FICHA TÈCNICA
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Grato debut el de Ignacio Tatay de la mano de la productora Pokeepsie Films encabezada por Álex de la Iglesia y Carolina Bang. Las historias de terror protagonizadas por niños siempre plantean la necesidad de equilibrar a nivel actoral su conexión con los adultos de un modo eficaz, en tanto el mundo infantil suele resquebrajar los esquemas de la ficción creando puentes a lo irracional, a la magia y a la esencia misma del miedo: su síntesis más esencial. Para Jaula, Tatay nos traza esa complejidad de manera admirable desde el primer encuentro de la niña muda y aterrorizada hallada en una carretera por el matrimonio conformado por Paula (Elena Anaya) y su marido (Pablo Molinero). De inmediato se establece una química esencial para el devenir del filme entre la niña (Eva Tennear) y el personaje interpretado por Anaya. La premisa del filme nos expone como esa niña a quien nadie reclama es acogida por la pareja y llevada a un hogar en una urbanización. La pequeña, estigmatizada y obsesionada por la amenaza de una entidad que la castigará si sale de un cuadrado de tiza pintado en el suelo, se convierte de inmediato en una obsesión por parte de Paula y, cabe decirlo, de la comunidad de amistades que rodea la pareja; voyeurs obsesionados con el devenir de la acogida y las reacciones de la “siniestra” niña en el nuevo entorno.
Lluís Rueda | En un filme de estas características, en que la investigación sobre el origen de la pequeña nos lleva en volandas por la mecánica del cine criminal, el esotérico e incluso al territorio de la leyenda urbana, entiendo que revelar demasiados elementos de su diferenciada y bien sostenida resolución o segunda parte, sería destrozar la esencia misma de la propuesta. Sin embargo permítanme apuntarles, sin ahondar en la naturaleza de ese giro depalmiano que sostiene el conjunto, que el filme prácticamente hasta su plano final sostiene ese elemento turbio y perturbador bien afianzado en el montaje de Tatay, en sus secuencias ricas y cargadas de información, en ese mapa invisible de pistas y sugerencias al que accedemos con la predisposición de asimilar incluso más de lo que se nos pretende mostrar. Eso es todo un mérito en un filme pequeño, humilde, pero que tampoco se arruga ante sus carencias, las más de las veces atribuibles a un casting poco acertado, a un abuso del golpe de efecto sonoro o a algún inevitable callejón sin salida parapetado en el ansia comercial del guion. Con todo, seguimos los pasos de esa niña que amplia su mundo tiza en mano y cuyo recorrido impacta sobremanera ante los ojos de Paula, una mujer traumatizada ante la imposibilidad de ser madre. La investigación que despliega el filme acerca del origen de la niña deviene apasionante y convierte a Paula, su protagonista, en una sobria heroína de thriller policial; pero no se lleven a engaño, las sombras fantasmagóricas siempre acechan en el filme, y su sustrato deviene de pura pieza de horror.
Creo que disfrutarán de esta propuesta en la que los primeros planos de las miradas, la gestión de los espacios y los rincones velados, atesoran fugas aterradoras. Se palpa en ella hasta un satisfactorio hálito giallesco. Pero hay mucho más: la crónica negra, la crónica negra no podía faltar en esta obra claustrofóbica, un propuesta moderadamente sofisticada, apetecible.
Le deseo todo el éxito comercial y la recomiendo sin excesivos peros.
Artículo publicado el 8 de septiembre de 2022