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la dvdteca del profesor legendre

publicado el 15 de marzo de 2009

Secuelas, imitaciones, (foto)copias y derivaciones

Año tras año, con rigor y puntualidad, se estrenan secuelas de segunda y tercera división de filmes terroríficos que supuestamente han tenido una gran acogida comercial. Son títulos de saldo, a veces simples telefilmes, pensados para ser distribuidos directamente en vídeo y que por lo general nada aportan a los títulos originales, al contrario: la mayoría de las veces se trata simplemente de remakes mal disimulados firmados por directores noveles o incompetentes y protagonizados por actores y actrices caídos en desgracia.

1. Las “franquicias”: algunas reflexiones

“Franquicia” es un término comercial que el Profesor utiliza regularmente para referirse a las series de películas de terror, de la serie A hasta la serie Z, que han engendrado más de una secuela: a diferencia de las sagas (la saga de Frankenstein realizada por Terence Fisher en el marco incomparable de la Hammer, por ejemplo), las “franquicias” se caracterizan por su total sumisión al filme original, por los intentos, casi nunca satisfactorios, de recrear su estilo, su atmósfera y su argumento (o la ausencia de todos estos elementos) y, a rasgos generales, por la sobreexplotación mecánica de sus principales señas de identidad. Aunque las secuelas han existido siempre, especialmente en los géneros más comerciales, las “franquicias” son un fenómeno relativamente nuevo. Si bien es cierto que muchos filmes de terror de la década de los setenta del siglo XX tuvieron dos o más continuaciones, éstas carecían de la falta de escrúpulos y de ideas que se apoderará rápidamente del género gracias al tremendo éxito de las secuelas de Viernes 13 (Friday the 13th, Sean S. Cunningham, 1980) y Pesadilla en Elm Street (Nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984). A partir de este momento, incluso la más patillera producción terrorífica de serie Z, generalmente (mal) copiada de algún título anterior de relativo éxito, tendrá sus secuelas. La lista de “franquicias” es infinita pero citando al Profesor mencionaremos sólo cuatro de las peores (y más representativas): Terror en Amityville (The Amityville horror, Stuart Rosenberg, 1979) –siete continuaciones y un remake–, Campamento infernal (Sleepaway camp, Robert Hiltzik, 1983) –cuatro continuaciones más una quinta en preproducción–; Los chicos del maíz (Children of the corn, Fritz Kiersch, 1984) –seis continuaciones y un temible remake televisivo que se avecina–; y La venganza de los muñecos (Puppetmaster, David Schmoeller, 1989) –ocho continuaciones, aunque puede incluso que haya alguna más: con Charles Band nunca se sabe–. Pero las “franquicias” no siempre se crean de la nada, ni nacen de la sobredosis de imaginación de uno o más productores sinvergüenzas: existe el caso, flagrante, de conversiones de series o sagas en “franquicias”, e incluso de la venta de “franquicias” de una productora a otra. El caso de Hellraiser, los que traen el infierno (Hellraiser, Clive Barker, 1987), es seguramente el más significativo de todos. El propio Barker estuvo implicado en las tres primeras secuelas de la serie –firmadas respectivamente por Tony Randel, Anthony Hickox y Kevin Yagher (este último con el seudónimo de Alan Smithee en desacuerdo por los resultados finales)– y vendió después los derechos a Dimension Films. La temible compañía de los hermanos Weinstein se sacaría de la manga cuatro nuevas continuaciones –la primera de ellas Hellraiser: Inferno (Id., Scott Derrickson, 2000)– radicalmente alejadas del tono, el estilo y del interés (relativo) del resto de entregas: la serie, de esta manera, pasó a convertirse en una “franquicia”, una triste sucesión de películas diseñadas en despachos y realizadas con el único objetivo de rentabilizar al máximo su paupérrimo coste a costa de su nombre.

2. Serpientes gigantes y hamburguesas mal digeridas

Algo similar ha ocurrido con la risible monster movie firmada por el no menos risible Luis Llosa en 1997: Anaconda (Id.) vería estrenarse, incluso en cines, una tardía (pseudo)continuación dirigida por Dwight Little, Anacondas: La cacería de la orquídea sangrienta (Anacondas, the hunt for the blood orchid, 2004) antes de convertirse en una “franquicia” con dos nuevas entregas realizadas directamente para la televisión y filmadas (casi) al mismo tiempo por un tal Don E. FauntLeRoy. Si el filme de Little, más allá de la presencia de una gigantesca y mortífera anaconda, no mantenía ninguna relación con el filme original, Anaconda 3 (Id., 2008) es una más de las penosas producciones televisivas de serie Z disfrazadas de película de serie B con la que el canal estadounidense Sci-Fi atormenta regularmente a los aficionados al género. Mucho más sangrienta que los dos títulos anteriores, también mucho más inocua, la película (¿?) es una trepidante sucesión de muertes sangrientas y persecuciones (la trama se reduce a los intentos de un grupo de mercenarios para cazar una monstruosa serpiente gigante fugada de un laboratorio de investigaciones genéticas) que destaca por la demacrada, muy demacrada presencia de un David Hasselhoff que parece no haber superado todavía sus problemas con las hamburguesas.

