boto

film malade

publicado el 16 de septiembre de 2007

Bucólica de género

Marcos Vieytes | Mapado es lo más parecido a una bucólica que puede llegar a ser filmada por el cine industrial coreano contemporáneo. Alguno puede sospechar que una película protagonizada por cinco viejas que conviven en una isla con sólo dos hombres, uno de los cuales es un policía corrupto y el otro empleado de un proxeneta de poca monta, lejos está de transmitir el espíritu de Virgilio o las églogas pastoriles. Sucede que lo que aquí llamo bucólica es una tradición cinematográfica que acaso arranque con Una partie de campagne, de Jean Renoir, pero en la actualidad consiste en un tipo de films que, traicionando la continua sucesión de causas y efectos argumentales, proponen dentro de su transcurso la aparición y mantenimiento de una meseta narrativa en la que personajes y elementos heterogéneos descubren la posibilidad de una convivencia ociosa, juguetona, reconfortante, al margen de su vida anterior y de la obligación dramática de hilvanar un suceso relevante tras otro.

Ese dejarse estar proteico de la película tiene su correlato en los personajes masculinos, quienes al perder de vista la razón inmediata del viaje van siendo transformados por los otros, por el paisaje, por la acción del tiempo sobre sí mismos

Por eso el título de esta película contiene ya su explicación: Mapado significa isla de Mapa, y el viaje de los personajes masculinos a ese rincón del mundo es una operación de aislamiento urbano y discursivo acorde las intenciones del film. El motivo del viaje es encontrar a la chica que huyó con el boleto de lotería ganador de su patrón. Ese principio, en tanto punto de partida y pauta genérica, y los últimos diez minutos de la película amagan con ser otra cosa que lo que es: un policial, un thriller o un film de yakuzas a la coreana, pero nunca la comedia deliciosa y hasta despreocupada de serlo que acabará siendo. Sentado en la playa, uno de los personajes dirá que todo el mundo tiene una historia, y lo que hace Chu Chang-min en su opera prima (su segunda película se llama Lost in love) es darle tiempo para que la cuente o, más bien, para que las huellas que la experiencia ha dejado en cada personaje nos permitan interpretar la historia que hay detrás de cada gesto, actitud, silencio o reacción, por más sutil que esta sea. Abortando la anécdota policial primaria, desertando de “la” historia escrita en el guión, surgen las historias sin Historia que nacen y mueren a cada instante.

Ese dejarse estar proteico de la película tiene su correlato en los personajes masculinos, quienes al perder de vista la razón inmediata del viaje van siendo transformados por los otros, por el paisaje, por la acción del tiempo sobre sí mismos. La evidencia de estos cambios está dada en la película por el vestuario, que en el caso de los varones refleja el rol social que ocupan (la camisa y el pantalón del detective) o quieren ocupar (la campera de cuero del joven matón) y luego su adaptación –rápida o a regañadientes- a las nuevas circunstancias (la ropa holgada para afrontar el calor o para trabajar en el campo). Un viejo corto animado de Bugs Bunny en el que las personalidades del conejo y el cazador van cambiando según el sombrero que les caen en la cabeza sintetiza lo que sucede en Mapado. Si hasta el proxeneta que aparece al principio casi como un padre de familia protector es incapaz de sostener la conducta de mafioso desalmado que se obliga a demostrar públicamente con el traje negro que se pone para, supuestamente, amedrentarlos sobre el final. Ante la presencia del mar, ante la hospitalidad marijuanera de las cinco mujeres, ante la imprevisible acción igualadora del azar, reconocerá que la voluntad humana tiene un límite, y que olvidarse de la utilidad para seguir jugando con los amigos es una demostración mayor de sabiduría.


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