publicado el 21 de enero de 2011
Hace un tiempo dedicábamos un estudio a la figura del director Sidney Hayers a través de su filme Circus of Horrors (1960), “un melodrama circense que precipita en una vendetta de barracón a la manera de la monumental Freaks, La parada de los monstruos de Tod Browning”. Pero siendo esta pieza pulp, de sugestivo trasfondo e incendiaria paleta cromática un filme hoy considerado de culto, cabe puntualizar que la obra de Hyers, siempre en los márgenes del cine independiente británico, tuvo su mayor reconocimiento en la década de 1960 gracias a dramas criminales como Cada minuto cuenta (Pay Roll, 1961) o Echo of Barbara (Id., 1961), pero muy especialmente gracias a la sugestiva pieza maestra Night of the Eagle (1962), un perfecta muestra de melodrama satanista especiado con aromas del cine de fantasmas de Jacques Tournear y de que contribuiría a poner la piedra del cine criminal británico con tintes psicológicos que años más tarde cautivaría a un público más sibarita con títulos como Un plan siniestro (Seance on a Wet Afternoon, 1964) de Bryan Forbes, la espléndida obra de Otto Preminguer El rapto de Bunny Lake (Bunny Lake is Missing, 1965) y desde luego la canónica película de Seth Holt A merced del odio (The Nanny, 1965), una coproducción Hammer Films de lo más rentable.
Lluís Rueda | Pero curiosamente, el brit-horror de la época podría describirse como algo bicéfalo, la nueva década del fantástico en las Islas Británicas se definía por la reciente explosión del color, el erotismo vampírico y cierto hedonismo maléfico con títulos como The Curse of Frankestein (1957), The Brides of Dracula (1959) y todo el muestrario / monstruario extraordinario de Terence Fisher... No obstante, con la Hammer Films en su momento mas álgido de creatividad, también nacerían nuevas productoras más modestas con resultados espléndidos. Se me ocurren títulos meritorios como Blood of the Vampire (1958, Henry Cass) o Horrors of the Black Museum (1959, Arthur Crabtree) de Artistes Alliance Ltd. y Carmel Productios respectivamente. Filmes a todo color de impecable trasfondo gótico y preclara influencia Hammer que en cierto modo sembrarían un precedente imitado por otras compañías independientes como Amicus en las décadas posteriores. Pero en ese panorama tan estimulante también proliferaría otro tipo de cine fantástico, más introspectivo, psicológico e incluso un tanto lacerante en sus planteamientos (acaso influenciado por la obra decadente de Joseph Losey)...
Cabe apuntar que la sociedad británica, en un ejercicio de salubridad ejemplar, comenzaba a enterrar los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial administrando sus traumas en el cauce natural de la ficción, y a consecuencia de esa madurez, o quizá debería decir a raíz de esa circunstancia, el cine de horror también tomaría la cotidianidad de la plácida sociedad británica como punto de partida para hablar de un mal intangible, de una amenaza casi metafísica y diabólica. A ese abanico de filmes pertenece la obra maestra The Night of the Demon (1957) de Jacques Tourneaur, filme-germen del moderno terror psicológico ya totalmente desnudo de prescripciones gótico-victorianas. De esta obra particular de Tourneur, Sydney Hayers tomaría prestadas unas cuantas ideas de puesta en escena y en especial especialmente un planteamiento visual que difiere del habitual toque expresionista y busca mayor realismo, por tanto el paralelismo entre ambos filmes no parece casual; la receta de Hayers parece reducirse a administrar el horror con escasos elementos y buscar una optimización del blanco y negro, pero como veremos en breve lo que convierte a Night of the Eagle en una obra realmente perturbadora son la suma de ese y otros factores técnicos e interpretativos. Si bien Hayers no es ni fue el Jacques Tourneaur virtuso de su etapa inglesa, si podemos concederle la gracia de haber facturado alguna película de mérito como la citada Circus of Horrors o La estrella del sur (The Southern Star, 1969) y hemos de tener en cuenta que fue un director de cine poco prolífico que de inmediato halló su lugar en un medio como la televisión.