3. Alienígenas buenorras y promiscuas

Species (Especie mortal) (Species, Roger Donaldon, 1995), ha sido una de las últimas series cinematográficas en convertirse en “franquicia”: algunos años después de la delirante secuela firmada por Peter Medak en 1998, que en España llegó a proyectarse en salas comerciales, se han estrenado directamente en vídeo dos nuevas entregas que nada tienen que ver con el filme original, exceptuando el título y la presencia de voluptuosas rubias promiscuas que en realidad son sanguinarias alienígenas obligadas a procrear casi de cualquier manera para evitar la extinción de su especie (interpretadas, respectivamente, por Sunny Mabrey y Marlene Favela en sustitución de la actriz original Natasha Henstridge). La conjunción sexo / investigación científica / terror sangriento de los dos primeros títulos, al menos el primero de ellos con un interesante pero desaprovechado trasfondo mitológico, se convierte en Species 3 (Id., Brad Turner, 2004) y Species 4: El despertar (Species 4: The awakening, Nick Lyon, 2007) en una mecánica y absurda sucesión de clichés sin violencia ni sexo: las escenas presuntamente eróticas de ambos filmes podrían pasar, sin demasiados problemas, por un mojigato vídeo erótico de madrugada o incluso por un anuncio de lencería de segunda división. La ausencia de recursos técnicos y de producción, por otro lado, resulta tan evidente que los efectos visuales parecen sacados de un videojuego caducado. De manera curiosa (o no), antes de convertirse en “franquicia” la serie propició una copia / derivación de origen canadiense, tan mala como divertida, Decoys (Matthew Hastings, 2004), que tendría una continuación más cercana al terreno de la parodia que del terror y la ciencia ficción –Decoys 2: Alien seduction (Id., Jeffery Scott Lando, 2007)–. A medio camino entre el cine de ciencia ficción clásico y el cine de terror adolescente de los años noventa, no demasiado lejos de The faculty (Id., Robert Rodriguez, 1998), Decoys especula con la invasión de la Tierra por parte de una raza alienígena que ha adoptado la apariencia de chicas muy atractivas (y promiscuas) por su necesidad imperiosa de procrear para salvar su decadente civilización. El problema radica en el hecho que son los hombres quienes tienen que incubar las crías dentro de su cuerpo en un doloroso proceso que no acaba de funcionar: los cadáveres de algunos chicos de la Universidad donde se desarrolla la acción han aparecido totalmente congelados...

4. Realitys sangrientos y áreas de servicio encantadas

Van también camino de convertirse en suculentas “franquicias” tanto la serie iniciada por Km. 666 (Desvío al infierno) (Wrong turn, Rob Schmidt, 2003) como el penoso direct-to-video firmado por John Shiban Área de descanso (Rest stop, 2006). El reivindicable filme de Schmidt mostraba sin demasiadas concesiones la brutal persecución de seis despistados excursionistas / turistas por parte de una familia de caníbales mutantes en una remota zona rural de Virginia; Camino sangriento (Wrong turn 2: Dead end, Joe Lynch, 2007) retoma el mismo argumento convirtiendo a los protagonistas en participantes de un reality-show televisivo llamado “Último superviviente”. A diferencia de la cortante atmósfera de terror y del ritmo trepidante del filme anterior, la cinta sacrifica cualquier tentación realista y subversiva con un tratamiento exageradamente grotesco de las situaciones y de los personajes, entre los que se lleva la palma el expeditivo exmilitar reconvertido en presentador de televisión interpretado por el musculoso cantante Henry Rollins. Declan O’Brien ha finalizado ya el rodaje de una tercera entrega que se estrenará este 2009, año que se prevé muy duro ya que promete, entre otros desastres, Boogeyman 3 (Gary Jones, 2008), tercera entrega de la serie iniciada por Stephen T. Kay tres años antes, Vacancy 2: The first cut (Eric Bross, 2008), continuación de Habitación sin salida (Vacancy, Nimrod Atál, 2007), y The grudge 3 (Toby Wilkins, 2009), segunda secuela de El grito (The grudge, Takashi Shimizu, 2004).

