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publicado el 13 de abril de 2005

POCOS OBRAS DE FICCIÓN HACEN JUSTICIA AL MITO DEL HOMBRE LOBO como esta del escritor estadounidense Guy Endore. Su principal personaje, Bertrand Caillet, está inspirado en Bertrand, un joven oficial que profanaba cementerios para alimentarse de cadáveres y cuyo caso, acaecido en París, está documentado como uno de los más espeluzantes ejemplos de licantropía: la historia de Bertrand está minuciosamente recogida en El libro de los hombres lobo (información sobre una superstición terrible) del estudioso Sabine Baring- Gould. Guy Endore desarrolla las posibilidades del mito ampliando notablemente el abanico, a diferencia del vampiro, el hombre lobo, pasa por ser un individuo atormentado que destruye aquello que ama. Partiendo de la irrefrenable sed de sangre del enfermo, Endore, construye una excelente metáfora sobre el pecado, lo irracional de la líbido y las posibilidades del sadismo. El hombre lobo de París es una novela que explora el mito haciendo especial hincapié en sus particularidades antropofágicas: por primera vez nuestra idea del hombre lobo se convierte en la de un atractivo depredador que, aunque irracional, encarna el prototipo de hombre maldito capaz de corromper el alma de una bella dama. Otra de los aciertos de esta novela estriba en situar a Bertrand en un marco histórico convulso, la guerra franco-prusiana (exactamente en la proclamación de la Comuna de 1871 en París). Este contexto histórico sirve al escritor para reflexionar sobre la crueldad del hombre y minimizar las arbitrarios asesinatos del licántropo, un contrapunto argumental estimulante. La novela de Endore, de indisimulada inspiración gótica, resulta mucho más valiente que otras obras que provienen de esa tradición y tanto en el lenguaje como en aspectos morales resulta irónicamente trasgresora. El hombre lobo de París serviría de inspiración para la excelente película de Terence Fisher, The Curse of Werewolf, que, aunque mucho más contenida, recogería con precisión tanto su espíritu fatalista como su valiente reflexión sobre la violencia. Años después de escribir El hombre lobo de París, Guy Endore, trabajaría como guionista en Hollywood, pero, ironías del destino, al igual que su personaje Bertrand Caillet acabaría cayendo en desgracia: su nombre sería incluido en la lista negra del Comité de actividades Antiamericanas por gracia de Marín Berkeley (fecundo delator macarthista). Antes de ser víctima de la caza de brujas, Endore, sería artífice de libretos como La marca del vampiro (Mark of the vampire, 1935), Muñecas diabólicas (The Devil Doll, 1936) de Tod Browning, o El Cuervo (The Raven, 1943), de Gregory Ratoff entre otros títulos.

Por vez primera, El hombre lobo de París se edita en castellano traducida por Juan José Pulido y con excelente prólogo de Antonio Ballesteros. Estamos ante una de las mejores novelas de terror de todos los tiempos; a la altura de clásicos como Drácula de Bram Stoker o El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde de Robert L. Stevenson. Sin duda alguna, la mejor aproximación a la licantropía nunca abordada en el terreno de la ficción.


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