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especial

publicado el 9 de agosto de 2010

Arquetipos, laberintos y una sesión de mentalismo

Lluís Rueda | A suerte de no perdernos en divagaciones iremos a por un par de conceptos simples. Como apunta el sugestivo filme de Christopher Nolan, Origen (Inception, 2010), una idea puede ser tan poderosa como un virus, absolutamente perdurable y casi imposible de borrar. Con esa suerte de truco mental, el propio cineasta condiciona nuestra atención de modo que nos coloca en la antesala de un suceso mágico, extraordinario. Eso es mentalismo, magia. Cineastas como Hitchcock ya aplicaron esa capacidad de anticipación ante la mirada de un espectador previamente sugestionado. La segunda idea que cabe lanzar respecto a Origen es que si todos nosotros tuviéramos nociones de guión, el análisis de un filme se ramificaría obteniendo así una nueva perspectiva del orden secuencial y sus motivos. Casi todos los filmes de acción y aventuras que conocemos tienen la estructura de un laberinto y sus unidades dramáticas son casillas determinadas que el héroe cruza en un viaje iniciático particular.

En el caso de Origen, filme que nos explica la odisea de Dom Cobb (DiCaprio), este par de ideas sustenta la práctica totalidad de una cinta que lleva la dilatación del tiempo y la relativización del espacio a cuotas de extraordinaria fuerza y belleza. El arte de la extracción (incepción) que no es más que el apropiarse de los secretos del subconsciente durante el sueño -ejercer de súcubo-, en manos de Nolan se convierte en una premisa para revertir el proceso, es decir, contaminar la mente del objetivo o la víctima con una idea para así alterar la realidad e incluso convertirle en mejor persona. Pero en este proceso en que Cobb construye un marco para teatralizar durante el sueño su golpe maestro existe una variante que pondrá en jaque todo el plan: los fantasmas propios, el dolor del subconsciente, el miedo y la duda. Ese estigma tiene en el filme el rostro de su ex-mujer, Mal, interpretada por Marion Cotillard. Pero centrémonos en este punto: recordarán aquella fábula en que Eurídice es raptada por Arsisteo, que ha quedado prendado por su belleza. Éste intenta hacerla suya y ella al zafarse es mordida por una serpiente. Eurídice es condenada injustamente a morar en el Hades -la tierra de los muertos- y su marido, Orfeo, llora tanto su desaparición que logra conmover al barquero Caronte. Éste le deja atravesar el río Estigia y recuperar a sus esposa de las garras de Hades y Perséfone. Explicar más sería tanto como revelar la clave del filme de Nolan, una clave simple, sencilla que se esconde tras la aparatosidad de la incerteza del sueño, de la construcción de la psique y el truco. Sí, en cierto modo el mecanismo es similar al de su filme El truco final: el prestigio (The Prestige, 2006), siempre hay algo que escapa a nuestra mirada, una conjetura que nos sofoca como intérpretes del problema matemático.

Magistral en Origen resulta su primer acto. Nolan ejecuta un número de manual para presentar la extraña actividad de estos moradores del sueño, adictos a lo onírico tanto o más que los protagonistas de la interesante eXistenZ (Id.,1999) de David Cronenberg. Para explicar lo mostrado, ese viaje onirico organizado y compartido, Nolan introduce la figura de la aprendiz Ariadne (Ellen Page) con la que nos permite conocer la figura del arquitecto de sueños. La premisa es simple, mientras más convencional y real es el escenario, más efectiva es la sensación de familiaridad para la viajero inconsciente que transita el sueño compartido y menos variables existen para que la apariencia del mismo se contamine de elementos incontrolables. Por ello, cuando deciden secuestrar al rico heredero Robert Fisher (Cyllian Murphy) para sedarlo e influir en su mente, el equipo capitaneado por Cobb construye unos escenarios parcos que a medida que avanza la aventura se van desnaturalizando un tanto, en este sentido Origen estaria más cerca del concepto Cube que del ideario de Lewis Carroll. Este razonamiento acaba de un plumazo con los que ya han criticado la falta de riesgo en la imaginería visual del filme de Nolan: cabe insistir en que el director de Insomnia no pretende ser David Lynch o Fellini, la concepción o arquitectura de la psique de la víctima en su relato ha de ser tan hermética como un laberinto, una casa, un hotel o un castillo. Recomiendo leer a Jung y hacerse con el 'Diccionario de Símbolos' de Juan Eduardo Cirlot, les dará una perspectiva muy refrescante de lo que aborda Origen, reitero, un filme sencillo y muy preciso.