Estrenada con poco más de un año de diferencia respecto a su predecesora, Área de descanso 2 (Rest stop 2: Don’t look back, 2008) copia casi al pie de la letra la estructura y el desarrollo de la película original, explotando a fondo la carta de lo sobrenatural y multiplicando por tres o cuatro su contenido hemoglobínico. El filme está tan pasado de vueltas que en muchos momentos parece que estemos contemplando una nueva entrega de Saw (James Wan, 2004) o de Hostel (Id., Eli Roth, 2005): un truculento prólogo ambientado en 1972 explica el origen del área de servicio del título, un lugar perdido en una olvidada carretera secundaria dónde el conductor que interpreta Brionne Davis fue asesinado por una familia de psicóticos fanáticos religiosos; los fantasmas vengativos de todos ellos vagan por el lugar, persiguiendo y torturando hasta la muerte a los conductores despistados que se cruzan en su camino. El desconocido Shawn Papazian filma el conjunto de manera cruda y pretendidamente realista, pero en ningún momento puede trascender el inocuo y grotesco guión firmado en solitario por el director de la entrega anterior, estructurado de manera tramposa y repetitiva a partir de la confusión entre realidad e imaginación. Entre tortura y tortura, Área de descanso 2 ofrece una sucesión atropellada de apariciones fantasmales que sólo al final revelan su condición (uno de los protagonistas llega incluso a hacer el amor con el fantasma de una de las víctimas de la entrega anterior, lo que da perfecta cuenta de la falta de sutilidad de la propuesta) y se cierra con un final lo suficientemente abierto como para habilitar el rodaje de una nueva continuación.

5. Secuelas tardías: murciélagos afganos y vampiros surferos

Algunas veces, sin que el Profesor sea capaz de ofrecer ninguna explicación razonable al fenómeno, aparecen en las tiendas y en los videoclubs secuelas tardías, a veces demasiado tardías, de películas que en su día obtuvieron cierta repercusión pero que en la mayoría de los casos ya están olvidadas y enterradas. En nuestra base de datos encontramos incluso un director especializado en esta suerte de imposibles resurrecciones: Jeff Burr. Tras su debut en la dirección con el fallido filme de episodios Gritos en Oldfield (The offspring, 1987), el director norteamericano firmaría diversas continuaciones imposibles / absurdas que multitud de directores habían rehusado hacer antes que él: El padrastro 2 (The stepfather 2, 1989), La matanza de Texas 3 (Leatherface: The Texas chainsaw massacre part 3, 1990), Pumpkinhead 2: Blood wings y Puppetmaster 4 (editada en vídeo con el engañoso título de La venganza de los muñecos 3), realizadas en 1993... Secuelas tardías, y más o menos inesperadas, son Bats 2 (Bats: Human harvest, James Dixon, 2007) y Jóvenes ocultos 2: Vampiros del surf (Lost boys: The tribe, PJ Pesce, 2008).

La primera es la (falsa) continuación del filme dirigido por Louis Morneau en 1999, y decimos falsa porque no tiene absolutamente nada que ver con el título original. Realizada directamente para la televisión por cable estadounidense y firmada por el técnico en efectos especiales James Dixon –responsable tiempo atrás de la curiosa Shadowbuilder (La sombra del mal) (Shadowbuilder, 1997)–, Bats 2 es una pobretona mezcla de acción y ciencia ficción que prescinde de los niveles de truculencia y terror de la cinta de Morneau para centrar su interés en las evoluciones de un grupo de militares que custodian a un peligroso terrorista afgano. Una horda de murciélagos alterados genéticamente para encontrar y consumir sangre humana aparece y desaparece a lo largo del metraje y alegra muy de vez en cuando la función, aunque si lo que pretendían los desconocidos guionistas Chris Denk y Brett Merryman era hacer una metáfora sobre la amenaza terrorista islamista la verdad es que no lo consiguieron. Jóvenes ocultos 2: Vampiros del surf es la continuación del filme de culto dirigido por Joel Schumacher más de veinte años atrás, realizada directamente para el mercado del dvd por el responsable de Abierto hasta el amanecer 3: La hija del verdugo (From dusk till dawn 3: The hangman’s daughter, 2000) y con un destacado papel de Angus Sutherland (¿o es Pau Gasol?), hermano de uno de los protagonistas del filme original, Kiefer Sutherland. Excepto por la presencia de otro de los “jóvenes perdidos” del primer título, Corey Feldman (y por las breves apariciones de Corey Haim y Jamison Newlander), la película es más un remake de la historia original que una secuela en un sentido estricto, aderezado además ideas extraídas a pico y pala de Le llaman Bodhi (Point Break, Kathryn Bigelow, 1991). El libreto del también director Hans Radionoff mantiene hasta cierto punto la estructura del filme de Schumacher y también su tono a medio camino entre el terror, la comedia e incluso el cine de acción y aventuras, pero no consigue en ningún momento insuflar vida a la historia de dos hermanos (Tad Hilgenbrink y Autumn Reeser) que tras la muerte en accidente de sus padres se trasladan a Luna Bay, en la costa de California, dónde pronto entrarán en contacto con el misterioso excampeón de surf Shane Powers (Sutherland), en realidad un temible vampiro. Asesinatos sangrientos (mostrados en su mayor parte con cámara acelerada), chicas ligeras de ropa en la playa, bromas de mal gusto y competiciones de surf y skate aparecen yuxtapuestas sin más en un cóctel banal e irrelevante que ni inquieta ni divierte, con el lastre añadido de la nula consistencia e interés del personaje interpretado por Feldman: fabricante de tablas de surf, cazavampiros y pastor ordenado por Internet. El ex-mago de los efectos de maquillaje Tom Savini realiza una breve aparición, pero muere decapitado casi de entrada.


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