' absurdos, hay instantes delicados y de flamígera poesía. Del mal gusto de un chiste de retrasados mentales, o una sorprendente acumulación de saltos al vacío metafóricos del protagonista el filme nos lleva a pasajes como una muy poderosa recreación catódica de Cyrano de Bergerac. Héros es un filme rabioso, visceral y, en cierto modo, cacofónico que puede resultar insoportable y desmedido para el espectador, desde luego, pero que analiza con una libertad apabullante el lado oscuro, homicida e inestable que se esconde tras la máscara, y lo logra a cara descubierta. Propuesta radical, hecha desde una insatisfacción que procura que Bruno Merle no se amilane a la hora de plasmar la estupidez individual. Entre el niño inestable y el payaso frustrado existe una línea muy, muy estrecha; Héros, a su manera, revienta el espacio físico, teatral, del filme para cabalgar a lomos del cerebro de su infeliz protagonista, un niño apayasado, peligroso como un 'clown' malcriado. Esta pieza demuestra que entre Bertol Bretch y Takashi Miike existen espacios comunes, y no necesariamente neutros. L.R.

Sueños cibernéticos

I’m a Cyborg but that’s OK (Parck Chang-wook, 2006)
Oficial Fantàstic

Sin renunciar a su sello ni a su arrolladora capacidad creativa, casi insultante para el común de los realizadores europeos y estadounidenses, Parck Chang-wook se reinventa a sí mismo en un filme que abandona los tonos sombríos de sus películas anteriores y abraza la comedia, satírica y furiosamente nihilista, pero comedia al fin y al cabo. I’m a Cyborg but that’s OK es una historia de amor entre una adolescente que se cree un robot sin sentimientos y un joven que llena sus vacío vital cometiendo pequeños hurtos. Todo esto en el marco, a veces opresivo, a veces hilarante, de una institución mental poblada por un delicioso surtido de 'freaks' que ponen nombre a las paranoias orientales más comunes.

Chang-wook se enfrenta a este peligroso 'cocktail' con soltura y mucho respeto y factura un hermoso filme que habla con aparente, sólo aparente, candidez acerca de misterios tan oscuros como la pérdida de un ser querido, el sentimiento de culpa, el lugar que ocupamos en el mundo y la fuerza reveladora de los sentimientos. El estilo es colorista, desacomplejado y bebe sin problemas tanto de iconos pop como de fuentes oníricas (el director reveló en la rueda de prensa del festival que algunas de las escenas más chocantes simplemente las soñó). Como ya es habitual en la obra de este autor, el filme juega a ponerse al límite de la pura paranoia visual y narrativa dejando en el espectador el regusto de un viaje a lo más lisérgico de su infancia. No obstante, el cambio de registro es ante todo un cambio de tono y un reenfoque de estilo. La historia que nos cuenta Parck Chang-wook nos sigue hablando, como el Old Boy o Simpathy for Lady Vengeance, de personajes solitarios y de cuentas pendientes, en este caso, de una adolescente que quiere vengarse de una sociedad que le ha quitado lo que más quiere, aunque en este caso vaya aderezada por una de las historias de amor más peculiares que haya dado la historia del cine. I’m a Cyborg consiguió el premio al mejor guión del festival, una decisión como mínimo sorprendente dado que la película destaca sobretodo por su tratamiento visual y su puesta en escena. Marta Torres

Terror en familia

Joshua (El hijo del mal) (George Ratliff, 2007)
Oficial Fantàstic

Muchas han sido las películas que, a lo largo de la historia del cine, se han acercado al tema de la maldad infantil con desiguales resultados: de la excelencia de títulos como El otro, La profecía, La semilla del diablo o ¡Quién puede matar a un niño?, al fracaso de obras como Ojos de fuego, Los chicos del maíz o El buen hijo. A pesar de sus diferencias irreconciliables, todos estos filmes se vieron beneficiados por el indudable atractivo que desprenden estas narraciones que dinamitan las convenciones familiares más tradicionales y desdibujan la estrecha línea que separa la monstruosidad de lo angelical, temas extremadamente inquietantes que han alimentado la imaginación de numerosos escritores como, entre otros muchos, Henry James, Ray Bradbury o Tom Tryon. Ahora, se suma a este catálogo de obras sobre el lado maléfico de la infancia un nuevo título, el filme estadounidense Joshua (El hijo del mal), dirigido por el debutante George Ratliff, un irregular titulo de suspense que, si bien no pasará a los anales del subgénero de niños diabólicos, por lo menos atesora una encomiable capacidad perturbadora y algunos atractivos apuntes argumentales.

Como bien destacó el jurado de la crítica del festival al recompensar a la cinta con una mención por “la sutilidad con la cual hace presente el miedo a lo cotidiano”, el elemento más destacable de Joshua (El hijo del mal) no es tanto la ilustración de la malignidad del infante protagonista sino la descripción de la atmósfera de desconfianza, locura y terror que provoca su demencial comportamiento entre los miembros de su familia. Rodada con un estilo neutro e indefinido por parte del director, las mejores bazas del filme se encuentran en el retrato de los ambientes acomodados de la clase media estadounidense y en su posterior destrucción a partir de la degradación de uno de sus bienes más sagrados: la seguridad familiar. En mi opinión, si el director hubiera insistido más en los aspectos más sociológicos de este conflicto en lugar de desarrollar una convencional trama de suspense, nos habríamos encontrado con una obra más atractiva y profunda. A pesar de todo, hay que señalar la excelente labor de los intérpretes, en particular del actor californiano, Sam Rockwell, que fue justamente galardonado con el premio al mejor actor del certamen. J.C.M.