Valga apuntar que el virtuoso trabajo del director de fotografía Reginald H Wyer [1], como apuntábamos inspirado en el del de Edward Scaife para The Nigth of the Demon, precipitaron en un resultado sorprendentemente bello y, a su vez, efectivo. Night of the Eagle es un filme cotidiano, muy británico (casi de provincias), con el que el ciudadano medio de la época podía identificar sus miedos sin necesidad de evocar un castillo en los Cárpatos o un laboratorio siniestro.
El filme parte como una adaptación de la novela 'Conjure Wife' [2] de Fritz Leiber Jr. que llegó a conocer tres versiones cinematográfcas y cabe apuntar como primer factor de importancia que el guión fue escrito por Charles Baumont, George Baxt y aliñado ni más ni menos que por el gran Richard Matheson (de ahí que pese a su condición de relato moderno en su estructura prevalezcan algunos aromas a sus famosas adaptaciones de los relatos de Edgar Allan Poe para la A. I. P. de Roger Corman). Nigth of the Eagle aranca con la llegada del profesor de sociología Norman Taylor (esplendido Peter Wyngarde) a un Universidad de la campiña inglesa (Norfolk) en su vehículo ante la presencia de un águila de piedra que que remata la fachada. Por lo demás el día a día del profesor se ve reflejado en un aula donde diserta acerca de la sugestión, la superchería, tema central de un filme en el que los símbolos y la fe en lo oculto serán capitales. Ese águila amenazante del arranque del filme y omnipresente en el mismo, debemos advertirlo, es un símbolo solar, de poder y por ello más que un poder abiertamente amenazador debe interpretarse como un símbolo autoritario que pronto se desmoronará ante fuerzas ocultas y muy 'femeninas'.
Más allá de Norman y de su mujer Tansy (una otoñal Janet Blair) nos presenta al resto de los personajes en una inquietante velada en el que un grupo de profesores hablan de hipnotismo mientras juegan al póker ante la inquieta mirada de Tansy... un personaje por lo demás temeroso e inquietante desde su primera aparición. Entre el grupo de docentes sobresale en especial la madura Flora Car (inconmensurable Margaret Jonnston), temperamental tertuliana que mantiene una muy discreta tensión sexual con Norman. A través de la secuencia de esa reunión en el salón de la casa de los Taylor, Sydney Hayers, subraya la integridad moral de Flora Car, su capacidad seductora y para ello se hace servir de una distendida discusión acerca del poder de la hipnosis. Hynes utiliza esa circunstancia para retratarnos, por una parte la envidia que Tansy suscita en ella, y por otra la sensación de incomodidad y de excesiva frivolidad que la profesora Car proyecta en contraposisción al su proceder tímido y recatado de la señora Taylor. El director de Circus of Horrors se sirve esencialmente del talento de sus actrices para conformar toda suerte de batallas no verbales a través de códigos gestuales, miradas e incluso silencios de mordaz dramatismo. Hemos de conceder que el tandem de actrices Janet Blair / Margaret Jonhston resulta imprescindible para que el fuera de campo que sugiere Night of the Eagle, la densidad de sus detalles y la exposición de sus metáforas visuales, se amplifiquen con la explosión de ambigüedad que hace de este filme una gema entre el conjunto de thrillers psicológicos británicos de la década de 1960. Si me permiten determe en la figura de Margareth Jonhston (1918-2002) -actriz australiana por la que confieso debilidad-, cabe apuntar que su carrera fue muy unida a la televisión con programas como BBC Sunday-Night Theatre (1950), pero también pudimos disfrutar de su talento en películas como The Magic Box (1952) de John Boulting, biografia del inventor británico William Friese-Greene, El Psicópata (The Psychopath, 1966) de Freddie Francis o Sebastian (Id., 1968) de David Greene
