FICHA TÈCNICA
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A pesar de las apariencias de filme gore entretenido, 'La sustancia', la segunda película de Coralie Fargeat, lo tiene todo para triunfar, y ese “todo”, lo que la hará ganarse al público y, quizá, también a Hollywood, no es la superficie pulida de la película sino el subtexto sucio de una venganza. La de Demi Moore, la de cualquier artista deglutida y escupida de hecho, contra el Star-System. Así la lee el público y por eso llenan las salas.
Marta Torres | La primera película de la directora francesa, Revenge, era la escenificación directa de una venganza filmada en los colores brillantes de los iconos pop. La protagonista, una atractiva rubia, quizá una modelo, era usada, asesinada y abandonada en el desierto por un grupo de hombres con dinero, como quien tira un chicle rosa mascado. El resto del metraje era un típico rape and revenge que destacaba por un uso preciso e imaginativo de los elementos cinematográficos: ritmo, fotografía y montaje. La sustancia emplea también la venganza como gasolina moral de la historia, y la esconde bajo capas y capas de talento cinematográfico. Viene a ser un caramelo recubierto de celofán de colores, y ese celofán lleva los nombres de Kubrick, De Palma, Cronenberg, los cuentos de hadas y las instrucciones precisas de un relato de ciencia ficción de Philip K. Dick: todo saldrá bien si se siguen al pie de la letra las instrucciones. Empecemos, pues, a desgranarlas.
La actriz en decadencia y el pacto
El punto de partida de la película, la matriz en su particular lenguaje, es Elisabeth Sprankle/ Demi Moore, una actriz una vez famosa que ahora sobrevive en un programa de fitness en televisión y que es despedida el mismo día que cumple 50 años. Por sus venas corren referencias a la Norma Desmond/Gloria Swanson de Sunset Boulevard, y, en general, a todas las divas del cine y la televisión que han envejecido. En La sustancia el body horror es el paso del tiempo, la corrupción de la carne. Para escapar a la vejez, Elisabeth/Demi sella un acuerdo con una misteriosa organización que le promete crear una mejor y joven versión de ella misma si sigue al pie de la letra una serie de sencillas instrucciones. La pauta es a la vez un préstamo de las recetas mágicas de los cuentos de hadas, así como un guiño a las pesadillas consumistas o científicas, con referencias directas a La mosca de David Cronenberg o La cosa de John Carpenter.
El parto y la cicatriz
Decía la escuela psicoanalítica que toda nueva vida implica la destrucción de lo anterior, de aquí la relación profunda entre el sexo, la procreación, y la muerte. En La sustancia optan por la estética de la Nueva Carne para representar el nacimiento de un nuevo ser: esa cicatriz gigantesca que es también una versión grotesca de la vagina y el parto. Sin entrar demasiado en detalles, hay también una representación de laboratorio de lo que sería un cordón umbilical, referencia que puede rastrearse en ExistenZ, una forma explícita de plasmar en pantalla el canibalismo entre generaciones. La sustancia es un filme sobre consumidores de carne humana, ya sea de los viejos hacia los jóvenes (la escena en que el productor de televisión come con asquerosa fruición un plato de gambas, el cuerpo elástico y neumático de Sue bajo los focos, el foco de la cámara de televisión que enfoca primero a Elisabeth y luego a Sue…), ya sea de los jóvenes hacia los viejos (el ansia caníbal de Sue con Elisabeth). La verdadera gracia de todo ello es como Coralie Fargeat nos lo ofrece sin cortapisas, siempre un poco más allá de lo que demanda el buen gusto.
El doble y el espejo
En el otro extremo de la trama narrativa se encuentra el doble de Elisabeth, su mejor y joven versión: Sue/Margaret Qualley. En la relación entre ambas juega un papel primordial una fotografía inmensa que Elisabeth tiene en el salón de su casa, una suerte de retrato de Dorian Gray que hace de mudo testimonio a la degradación moral de las protagonistas y formal de la película, que va ganando en texturas y desorden a medida que avanza el filme. En relación con el doble y la fotografía nos encontramos con el espejo: una suerte de juez implacable del paso del tiempo. El espejo también es el protagonista de una de las escenas más aterradoras de La sustancia: aquella en que Elisabeth/Demi intenta arreglarse para una cita y termina con una dosis elevada de violencia. Al mismo tiempo, el espejo nos lleva a otro de los referentes del filme, la bruja mala de Blancanieves. Como en este cuento, el filme narra la caída en desgracia de la vieja bruja, y el ascenso de una nueva y joven estrella. Una suerte de caricatura sobre la jovencita que aterriza en Hollywood y que posee “eso” que la hace destacar por encima de los demás. Aunque en este caso, eso sea una sustancia misteriosa y traidora.
El escenario, la bacanal y el público
La sustancia es ante todo un decorado, en este caso prestado de los pasillos simétricos y los lavabos impolutos de Kubrick en El resplandor, las tarimas relucientes de Carrie de De Palma, y las ventanas de Hitchcock, aunque en este caso no muestren la ciudad, sino anuncios inmensos de Sue. Seguramente podamos añadir aquí Neon Demon y su Los Angeles fantasmal, cuyo elemento más reconocible sea quizá la estrella dedicada a las celebridades que se encuentra en el paseo de la fama de Hollywood, y el elemento que articula toda la película. Este decorado, impoluto al principio del filme, se va contaminando a medida que avanza la historia y la corrupción de la carne infecta el paisaje, la película y el público. Es en esta parte cuando la directora retuerce aún más la historia y la lleva más allá, manchando también al público. Coralie Fargeat ignora el cine sugerente y la modesta elegancia del cine actual para entrar en la hipérbole y adentrarnos en territorios más cercanos a Society (Brian Yuzna, 1989) o La cosa (John Carpenter).
El gran logro de La sustancia es la habilidad de Fargeat para emplear todo tipo de referentes del cine de horror, desde los más elevados a los más sucios, para echarnos a la cara un producto a la vez alegremente excesivo, sardónico y fúnebre sobre nuestra propia corrupción.
Artículo publicado el 20 de octubre de 2024