Pero sin entrar en demasía en esa idea apasionante del sueño dentro del sueño, la iniciación, el avance por los casilleros hasta colocar una idea en la psique -en este caso en un lugar tan simple como una caja fuerte- (observen que transitamos en los márgenes de una idea para evitar explicar cosas excesivamente reveladoras), hemos de preguntarnos que convierte a este filme en especial, en diferente, cuando, créanme, no explica nada que no podamos hallar en al literatura de H.P. Lovecraft, Richard Matheson o no nos pueda inspirar una obra de M. C. Escher.

Es interesante comprobar como Christopher Nolan convierte su filme en un juego de cajas inter-comunicadas donde el tiempo se dilata a medida que el equipo protagonista va saltando a otro estado onírico más profundo. Así, mientras en una parcela del sueño de Robert Fisher (Cyllian Murphy) la camioneta de Yusuf (Dileep Rao) cae por un puente con los soñadores en su interior, en otra capa interior, tras un salto en profundidad, Arthur (Joseph Gordon-Levitt) debe salvaguardar la vida de los durmientes que restan en un hotel. Mientras, otros aventureros, a la manera de Randolph Carter, deben asaltar un fortín para que Robert acceda a la caja fuerte, es decir su propia psique. El realizador crea un climax espectacular con un montaje de acción a tres bandas, con los tiempos alterados que haría las delicias de un loco de la trigonometría. Esta secuencia resulta simplemente espectacular, el mismísimo Brian De Palma vendería su alma al diablo por haberla ideado.

Christopher Nolan es un mago, un mentalista que ejerce de cineasta y eso le convierte en el realizador más estimulante de los últimos tiempos. Origen es un filme que lleva tan al límite los recursos del cine convencional, el relato clásico, el acontecimiento cinematográfico, que parece mentira que no sea más que un modesto filme de ciencia ficción y acción. Debemos asimilar que Origen tiene mucha más fuerza que la sobrevalorada Matrix (The Matrix, 1999) de Larry y Andy Wachowski, Nivel 13 (The thirteen Floor, 1999) de Josef Rusnak , Dark City (Id., 1998 ) de Alex Proyas o cualquier otro blockbuster que recordemos en la última década. En esencia estamos ante un filme que tiene la determinación de una única y sola buena idea de la que parte un cúmulo de ficción que nos cuestiona lo real. En eso, esta cinta es como Solaris (Id., 1972) de Andrei Tarkovsky, ese relato clásico en que Orfeo rescata a su mujer del mundo de los muertos y mira atrás para comprobar que es ella, que es real. Acaso el filme de Nolan tenga su más bello y lacerante pasaje en el tramo en que Ariadne 'la arquitecta' (vean que nombre más revelador)[1] se inmiscuye en el sueño de Cobb. El viajero de los sueños ha construido un edificio en el que guarda los recuerdos de Mal -su ex-mujer- para intentar mantenerla con vida, un proceso casi natural a nivel sentimental pero que visto desde su cerebro deviene egoísta, trágico, amplificado e inhumano.

Christopher Nolan, como ya hiciera Hitchcock en Vértigo: de entre los muertos (Vertigo, 1958) (una estimulante revisión de 'Tristán e Isolda') se aferra a la leyenda tradicional, arquetípica para tejer una aventura un tanto intrascendental pero de aristas descomunales. Pocos filmes como Origen trasladan una idea tan precisa: el creador de películas es un demiurgo y nada se parece tanto a nuestro subsconciente como la experiencia cinematográfica. No hay mayor placer que soñar con la película perfecta y después comprobar que su conjetura es endeble y sencilla, Tarkovsky, Hitchcock o Jean Cocteau eran plenamente conscientes de ello. Si a ustedes les decepciona Origen, me temo que les abruma la iniciación o les estresa cierto decadentismo narrativo. Quizá estén demasiado acostumbrados al mismo patrón 'narrativo' y no quieran cambiarlo. Christopher Nolan solo ha intentado condicionarles para que ustedes sean más valientes, más libres. Él pone la liturgia y nosotros el culto, la magia es cuestión de fe.

  • [1]. Ariadna es, en la mitología griega, la que enseña a Teseo una estratagema para que pueda salir del laberinto donde ha entrado a matar al minotauro. El hilo de Ariadna permite al héroe volver de su aventura sano y salvo. Por este motivo, Ariadna es conocida como Señora del Laberinto y también como Señora del Inframundo, ya que el laberinto representaba para los griegos el acceso al mundo de los muertos, y la vuelta.


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