Volviendo al argumento del filme que nos atañe y a su protagonista femenina, Tansy (Janet Blayr) es pertinente apuntar que ella es consciente del poder seductor de su marido y de la envidia que ella produce en sus campañeros/as, especialmente en Dora Car. Para salvaguardarse de malas influencias la Sr. Taylor ha procurado mantener el estatus idealizado de su relación recurriendo a la protección de una retahíla interminable de objetos de poder y santería que reparte por los lugares más insospechados de la mansión. Entre la superchería y el horror a un futuro esquivo se mueve Tansy, un personaje fatal con hechuras de ama de casa profundamente obsesionada con ciertos rituales de magia negra aprendidos en un viaje a Jamaica tres años atrás
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Cuando Norman obliga a Tansy a deshacerse de esos objetos protectores (arañas, mechones, saquitos de tierra, reproducciones de calaveras, hierbas etc...) un inevitable miedo al abismo despierta en la abnegada esposa y toda felicidad y seguridad se precipitan hacia el abismo. Maravillosos los primeros planos del rostro de Janet Blair ante la hoguera donde se consumen sus gadgets protectores ante la mirada inquisitoria de un muy 'hammeriano' Peter Wyngarde. Pero la sensación de desdicha todavía será más trágica en el rostro de la esposa cuando por casualidad queme en la hoguera por error una fotografía del propio Norman.
Con la amenaza paranormal desatada y la mala sombra ganando terreno, Norman, se verá acechado por toda suerte de amenazas y contratiempos (siempre dentro del territorio de lo cotidiano y racional), como la acusación de abuso de una joven alumna y un intento de asesinato por parte de su joven enamorado (pasaje que recuerda a cierto filme del serial de Universal Pictures Inner Sanctum, valga decirlo).
En este tramo del filme y, curiosamente cuando el personaje de la profesora-tutora coja interpretada por Margaret Johnston vuelve a tomar protagonismo (recordemos que fue presentada en la inquietante partida de póker en casa de los Taylor) la naturaleza del filme se transforma, el ritmo de acontecimientos se acelera y la fotografia del filme se torna más expresionista, los encuadres más crispados, las intervenciones de los protagonistas más histéricas... El filme costumbrista deja paso a la pesadilla, a lo onírico, y el símbolo del águila se revela para revolverse contra aquello que significaba (el estatus, el equilibrio, la supremacía).
Un reproductor magnetofónico, como hilo conductor de cierta pesadilla que se activa en la psique, será ese elemento diabólico con el que Haynes planteará esa dulidad argumental entre lo oculto y lo racional, entre lo extraordinario y lo científico e inducido. Pero a tal efecto cabe especialmente centrar la mirada en el proceso de tumefacción como individuo de Tansy, un ser casi momificado que obedece a extrañas fuerzas. Entre lo más exquisito formalmente de Night of the Eagle se halla la huida de Tansy hasta la casa de la playa y la persecución de su marido para llevarla de nuevo al mundo de los vivos, a la lucidez. Fíjense que este pasaje, descarnadamente gótico (incluso muy deudor del cine arrebatado de Mario Bava, la figura del águila ya no tiene presencia en tanto la voluntad de Norman es recuperar a su amada del Hades y pese a que su entereza racional está más en entredicho que nunca su voluntad resulta inquebrantable. Vean ese ritual del escéptico Norman en el sótano de la casa de la playa con unas velas y el retrato de su amada, su rostro desquiciado en la penumbra, hasta que la sombra de esta aparece en la puerta, sobre las escaleras,, como un fantasma hitchckotiano que regresara de Manderlay. Estos instantes del filme, timbrados de forma apabullante por el score de William Aylwin resultan de una belleza que, ahora sí, nos evoca al Jacques Tourneur de La mujer pantera (Cat People, 1942) y de Yo anduve con un Zombi ( i walked with a zombie, 1943). Pero si Night of the Eagle nos evoca a otro filme por su capacidad sugestiva y su profundidad psicológica es a la película de Jack Clayton Suspense (The Innocents, 1961), un filme gótico pero con sugerentes aristas de terror moderno Por cierto, pocos recordaran que el jardinero de la delicia gótica basada en el relato de Henry James también contó con la presencia de Peter Wyngarde en el papel del jardinero Quinn.
