FICHA TÈCNICA
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Islandia es un país particular en el que los espíritus de la naturaleza, evocados o persistentes durante generaciones en la memoria colectiva de sus habitantes, están siempre muy presentes. Elfos, trolls y 'huldufólk' (gente oculta). En ese sentido, 'Lamb', ópera prima de Valdimar Jóhannsson, indaga en como esos elementos fantásticos convergen en el plano de la realidad sin alterar en exceso su curso contemplativo, relajado y propio de la vida rural. Algo que toma la forma en el filme de un documento poético y sofisticado sobre la vida en las duras tierras de la isla. El punto de partida nos traslada a una granja con un matrimonio que el día de Navidad recibe un inesperado regalo. Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hilmir Snær Guðnason) adoptan como hija una cría de cordero con una fisiología particular, pero a pesar de ello pronto les colma de gracia. La dicha de ser padres con unos códigos bien diferentes les conecta de nuevo con la vida y relativiza sus crisis, en buena medidas derivadas de una maternidad frustrada. Ese eucarístico alumbramiento resulta antinatura, pero es mostrado en el filme con la excepcionalidad y la armonía del que pretende exaltar el ciclo infantil de una pequeña diosa, como el Khnum egipcio, pero con botitas de agua y jersey de lana. La presencia en la granja de un familiar sin recursos y de vida bohemia, el hermano de Ingvar, paulatinamente irá colocando a la criatura, de nombre Ada, en un lugar incómodo respecto a su papel en el mundo de los humanos hasta desencadenarse la tragedia, de curso metódico e inspirado hasta su plano final.
Lluís Rueda | Lamb es un atinado psicodrama folclórico que arranca como un tono abrumadoramente moroso y costumbrista, para después deslizar concretísimos apuntes de comedia grotesta que funcionan a la perfección. Su principal acierto es que ese baile entre lo surreal mostrado y lo delicado del envoltorio convierten el filme en una pieza deliciosa.
No hay un referente que encaje de manera definitiva en su concepto provocador, acaso tenga cierta cadencia formal respecto a La bruja (The Witch, 2015) de Robert Eggers y una desnudo y sincero acercamiento de guion con Centauros del desierto (The Searchers. John Ford, 1956), derivado de la violencia y el recelo a la que tan milagrosa criatura es sometida en algún pasaje francamente hipnótico. Véase el paseo del hermano de Ingvar rifle en mano con la pequeña.
En esencia, Lamb viene a demostrarnos que cualquier planteamiento, por extraño o ridículo que parezca, debe su excepcionalidad a cómo un realizador y su equipo técnico y artístico lo llevan al terreno de la alegoría, para convertir el motivo de su relato en un icono de la diferencia –la metáfora creada es insultantemente expansiva–. Todo ello se da en Lamb sin que pierda un ápice de experiencia fantástica y, desde luego, mitológica. Acertada y exquisita ópera prima de Valdimar Jóhannsson, en que arroja especial luz la esforzada y visceral interpretación de Noomi Rapace (implicadísima en el proyecto, incluso incorporándose a la parcela de producción ejecutiva) y en que los efectos especiales y técnicos que dan forma a la criatura la elevan a un nivel hipnótico.
Una minuciosa tarea la que hay tras de Lamb, como nos reconoce su director en una entrevista realizada el pasado Sitges -Festival internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, certamen en que el filme merecidamente se alzó con el premio a mejor película: "Creamos un cuaderno de bocetos con todo tipo de materiales relacionados con la historia y los sentimientos que queríamos recrear, quedamos cada semana. Nuestra idea era recuperar el folclore islandés, que además está muy relacionado con la religión. No se trata de ningún cuento en concreto, sí con pequeños elementos que además se repiten en otras tradiciones. Soy un gran fan del guionista Sjón, en sus libros siempre aparecen ingredientes míticos".
Artículo publicado el 25 de noviembre de 2021