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clásicos modernos

publicado el 15 de marzo de 2004

Vampiros de Nueva Inglaterra

A veces la nostalgia puede jugar malas pasadas. La recuperación de filmes, series o novelas que nos aterrorizaron en nuestra infancia puede llegar a ser enormemente frustrante ya que muchas de ellas no han soportado el paso de los años. Por fortuna, no es el caso de la magistral serie ‘El misterio de Salem’s Lot’ (‘Salem’s Lot’, 1979), una sensacional obra del gran Tobe Hooper que aún conserva la misma capacidad aterradora y desasosegante que marcó, en su momento, a toda una generación de televidentes. A esta obra maestra de la historia de la televisión estadounidense le queremos dedicar el espacio de nuestro Clásico Moderno de la quincena. Bienvenidos, veinticinco años después, a la mansión Marsten.

Juan Carlos Matilla | El inesperado éxito comercial que obtuvo el filme Carrie (1976), de Brian De Palma, puso en el ojo del huracán a un creador: el escritor Stephen King, autor de la novela en la que se basó la película. Las productoras hollywodienses vieron en él el filón que necesitaba el género de terror para romper las taquillas de medio mundo y, desde el boom del filme de De Palma, le llovieron las ofertas millonarias por la compra de los derechos de adaptación de sus novelas. Lo que vino después, ha pasado a formar parte de la historia del género: El resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick; Christine (1983), de John Carpenter; Cujo (1983), de Lewis Teague, La zona muerta (The Dead Zone, 1983), de David Cronenberg, todas ellas obras excelentes que renovaron muchos de los motivos tradicionales del cine de horror y algunas de ellas, como la de Kubrick, marcaron el devenir del género hasta nuestros días.

La narrativa de King es, no cabe duda, tan atractiva como irregular. Creador de obras inmortales como It (1986) o Misery (1987), el autor estadounidense no ha sabido mantener una trayectoria literaria homogénea ya que en ella abundan los títulos mediocres y las salidas de tono más ridículas [pienso en El cazador de sueños (2001) sin ir más lejos]. Estamos ante un escritor extraordinario obcecado a veces por parecer malo (como diría Almudena Grandes) y eso ha perjudicado su prestigio en numerosas ocasiones, sobre todo en los últimos años. Pero en sus primeras novelas esto no ocurría ya que todas ellas son soberbias aproximaciones hacia lo sobrenatural y lo siniestro que, vistas hoy en conjunto, conforman un conglomerado narrativo soberbio: Carrie (1974); El misterio de Salem's Lot (1975); El resplandor (1977); Apocalipsis (1978); La zona muerta (1979); Ojos de fuego (1980); Cujo (1981); Christine (1983) o Cementerio de animales (1983). En estas obras (auténticas novelas-río), King elaboró una personal mitología sobre lo monstruoso donde brillan sus imaginativas líneas argumentales, su voluntad de romper (aunque con respeto) con los cánones tradicionales del horror, sus elaborados perfiles psicológicos (aunque algo reiterativos) y sus tramas complejas llenas de numerosos personajes, motivos y escenas. Todo ello ambientado en una Nueva Inglaterra emparentada con la de H. P. Lovecraft o Ambrose Bierce, un escenario gótico y escalofriante en el que el King sitúa, libro tras libro, la puerta de entrada al infierno.

El misterio de Salem´s Lot fue la segunda novela de King y, al poco tiempo de su publicación, la Warner Brothers se hizo con los derechos de adaptación del libro, entusiasmados por el exitazo de Carrie. En un principio, la productora no tenía previsto rodar una miniserie de TV sino un largometraje para la gran pantalla pero, ante la coincidencia en el mismo año de otros dos filmes de vampiros: Dracula (1979), de John Badham, y Nosferatu, vampiro de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht, 1979), de Werner Herzog, optaron por el formato televisivo. El primer nombre que barajó la Warner para dirigir el filme fue el de George A. Romero, quien había roto las taquillas de medio mundo con su filme Zombi (Dawn of the Dead, 1976), pero Romero no mostró ningún interés en el proyecto y éste pasó a manos de Tobe Hooper. Como curiosidad, habría que apuntar que también se tanteó la posibilidad de que la dirigiera Larry Cohen, quien llegó a escribir una versión del guión, pero fue rechazada. Años después, Cohen se sacaría la espina dirigiendo la secuela Return to Salem´s Lot (1987), filme que desconozco pero que no goza de un gran prestigio entre los especialistas de género fantástico que lo han visto.

Cuando le propusieron la película, Tobe Hooper era un director treintañero cuya ópera prima había supuesto una auténtica revolución en el género además de ser un gran éxito comercial. Estamos hablando, claro está, de La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974), una rotunda obra maestra que, junto a La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead, 1968), de Romero, renovó el panorama del cine de horror a base de encarar el terror desde su vertiente más física y cruda mediante unas elevadas dosis de imaginación (que contrarrestaba los presupuestos ridículos), una gran valentía a la hora de transgredir los tabúes más comunes de la sociedad occidental (como la muerte, el canibalismo, la pérdida de la identidad como individuo y la visión de la familia como un núcleo destructivo), y la adopción de un look visual basado en los efectos de maquillaje truculentos, las texturas fotográficas grises y cercanas al documental. Con estos dos filmes, el cine de horror dio carpetazo al neogoticismo imperante en la década de 1960 y encaró el futuro con una mirada más sucia y desencantada.

