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libros

publicado el 12 de febrero de 2006

LA OBRA DEL ESCRITOR ESTADOUNIDENSE PETER STRAUB no ha sido nunca del todo revindicada debido a su carácter de creador de best-séllers de terror y al desdén general que provoca la obra de los escritores neogóticos. Además, su relación profesional y de amistad con Stephen King quizás le haya facilitado el acceso a las listas de los autores más vendidos pero le ha restado prestigio en ciertos círculos de aficionados, debido a que se le ha querido ver como un discípulo imitador del creador de El misterio de Salem’s Lot. Lo cierto es que la obra de Straub presenta los suficientes atractivos para valorarla de forma aislada y sin necesidad de acudir a los tópicos sobre la literatura comercial (ausencia de profundidad, estilo cinematográfico y escasa capacidad de innovación), ya que sus novelas beben de una tradición goticista evidente pero tienen la sana cualidad de pervertir algunos de sus motivos más tradicionales. A Straub no le interesa tanto la recreación de los ambientes ominosos y las tramas ocultistas como la indagación en la propia perversión del alma humana. Su literatura se ampara en los ropajes tradicionales para sostener que los verdaderos demonios se encuentran en nuestros miedos interiores y en nuestros anhelos oprimidos.

Su más reciente novela, la interesante Perdidos (lostboy lostgirl, 2003) resume a la perfección el estilo de Straub: tramas retorcidas que acaban siendo una proyección de los deseos ocultos, usurpación de los motivos más genuinamente góticos (casas encantadas, espíritus iracundos y secretos inconfesables) y un estilo narrativo que prima la sugestión y la evocación por encima de lo explícito y crudo. La trama de Perdidos parte de una muerte trágica y una enigmática desaparición, acontecimientos que marcan el destino de un escritor de novelas de terror, Tim Underhill (trasunto del propio Straub), que decidirá esclarecer algunos de los misterios más siniestros de su propia familia, relacionados con una maligna presencia del pasado.

Al igual que en algunas de sus mejores novelas (Fantasmas o Mister X), la indagación del pasado de los personajes y su fantasmagórica huella en el presente son los motivos dramáticos principales de Perdidos. Además, la introducción de distintas voces narrativas y líneas temporales permite que la trama nunca quede sometida a la linealidad habitual de los best-séllers. En sus novelas, Straub dilapida los espacios y tiempos usuales en la narrativa de terror para someterlos al enajenado discurrir de la mente humana, la cual se acaba erigiendo en el único motor de lo siniestro. Así, las voces interiores, los flashbacks y la literatura epistolar (que aquí se adapta a los nuevos tiempos y aparece enclavada en las nuevas tecnologías de Internet) vuelven a ser las principales armas para sacar a la superficie la ponzoñosa realidad que permanece oculta bajo la aparente tranquilidad de nuestro entorno. Entre Ramsey Campell y Richard Matheson, Straub vuelve a demostrar aquí que es un maestro a la hora de indagar en los desequilibrios de la noción de realidad, alejada de simplistas determinismos y trufada de desazonantes abismos.


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