El sueño del amor genera monstruos

En su imprescindible ópera prima 'Saint Maud', la directora Rosa Glass aplicó un cambio de foco para narrar la santidad desde el interior de una mente enferma, por lo que el espectador se encontraba indistintamente con imágenes milagrosas y crudas, bellas y desgarradoras como velos de una misma realidad. En 'Sangre en los labios' ocurre algo semejante, aunque exacerbado por una historia adrenalínica y unas imágenes alimentadas por esteroides. El sutil cambio de foco se observa ya en el cartel diseñado para promocionar la película, donde la imagen tan sobada de una mujer con una pistola, en este caso, una de las actrices protagonistas, cambia de sentido simplemente poniendo en primer plano unos bíceps desarrollados y definidos, en lugar del pecho, el torso o la cintura. En la película de Glass se pone el foco en la fuerza de una mujer que parece evocar a Hulka o al 'Ataque de la mujer de los cincuenta pies'.

Marta Torres | La mujer en cuestión es una joven culturista de mirada brillante (Katy O'Brian), objeto de la pasión de Lou (Kristen Stewart), la menuda hija de un mafioso que regenta un club de gimnasia. Su encuentro hace brotar chispas y desata una cadena de acontecimientos narrada con pulso firme y ritmo implacable por Glass. La historia adopta la mirada de un thriller sexual, el ritmo de una road movie trágica, el tono de un wéstern sudoroso y el espíritu melodramático de la clásica historia del medio oeste y el sur de los Estados Unidos: la chica inocente que viaja para convertirse en estrella, en este caso cambiando Hollywood por un concurso de culturismo en Las Vegas.

Sangre en los labios habla también de una transformación que afecta a Lou, un personaje a la sombra de un padre terrible (Ed Harris), que ha decidido desaparecer en un pueblo infecto de Nuevo México hasta que el cuerpo audaz y potente de la culturista la arrastra de nuevo a la vida, y a un inevitable enfrentamiento con su particular bruja mala del oeste, su padre. A partir de aquí, el amor se revelará como una fuerza trágica y transformadora, sangrante y poderosa, física, una diosa de cincuenta pies que no discierne entre el bien y el mal, la vida y la muerte, de aquí el hermoso título original de la película, Love Lies Bleeding (el amor yace sangrando). Y en este punto, Glass sabe introducirnos en la mente enamorada y alucinada de Lou, que adopta incluso tintes fantásticos. Si en Saint Maud el objeto de la devoción amorosa de la protagonista es Dios, ahora es una diosa Kali, poderosa e inocente.

Rose Glass está más cerca de la América profunda de David Lynch y la mirada extrañada y peligrosa de Nicolas Winding Refn, que de análisis realistas sobre lugares y épocas (Nuevo México, finales de los ochenta). Sangre en los labios es una ensoñación amorosa que se agarra a un cuerpo físico idealizado, como no, ya que hablamos de amor desde su misma guarida. En este aspecto, la película tiene el tono de una fábula de fantasía que la directora consigue manteniendo la mirada del espectador pegada a las protagonistas. Solo en ciertas ocasiones, no diré cuales, Glass aleja la cámara y vemos, ya liberados y con cierta ironía, la magnitud de la tragedia.

Artículo publicado el 12 de abril de 2024