Admirador del cine de Rober Wise, Orson Welles y la productora Hammer, a Hooper siempre se le ha querido relacionar a un tipo de cine cercano al splatter y al registro gore y, aunque esta asociación tenga una parte de razón, creo que no acaba de hacerle justicia ya que su cine no sólo ha explorado el lado más explícito de los monstruoso sino que también lo ha sabido combinar con cierto "clasicismo" formal y con una marcada tendencia hacia el terror reflexivo y sugerente. A Hooper le interesa más crear una atmósfera agobiante, marcada por la tensión psicológica, que espantar a la audiencia mediante una batería de sustos y efectos desagradables. Esa era la gran baza de La matanza de Texas, cuya inquietud provenía de la tensión ambiental y no de los excesos gore (que en realidad, eran escasos), y también de El misterio de Salem´s Lot, un filme en apariencia antagónico a la ópera prima de Hooper pero que en realidad está íntimamente relacionado. Como en aquella, la tensión que producen los espacios y atmósferas inquietantes, la meditada planificación y el adecuado uso de la elipsis, resulta muchos más terrorífico que algunos grandilocuentes golpes de efecto que resultan más previsibles. La serie narra los siniestros acontecimientos acaecidos en la apacible localidad de Salem’s Lot tras la llegada de un siniestro personaje, el anticuario Richard Throckett Straker (interpretado con maestría por James Mason, el mejor malvado de la historia del cine), quien ha comprado la antigua mansión Marsten para convertirla en una tienda de antigüedades. Esta mansión obsesiona desde su niñez a Ben Mears (un David Soul recién salidito de Starsky & Hutch), un escritor que vuelve a su pueblo natal para encontrar inspiración para su nuevo libro. Ben intuye las siniestras intenciones de Straker sobre todo cuando comienzan a sucederse las muertes y desapariciones en el pueblo que parecen estar ligadas a la llegada del socio del anticuario, el enigmático Kurt Barlow. Las verdaderas intenciones de la fatal pareja no tardarán en salir a luz.

Lo primero que llama la atención de la serie es su decidida apuesta por lo terrorífico. Con esto quiero decir que la intención de Hooper es filmar el horror sin ningún tipo de trabas ni filtros ideológicos o morales (al igual que en La matanza de Texas). Sólo así se explica que veinticinco años después la serie aún ponga los pelos de punta. Imágenes tan inquietantes como las del niño vampiro arañando la ventana, o las de otro joven que, en su funeral, se abalanza sobre el cuello de su enterrador, o la ominosa secuencia del tanatorio en la que Ben espera que una vampira "reviva" o la primera aparición del vampiro Barlow (que hiela la sangre porque resulta del todo inesperada), resultan atroces por su frialdad, su estudiado diseño de lo macabro y por su voluntad de romper esquemas tradicionales y tabúes ancestrales al crear una atmósfera de horror a partir de motivos como la maldad infantil, la hostilidad del vecindario y la inestabilidad del seno familiar, todos ellos alejadísimos del pensamiento establecido. En Salem’s Lot Hooper vuelve a filmar el terror desde dentro de una comunidad reducida y familiar [uno de sus temas favoritos, ya presente en su debut y recuperado después en Poltergeist (1982) o Invaders from Mars (1986)], lo que otorga al filme un tono claustrofóbico y morboso de indudable interés.

Otro elemento a destacar es el particular homenaje que realiza el autor a los filmes góticos de la Hammer, a la tradición cinematográfica vampírica y, en algunos aspectos, a The Haunting (1963), una de las mejores obras de Robert Wise. De la Hammer, Hooper toma el espléndido diseño de producción y los ambientes arquitectónicos fúnebres. Los angostos espacios y las estilizadas sombras de la mansión Marsten recuerdan a los espléndidos diseños de interiores de los filmes de Terence Fisher. Pero, en cambio, la figura del vampiro no tiene nada que ver con los clásicos de la productora británica. El vampiro aquí no es seductor ni ambiguo y su potencial terrorífico se basa en su apariencia animal, en la liberación irracional de sus instintos más primarios. El vampiro de Salem´s Lot está más cerca del Nosferatu de Murnau (el maquillaje de Kurt Barlow está inspirado en el que lució Max Scherk) que del refinado aristócrata encarnado por Christopher Lee en los filmes de Fisher. Por último, hay que apuntar que la visualización de la mansión Marsten recuerda a la de la casa maldita del filme de Wise que he citado anteriormente. En ambas obras, la malignidad de la casa siempre es subjetiva, es una proyección de los temores de los personajes y aunque en el filme de Hooper el horror se "materialice" en la figura de los vampiros, esta noción de lo ominoso relacionada con los miedos interiores de los individuos también se hace evidente (aunque este aspecto quizás se encuentre mejor desarrollado en la novela de King). Tres años antes de Poltergeist, Hooper realiza en Salem’s Lot un ensayo de lo que expresará más adelante en la cinta producida por Spielberg: el terror adscrito a un lugar físico que se desarrolla según los miedos y angustias de sus habitantes.

Acceder de nuevo a El misterio de Salem’s Lot no resulta fácil. La serie hace años que no se repone en TV y en el mercado videográfico español sólo se encuentra una versión reducida que se destinó en su momento a las salas cinematográficas (bajo el imposible título de Phantasma II). A pesar de todo, existe una versión completa de la serie en el DVD americano editado por la Warner que se puede adquirir en Internet o en tiendas especializadas. Háganme caso, búsquenlo y disfruten de nuevo con una de las más altas cimas de aquella pequeña edad de oro del cine terror que fue la década de 1970. Esta vez, la nostalgia no les defraudará.


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