Tras recuperar físicamente a a su esposa, Norman tendrá que enfrentarse a sus propios demonios para poder restituirla mentalmente y, ante todo, buscará desenmascarar al ente oscuro que acecha sus vidas. Observen el campo de batalla que expone el realizador con su sutil juego de metáforas y arquetipos, como expone en el tablero las normas de la partida de esa interminable 'noche del águila'.
No desvelaremos mucho más del desenlace de este extraordinario filme y concederemos al espectador el placer de adentrarse en sus brumas con todos los elementos clave para despejar las incógnitas de su desenlace. Pero tampoco querría acabar este artículo sin detenerme en uno de de sus pasajes más puramente fantastique que acontece hacia el desenlace. Norman poseído por sus miedos pero con voluntad de desenmascarar al demiurgo que ha puesto sus vidas en jaque se presenta en la universidad a media noche y esta vez sí, un fenómeno paranormal está a punto de acabar con su vida... El águila pétrea que custodiaba su moral y su fortaleza cobra vida y le ataca ferozmente. La secuencia de una sobredimensionada águila negra atravesando las puertas de la universidad y persiguiendo al profesor por los pasillos resulta apabullante y terrorífica, así como espléndido es el tratamiento del sonido que juega con la extraña letanía que surge de un siniestro magnetófono, literalmente un interruptor para atraer las fuerzas maléficas del más allá. ¿Han parado a pensar cuanto juego ha dado el reproductor de cinta magnetofónica a lo largo de la historia del cine de horror? Se me ocurre pensar en un filme contemporáneo como Zeder (1983) de Pupi Avati.
En Night of the Eagle, la anécdota de un pequeño drama doméstico acaba por tornarse una pesadilla inducida que toma visos de realidad gracias a un crescendo cinematográfico impecable y sorprendentemente moderno. Cabe reparar en la importancia de este planteamiento y equipararlo con la de obras cumbres del thriller paranormal como Al final de la escalera, El quimérico inquilino o la arrolladora La Profecía. Cine satanista construido desde un costumbrismo muy naturalista y que acaso por ese contrapunto provoca una sensación más amedrantadora y, a su vez, tangible para el espectador.
Respecto al libreto co-escrito por Richard Matheson cabe decir que inopinadamente el autor de 'Soy Leyenda' durante mucho tiempo nunca se pronunció sobre esta aportación al séptimo arte, una de sus parcelas creativas más celebradas. Quién sabe si inducido por cierta celosía profesional al compartir talento con Charles Baumont, pero el caso es que con el tiempo llegó a declarar que el de hayers era un filme que apreciaba singularmente. La película producida por International American Pictures, pero a todos los efectos btitánica, se distribuyó en Estados Unidos con el título de Burn Witch Burn (no confundir con la novela de Abrahm Merrit de idéntico título). El filme nunca llegó a estrenarse en España y ha permanecido durante años como una obra de culto del brit-horror de la década de 1950.
Ficha Técnica
Director: Sidney Hayers / Productor. Samuel Z Arkoff y Albert Fennell / Guión: Charles Beumont y Richard Matheson (basado en una novela de de Fritz Leiber) / Fotografía: Reginald H Wyer / Música:William Aylwin / Montaje: Ralph Sheldon / Intérpretes: Peter Wyngarde, Janet Blair, Margaret Johnston, Anthony Nicholls, Collin Gordon, Katheen Byron, Reginald Beckwith, Jessica Dunning, Norman Bird, Judith Stott, William Mitchell / Nacionalidad y año: Reino Unido 1962 / Duración: 99min.