publicado el 20 de marzo de 2008
Marta Torres | El vampiro es un mito y como todos ellos, muere y renace al ritmo de los tiempos. Corresponde a los creadores despojarle de sus ropajes pasados de moda y reinventarlo, otorgándole de nuevo su poder y su fuerza original. De esta manera el mito del vampiro ha evolucionado desde el terror ligado a los ciclos agrícolas de muerte y resurrección para convertirse en reacción a los tabúes religiosos y la represión sexual de la época victoriana hasta adoptar, hoy en día, la forma del miedo a las adicciones, la senectud, lo extraño y lo antisocial. Tomando cada uno de sus elementos por separado, "Déjame entrar", de John Ajvide Lindqvist, no se mueve más allá de la representación del mito vampírico fijado durante el siglo XX por escritores como Stephen King o Richard Matheson, si bien y a la manera de obras como "Guardianes de la noche" (Sergei Lukyanenko) retuerce los clichés del thriller y lo sobrenatural para construir una obra literaria capaz tanto de interrogarse sobre la naturaleza moral del hombre como de enfrentarnos cara a cara con el horror, prescindiendo de ambigüedades y máscaras protectoras.
"Déjame entrar" ("Låt den rätte komma in", 2004) es la primera obra de John Ajvide Lindqvist (Suecia, 1968), un autor a tener en cuenta a partir de ahora y que ya ha publicado tres novelas además de la que nos ocupa. La obra huye del romanticismo de cartón piedra, tan querido por algunas vacas sagradas del género como Anne Rice y traslada la mitología vampírica a una ciudad desangelada del extrarradio de Estocolmo: Blackeberg, la barriada donde precisamente nació y vivió el autor buena parte de su vida. Aunque el cambio hacia una escenografía contemporánea no puede considerarse nada nuevo, de facto, es la marca del vampirismo 'fin de siecle', sí lo es el tratamiento que hace el autor de este escenario y de los personajes que lo habitan. John Ajvide Lindqvist se recrea en un vampirismo permeable a nuestra sociedad. Más que hostil, el vampiro es un producto inevitable de los vicios y la podredumbre en que habitamos. A la manera de las mejores obras de Stephen King, el libro opta por el realismo y un aire de absoluta cotidianidad, aunque el tono es lúgubre y ceniciento desde el principio. No se trata aquí de confrontar un día luminoso y familiar con los terrores nocturnos por venir sino de poner de relieve desde el principio la miseria de un barrio animado por gentes desgastadas, el odio que se genera en un Instituto cualquiera y la desesperanza de una vida perdida como cajera de supermercado. En este mundo podrido de raíz la llegada del vampiro actúa sólo como catalizador de este terror escondido apenas bajo una capa superficial de vida civilizada. No obstante, y aquí es donde se libera del espíritu de King, el horror no actúa como una catarsis colectiva. Sus mecanismos funcionan solamente en la intimidad de unos pocos personajes, la mayor parte seres que circulan en los márgenes de la sociedad. En "Déjame entrar", el vampiro deambula por las calles oscuras de Blackberger y las comparte con borrachos, maltratadores y pederastas. Una ralea antisocial a la que, sin embargo, el autor retrata con cariño.
Como en toda obra que trate el mito del vampiro que se precie, "Déjame entrar" aborda también la relación del mito con la sexualidad y lo hace desde una perspectiva valiente en estos tiempos que corren. Los protagonistas principales del relato son niños y el autor se sirve de su punto de vista, a pesar de todo inocente, para retratar sin pudor un submundo donde los niños son objeto de pulsiones eróticas, cuando no son víctimas de pederastas o asesinos. El autor nos muestra a la vez, lo sagrado y lo execrable, la atracción y la repulsión que se encuentra tanto en el sexo culpable como en la muerte y el asesinato. El tabú de la no-muerte se convierte de esta forma también en tabú sexual y en un fantástico retrato de las cloacas de una vida y de un barrio ordenado. Un buen ejemplo es como el autor reinventa a Reinfeld, personaje original de Bram Stoker, y lo convierte en un viejo profesor expulsado de su trabajo por pederasta y salvado del alcoholismo por una niña-vampira, que convierte en su amor imposible y a quien ofrece sacrificios de sangre a cambio de una extraña vida de privaciones, remordimientos y sensualidad.
"Déjame entrar" es un libro complejo que desdibuja las fronteras entre la inocencia y el vicio, la virtud y la crueldad, el horror de los inexplicable y el tedio suburbial aunque señala, a pesar de todos los horrores que retrata, una débil esperanza que pasa por la huída y la preservación de la inocencia. John Ajvide Lindqvist convierte al no-muerto en el reverso tenebroso, aunque apetecible, de la ordenada, aburrida, desamparada sociedad del bienestar que encarna Suecia. Quizá Ajvide Lindqvist no haya reinventado el género, pero en sus manos, el vampiro posee la rara, por inesperada, virtud de estremecernos.