Fantasmas tradicionales

Kaidan (Hideo Nakata, 2007)
Sesión especial

El director japonés Hideo Nakata, ganador del festival de 1999 con The ring (Ringu), regresó a Sitges por la puerta de atrás con una muy modesta pero efectiva historia japonesa de fantasmas de corte clásico que comparte título original con la obra maestra realizada en 1964 por Masaki Kobayashi. Inscrita en la línea de producciones de serie B auspiciadas por el productor Takashige Ichise para impulsar el cine de terror producido en los últimos años en el país nipón –entre las que se cuentan la espléndida Retribution (Id., Kiyoshi Kurosawa, 2006)–, Kaidan decepcionará sin duda a los aficionados que busquen una nueva vuelta de tuerca al modelo visceral y contundente y a los estilemas, ya agotados por tantas copias y repeticiones, impuestos por la propia The ring. Después de firmar la absurda The ring 2 (Id., 2005) en los Estados Unidos, Nakata ha optado por una inteligente aunque un tanto desfasada vuelta a sus orígenes y ha firmado una aplicada producción de época centrada en la pasión que se establece entre una maestra madura, Toyoshiga (Kikunosuke Onouse), y el joven vendedor de tabaco Shinkichi (Hitomi Kurori), cuyas familias están marcadas desde tiempo atrás por una terrible maldición: veinte años atrás, el padre de Shinkichi, un samurai en bancarrota, asesinó al padre de Toyoshiga, Soetsu, para evitar pagarle un préstamo, y su cuerpo nunca fue encontrado. Tras su muerte a causa de una terrible enfermedad, el espíritu de Toyoshiga perseguirá sin tregua a Shinkichi y llevará a la muerte a todas sus amantes. Kaidan, es cierto, no aporta nada nuevo a la rica tradición sobrenatural nipona representada por títulos como el ya citado o, más especialmente, por Cuentos de la luna pálida (Ugetsu monogatari, Kenji Mizoguchi, 1953), y si bien adolece de una cierta frialdad formal, constituye un ejercicio de clasicismo bien entendido. Nakata traslada a la gran pantalla el modélico guión de Satako Okudera, basado a su vez en una de las historias de fantasmas del Período Edo (1603–1867) recopiladas por Encho San’yuutei, con sobriedad y voluntad de estilo (el estilizado prólogo en blanco y negro), renunciando a cualquier tentación efectista y consiguiendo con inusitada facilidad momentos de tenebrosa poesía (por ejemplo, la inquietante visualización del siniestro pantano del río Kasanegafuchi, en el que según cuenta la leyenda todo aquello que se hunda nunca más volverá a salir a la superficie, situado no por nada cerca de un cementerio abandonado). P.R.

El fantasma de la carretera

Km. 31 (Rigoberto Castañeda, 2006)
Oficial Premiere

Precedido por un gran éxito en su país de origen (el filme se ha convertido ya en uno de los más taquilleros de la historia de México), el debut en la dirección de Rigoberto Castañeda (nacido en 1973) propone una historia de fantasmas presuntamente basada en hechos reales pero mucho menos exótica o original de lo que puede parecer en un primer momento. Lo mejor que puede decirse de la película, coproducida por la compañía española Filmax, es que a nivel visual e incluso conceptual luce prácticamente a la altura de cualquier producción estadounidense de similares características; lo peor, su voluntad descaradamente imitativa y la constatación de que no aporta nada a multitud de filmes anteriores inspirados, aunque sea lejanamente, en terroríficas leyendas urbanas localizadas en una remota zona rural marcada por algún suceso terrible u oscuro secreto (en este caso, una pequeña carretera comarcal en la que vienen sucediéndose, desde hace años, un sinfín de accidentes y de acontecimientos poco menos que inexplicables). Castañeda, también autor en solitario del guión, muestra conocer bien los mecanismos y los recursos destinados a la creación de inquietud pero se muestra incapaz de insuflar vida a sus personajes y de dotar la trama de la imprescindible unidad dramática y narrativa. Ello es especialmente evidente en el dibujo plano y torpe de los diferentes personajes y de las distintas situaciones en las que se ven envueltos: la película arranca con el brutal accidente de coche de la hermana gemela de la protagonista (ambos papeles son interpretados por Iliana Fox), pero tanto la especie de relación telepática que parece unirlas como las relaciones que mantienen con sus respectivos compañeros sentimentales (mal interpretados por Raúl Mendez y Adrià Collado) carecen del menor atisbo de consistencia y de credibilidad, hecho que repercute en la creación de la deseable atmósfera terrorífica e irreal porque impide la identificación de los espectadores con el drama que están viviendo. Lo mismo puede decirse del improbable inspector de policía encargado del caso (Carlos Aragón), obsesionado desde hace años con los fenómenos aparentemente inexplicables que tienen lugar en el kilómetro 31 de la carretera. Una vez establecidos los parámetros en los que se va a desenvolver la historia, el filme avanza a trompicones y sin una dirección concreta: Castañeda abusa del montaje paralelo y dosifica la información de manera más complicada que compleja, más rebuscada que efectiva, hasta el punto que el (fatal) desenlace se ve a venir mucho antes del final. P.R.


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